Por: Jessica Celis Aburto. Fotos: Gonzalo Muñoz F. (@gonzaloxtrem).
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En julio de 1981, la actriz Jael Unger cumplió 40 años y debutó en su cuarta teleserie, «La Madrastra», escrita por Arturo Moya Grau. Antes fue parte de «María José», «JJ Juez» y «Sol tardío», también escritas por Moya Grau, considerado el «padre de las teleseries chilenas». Pero jamás imaginó que obtendría el protagónico de la que marcó un antes y un después en el género, y que este año celebra 35 años de su estreno.
«Marcia», el emblemático personaje que remeció a la audiencia, tenía 3 hijos que bordeaban los 25 años, y ella comenzó las grabaciones cuando aún tenía 39. Esa poca diferencia de edad no le cuadraba. «Nunca se me pasó por la mente que ‘Marcia’ sería yo, fue una sorpresa. Cuando supe lo asumí inmediatamente y me dio una gran alegría. Fue un lindo y gran desafío. Una de las cosas que más me gustaba de ser actriz era construir un personaje. Era muy matea y trabajólica, en el buen sentido. Preparaba cada detalle, armaba su historia y justificaba todo», recuerda, sentada en un café de Providencia.
Habla en pasado de su oficio actoral porque hace años decidió retirarse para dedicar su vida a la práctica y enseñanza del método Isha, sistema de autoconocimiento y expansión de la conciencia. Hoy es maestra espiritual.
Llegar hasta ese punto implicó un largo camino que comenzó tras la muerte de sus padres en 1985, y con quienes llegó a vivir a Chile desde Uruguay, cuando tenía 5 años. «La decisión que tomé no fue de un día para otro, sí algo muy profundo, porque el teatro era mi pasión. Lo tenía todo menos a mí, y no me daba cuenta. Sentía un vacío muy grande en mi corazón, y eso pasó a primer plano. Se hizo evidente justo después de la muerte de mis padres. Mi hermano vivía fuera de Chile y tuve que hacerme cargo sola de todo lo que implica la muerte de alguien. Fue una época muy fuerte y difícil, caí como en una depresión fuerte. A Isha la conocí recién el 2002, por lo que pasé mucho tiempo buscando. Caí en un hoyo, empecé a salir de a poco, y durante mucho tiempo lo hice sola, porque no tenía ningún método. Así empecé a buscar cosas que me hicieran llenar este vacío, y el teatro pasó a segundo plano», confiesa.
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En ese tiempo estaba casada con el director teatral Gustavo Meza, con quien también trabajaba en el Teatro Imagen. «Tenía una preciosa relación de 22 años, pero sentí la necesidad de hacer este camino sola. No fue falta de amor, sentía que estaba ahogada, y jamás pensé en separarme, porque mis dos pasiones eran el teatro y Gustavo. Estaba perdida, pero me encontré a mí. Fue un camino largo y de mucha introspección», reflexiona.
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Bordeaba los 50 años cuando el cambio en su vida fue más radical. Estuvo dos años recluida, sola, en su casa de El Arrayán, sin bajar a la ciudad. Pasaba los días paseando por los cerros con sus perros y leía muchos libros espirituales. Sin embargo, la actuación aún no salía de su vida por completo. Estuvo de gira fuera de Chile durante 2 años con la exitosa «Cartas de Jenny» (Teatro Imagen) y cuando volvió en 1990 –después de una vida profesional en Canal 13– fue fichada por el área dramática de TVN para integrarse a «la teleserie de sus sueños», según ella la define: «Volver a Empezar». «Una de las cosas que no me gustaban de las teleseries era la falta de contenidos y valores. No me gustaba ser parte de esa entrega de tantas cosas sin sentido. Esta primera teleserie que hice en TVN estaba aterrizada en el Chile de la época, tenía un muy buen guión con diálogos maravillosos, un gran elenco y personajes profundos. Un sueño», dice. Y fue en esa casa televisiva dónde trabajó hasta su retiro. Su última aparición fue el 2002, en la teleserie «El Circo de las Montini».
EL ÉXITO Y SU PROPIA MATERNIDAD
Jael confiesa que hace años no ve teleseries. No tiene tiempo y no le llaman la atención. Hoy las recuerda con distancia, pero también con nostalgia y valor, rescatando especialmente el trabajo del escritor y dramaturgo Arturo Moya Grau («La Colorina», «La Noche del Cobarde», «La Trampa», «Ángel malo», etcétera). «Una de las cosas que rescato de ‘La Madrastra’ y esa época son los guiones de Arturo Moya Grau, porque eran contundentes y entregaban valores humanos. Eso a mi me encantaba. Arturo tenía el olfato de capturar todo lo que pasaba en el Chile de la dictadura, donde nuestros valores cambiaron totalmente. Había un país sencillo, nada de pretencioso ni arribista, pero en esa época nos llenaron la cabeza con que las cosas, lo material, los televisores, los autos, nos iban a hacer sentir mejor. Moya Grau logró plasmar que los valores humanos estaban por encima de la plata», explica.
¿Por qué «La Madrastra» se convirtió en el ícono televisivo que es hoy?
Tuvo muchos ingredientes para que fuera un éxito: primero, un guión maravilloso; también un elenco de primera, con los mejores actores de Chile; directores de excelencia; fue la primera teleserie con la que Canal 13 se arriesgó, desplegando una gran capacidad técnica, con una segunda unidad que grababa en exteriores, algo que era una novedad. Fue un trabajo que se hizo con mucho amor y mística.

¿Cómo viviste la explosión de ese éxito en tu vida cotidiana?
No salía mucho porque trabajaba todo el día. Desde las 8 grababa la teleserie y en la noche tenía teatro, que en esa época se hacía de martes a domingo. El único rato libre que tenía era después de las 6 de la tarde del lunes, cuando terminaba de grabar. Y si quería salir no podía, era imposible. No podía andar en Metro ni salir a comer. La gente era súper cariñosa, pero no podía estar tranquila porque se venían encima.
¿Se te fueron los humos a la cabeza con todo eso?
No (risas). Te voy a contar una anécdota. Nos fuimos un par de días a Viña del Mar a descansar, y los dueños de los negocios que me veían salían a regalarme sus productos, desde chocolates a muñequitas, ¡de todo! Hasta el día de hoy es mucho el cariño que recibo. Otra cosa que me pasó es que unos chicos jóvenes se me acercaron y me dijeron «señora, no se preocupe, sus hijos la van a querer, nosotras la amamos». Eso fue muy lindo, y lo que rescato es que de alguna manera en ese episodio vