Chile

Conoce a las juezas top de Chile que no aparecen en televisión

Atractivas, simpáticas, cercanas, no salen en ningún canal y mantienen perfiles absolutamente bajos. Pero su trabajo es hacer cumplir nuestra legislación, en casos que van desde millonarias estafas hasta los más horribles parricidios.

Por: Rodrigo Chacón T. Fotografías: Gonzalo Muñoz F. Maquillaje: Sole Donoso A.
Agradecimientos a Hotel Director.

La palabra «jueza» engloba una serie de conceptos, partiendo por el respeto que imponen esas cinco letras, incluso más que el que despiertan algunas autoridades del país.

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De primera no es fácil pararse frente a tres juezas; pensé que de una u otra manera, la situación relajada no sería. El caso es que pese a todo pronóstico, estas tres representantes del Poder Judicial –Elizabeth Reinoso (44), Paulina Rosales (36) y Claudia Camus (41)– decidieron que nos darían una entrevista «sin secretos de sumario». Son magistradas en ejercicio que, pese a su juventud, han llevado procesos de connotación nacional, como el caso Inverlink (enero 2003), que destapó filtraciones desde el Banco Central a ese grupo económico a través de la secretaria de Carlos Massad, entonces Presidente de la institución.

Elizabeth Reinoso es jueza titular del 7° Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, y actualmente ejerce –por destinación de la Corte Suprema– labores en el Juzgado de Letras de Colina. Paulina Rosales es la titular del 3er Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, fue además relatora en la Corte de Apelaciones de Santiago y jueza suplente en el Juzgado de Familia de Pudahuel. Y Claudia Camus es jueza del 2° Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, y se ha desempeñado también en Osorno, La Unión, Antofagasta y Pudahuel.

De sonrisa fácil, no les complican las fotos ni el flash; es una nueva generación de juezas 2.0, y representan todo el cambio que poco a poco ha realizado el sistema judicial chileno.
«Creo que es muy importante acercar el Poder Judicial y la imagen de los jueces a la gente. Es un desafío que tenemos. Además es importante que nuestra labor sea comprendida; de ahí la exigencia de utilizar un lenguaje claro que explique nuestras decisiones, por ejemplo. En ese sentido, la mejor forma de lograr esa empatía es acercándonos a la sociedad, que nos vean como iguales: nosotras somos mamás, vamos a la feria, tenemos nuestros conflictos familiares, etcétera, y una revista como ésta nos permite mostrar ese lado», señala Elizabeth Reinoso. Agrega que es un desafío para todos los miembros del sistema judicial llegar a la población a través de un lenguaje claro y coloquial, «pues los jueces y los abogados en general hablamos ‘en raro’, e instancias como ésta son una tremenda herramienta para ir bajando esos prejuicios y lograr mayor comprensión de nuestra labor», agrega.

El actual sistema judicial implica toda una política de apertura hacia la ciudadanía, con acciones como vocerías o conversaciones con periodistas, «hechos que en el sistema antiguo eran impensados», señala Claudia. Para Elizabeth otro punto destacable es la transparencia «ahora es todo público, lo que garantiza que entre nuestras decisiones no haya más que el caso, la prueba y la ley. Antes el juez con suerte se podía ver, siempre estaba tapado de expedientes en un tremendo escritorio». Paulina partió como relatora en la Corte de Apelaciones de Santiago, donde la premisa era «‘los jueces hablan a través de su sentencia’. Por eso siento que en las últimas presidencias de la Corte Suprema ha variado mucho ese criterio, acercándose más a la ciudadanía», explica.

¿Y qué sucedía en regiones?
C. C: Soy valdiviana, pero he trabajado en varias partes a lo largo de Chile, y cuando fui juez de comuna teníamos la denominada Audiencia Pública. Y era eso, la gente una vez por semana solicitaba una audiencia a las 8 de la mañana, y llegaban por ejemplo personas cuyo problema era que su chancho se había pasado al campo del vecino y necesitaban que una como jueza le dijera al vecino –que también esperaba afuera–, que lo devolviera. O una mamá que reclamaba porque a su hijo no le devolvían el carnet en el video club del pueblo, porque él a su vez no devolvía la película… Cosas así.

¿Qué creen que opina la gente de ustedes?
C. C: De partida que somos muy jóvenes para el cargo que desempeñamos. Aún se mantiene esa cultura de «el juez o la jueza de edad». De hecho alguna vez me han dicho «usted está muy lolita…» (ríen)

«Sí, soy jueza»

Las tres magistradas reconocen que su cargo no les facilita la vida social; al contrario. Por eso ninguna cuenta «a la primera» en qué trabajan. «Digo que soy abogada y que trabajo en el servicio público», señala Claudia Camus. «Y si preguntan mucho lo digo, pero por lo general no… Además que siempre nos tienden a estigmatizar».

¿Cómo así?
E. R: Prefiero decirlo después de un tiempo, espero que me conozcan primero, para evitar que el prejuicio se instale antes de conocerme… Me da más libertad para ser como soy, lo que no significa que no me llene de orgullo mi carrera.

P. R: La experiencia nos ha enseñado que existe una tendencia a estereotipar, observan nuestro comportamiento a cada momento y a partir de ese instante como que perdemos cierta libertad.

¿Mucha envidia?
E. R: Sí, como en todas partes, y entre las mujeres también. Creo que una de nuestras mayores luchas es contra nosotras mismas, en términos de género me refiero, porque somos súper exigentes y vivimos en una sociedad muy competitiva.

P. R: Somos muy críticas, y existe mucha suspicacia también.

¿Es machista el Poder Judicial?
P. R: Creo que a nivel de ingreso es más bien paritario.

E. R: A nivel de comunas vemos más mujeres juezas.

P. R: En mi tribunal hay dos hombres de 18 personas.

«El juez lo dejó libre»

Situación: Dejan libre a un imputado que, a los ojos de la ciudadanía, debiera estar tras las rejas, y la frase es «el juez lo dejó libre». ¿Cómo responden a esas críticas?
E. R: Creo que la mala imagen del Poder Judicial se debe principalmente por desinformación, y que «lo que se dice» no obedece a una realidad. Nosotros no estamos para darle el gusto al pueblo, nuestra obligación es honrar el juramento que hicimos y resolver respetando la Constitución y la ley. ¿Qué es hacer justicia? Es resolver con respecto a la Constitución y la ley el caso en concreto, sin otros miramientos. ¿Por qué llego a una decisión así…? Eso hay que explicarlo, y es nuestra obligación tener un lenguaje más claro que nos permita hacer más comprensivas nuestras decisiones. Quizás no las compartan, pero sabrán que existe una razón que explica el por qué se resolvió un caso determinado de una u otra forma. Nos falta comunicar.

¿Y por qué no cuentan con ello?
E. R: Hay una vocería del Máximo Tribunal del país, incluso hace poco la Corte Suprema hizo un llamado a «Concurso de Redacción de Sentencia en Lenguaje claro», dando pasos en este sentido. En materia penal hay casos que son horrorosos y donde uno puede tener la intuición que el acusado es culpable, pero no están las pruebas que permitan sostenerlo o, peor aún, las pruebas están pero fueron obtenidas de manera ilícita, sin respetar los derechos del imputado o el debido proceso. La pregunta es, ¿el fin puede justificar los medios y tener una condena a cualquier costo? Para entender eso necesitamos una sociedad más madura que tenga claro que los jueces están acá para garantizar los derechos de todos quienes caigan en el ámbito penal, y allí puedes estar tú, yo, mis hijos…, cualquiera.

¿Y qué pasa con la labor de la Fiscalía? ¿Digamos que este es un trabajo en cadena, no?
P. R: También existe cierta confusión a nivel ciudadano. Siento que la gente confunde el Ministerio Público con el Poder Judicial, piensan que es lo mismo y que la Fiscalía depende de la Corte. Eso no es así. Son organismos autónomos y con directrices propias. Muchas veces la gente, en esta necesidad de que se haga justicia, entiende que el acusado debe pagar, pero a veces hay que saber distinguir la verdad material y la verdad jurídica. Tal vez nosotras podemos hacer esa diferencia porque somos abogadas, pero la gente no tiene por qué.

¿Qué es la verdad material y jurídica?
P. R: La verdad material es lo que pasó ese día, y la verdad jurídica tiene relación con las pruebas que presenta la Fiscalía, con el contrapeso que hace la defensa y la presentación de los testigos. Con todo lo anterior muchas veces no nos da para condenar, nosotras aparecemos absolviendo, y es porque las pruebas no son suficientes. Y el problema es que yo no puedo dar un fallo con la guata, porque si así fuera mejor que la doctora Polo resuelva el problema. Hay mucha información que no llega a la gente, y varias veces también nos encontramos con prensa que informa mal. Tampoco se trata de echarle la culpa a la Fiscalía, muchas veces ellos también están atados de manos, por ejemplo cuando la víctima no se presenta a un juicio o simplemente le miente al fiscal y a la hora de declarar ante el juez, se retracta.

¿Y las policías?
E. R: Las policías a veces no hacen un buen trabajo, y eso lo vemos en los juicios en que se presenta la prueba. Muchas veces los jueces nos preguntamos «¿cómo es posible que la policía (ya sea Investigaciones o Carabineros) actúe sin pedir permiso a fiscales, sin pedir orden judicial y sin respetar un procedimiento establecido legalmente?». Hay muchos elementos que rodean un caso, pero al final sólo se dice «el juez los dejó libre».

El año pasado en una investigación de Ciper Chile se cuestionó la calidad de abogados y escuelas de Derecho en el último tiempo. ¿Qué opinan al respecto?
C. C: A nosotros nos dio el título la Corte Suprema, egresamos hace tiempo de la escuela de Derecho, y sí, hay buenas y malas escuelas. Derecho es una carrera muy fácil de implementar, prácticamente sólo tener un plumón y una pizarra. Ni siquiera las bibliotecas o laboratorios cuentan acá.

E. R: Hay universidades públicas y privadas que se destacan por el nivel académico que tienen, pero otras que no. Uno nota en un juicio hay un buen o mal abogado, lo que por supuesto no es nada de bueno. Se corren riesgos, como que abogados puedan abandonar las defensas, por ejemplo. En cuanto a aquellos que quieran postular a ser jueces, hay un «cedazo» muy exigente, la Academia Judicial, y si un abogado es malo simplemente no entrará a esa institución y no podrá ser juez.

Revisemos casos impactantes que hayan llegado a sus escritorios:
C. C: El 2014 me tocó un parricidio. Un hombre en Quilicura mató a su padre con una aplanadora de tierra, a su madre la violó y luego la mató con la misma máquina. Todo en presencia de los sobrinos, que se escondieron en el entretecho de la casa para que no los mataran a ellos también. Le dimos cadena perpetua calificada. Su defensa presentó un recurso, pero fue rechazado. Ha sido una de las penas más duras que he dado, y por eso la recuerdo; fue muy impactante en su momento.

P. R: Yo también tuve un parricidio, una madre que mató a su hija, pero lo impactante fue su estado de obcecación; se trastornó y la asesinó. Me di cuenta de su dolor al recordar lo que hizo. Ella sabía que era la causante de la muerte de su hija, pero también sufrió, y mucho.

E. R: A mí me tocó asumir el inicio del caso Inverlink como juez subrogante, que tuvo un interés nacional. Fue muy complejo en lo personal, hasta me perseguía la prensa, hicieron reseñas de mi vida profesional y en ese sentido no lo pasé bien. Sentía que estaba siendo invadida en mi intimidad, pero también comprendí que era parte de mi trabajo: me tocó ser la jueza de un caso de connotación. Recuerdo que estalló en febrero y muchos de los periodistas titulares estaban de vacaciones, por lo tanto eran más practicantes cubriendo lo que sucedía. Tuve que hablar con mis superiores. En ese tiempo presidía la Corte el ministro Carlos Cerda, quien me instó y acompañó a la sala de pleno a dar una conferencia de prensa. Me costó muchísimo.

JUEZAS DE LA TV
Hace ya un par de años vemos en televisión programas con una jueza, un caso y un veredicto, como «Caso Cerrado» de Ana María Polo, «La Jueza», con Carmen Gloria Arroyo, y varios otros de diferentes países. ¿Qué opinan de ellos? «A mí no me gustan –responde Claudia Camus–. En general no veo esos programas donde se cuentan muchas intimidades con rating de por medio». Elizabeth Reinoso aclara que las juezas de la TV son jueces árbitros, a lo que Paulina Morales agrega que «es una modalidad de resolución de conflicto, contemplada en la ley, lo que ellas resuelven tiene el carácter de sentencia, y hay que cumplirlo».

A juicio de Elizabeth, «no nos confundamos: esos son programas de televisión. La protagonista puede ser abogada y resolver como árbitro un juicio en determinadas materias, pero ella NO pertenece al Poder Judicial. Independiente de eso, y a pesar de la farandulización, fíjate que las personas ven aquello como una oportunidad y se dan cuenta que si tienen un problema, se puede solucionar, porque lo que está diciendo la jueza de la TV es real. Son temas comunes como la pensión, el engaño de una pareja y todas esas cosas que a cualquiera le podría suceder, y por eso empatizan. De ahí la alta audiencia».

Ya que hablamos de televisión, ¿qué les pareció que prácticamente se televisara todo el juicio de Nabila Rifo?
E. R: Creo que la publicidad de las audiencias se garantiza de manera suficiente con la posibilidad que tiene una persona cualquiera de asistir a ellas. El televisarla me parece excesivo y se dañan otros derechos, como el de la misma víctima a que no sean divulgadas situaciones privadas de la forma en que se hizo.
P. R: Pero bueno, los fiscales hicieron su trabajo, las preguntas estaban enmarcadas en la llamada técnica de litigación y era todo pertinente; el tema acá fue la publicidad que se hizo de todo.

TIEMPO PARA LA FAMILIA

¿Qué es lo más difícil de esta pega?
E. R: El próximo mes cumplo 20 años desde que ingresé al Poder Judicial, y para mí lo más complejo hoy es compatibilizar mi trabajo con la crianza de mis hijos. Postergué mi maternidad por mi trabajo, estudié y ascendí en mi carrera, pero ahora tengo niños chicos. Recuerdo cuando mi mamá me iba a buscar al Tribunal a las 11 de la noche, habiendo permanecido todo el día allí. Me esforzé y sacrifiqué mucho en los distintos cargos en que me desempeñé. No tuve pitutos y nada de eso, sino constancia, trabajo y dedicación, porque tengo vocación de servicio público. Pero ahora, con niños pequeños que me exigen mucho, se hace muy difícil compatibilizar todo.

C. C: En mi caso, y al igual que la Ely, fui mamá más vieja y también llevo hartos años en el Poder Judicial. No sacrifico las horas-hijo por nada del mundo, pero sí debo sacrificar horas de sueño. Trabajo desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde, me voy a mi casa a estudiar con mis hijos y estar con ellos. En mi caso vivo con mi mamá, ella las hace de asistente y me ayuda en otras cosas, como las compras. Pero eso significa que hay cosas que no alcanzo a hacer en la oficina y me las llevo a la casa, aunque estoy súper acostumbrada. En mi hogar existe la cultura de saber que la mamá está redactando un fallo, y eso es seguido.

P. R: Mis hijos hasta manejan el lenguaje y me dicen… «¿mamá tienes fallo para este fin de semana?» o «cuántos expedientes te trajiste».
C. C: Mi hijo de 6 años juega a veces a redactar sentencias… ¡con eso te digo todo! (ríe).
E. R: ¿Pero sabes? Creo que no somos súper mujeres, y apuesto para que las cosas avancen y podamos abrir más espacios que nos permitan criar bien a los hijos y estar con nuestras familias también. Es cierto que nos hemos adaptado, pero eso no significa que esté bien.

Sobrecargadas en lo profesional y como mamás, ¿les queda tiempo para salir, ir al gimnasio, etcétera…?
C. C: Yo voy al gimnasio y practico baile.

P. R: En el tribunal un grupo de colegas tenemos un personal treiner que nos va a entrenar allá. Y con otras amigas teníamos los jueves culinarios, nos juntábamos a cocinar en la casa de alguien.

E. R: Mi distracción va por el lado de salir con un grupo de amigas con las que nos vemos frecuentemente.

Mi hija mayor tiene 13 y el más chico 5.
C. C: Yo tengo dos hombres, de 6 y 8 años.

E. R: Un hijo de 4 y otra de 7 años.

¿Y las tres están solteras?
P. R: Separada.

E. R: ¡Oye! Pero no existe eso de separadas…

P. R: Digamos que jurídicamente estoy casada, más bien separada de hecho y en proceso de divorcio. Pero en la actualidad tengo pareja.

E. R: Estoy soltera.

P. R: ¿Ya te divorciaste?

E. R: No, nunca me casé.

C. C: También estoy separada y en la actualidad tengo pareja.

El trabajo de ustedes es serio, pero deben contar con un buen anecdotario…

P. R: Una vez presidí un juicio donde iba todo bien hasta que un testigo dice su primera palabra y le sale un gallito que me dio una terrible tentación de risa. Él se rió primero, así es que dio pie para que todos los demás nos riéramos. En otra oportunidad le pregunté al imputado que cuál era su profesión y respondió «soy delincuente…»

C. C: Una vez pregunté a un señor «¿tiene usted algún apodo?», y me responde «sí, me dicen pie grande». Todo normal hasta que llega el momento en que se retira y veo que usaba unos tremendos zapatos…, recién ahí me puse a reír.

 

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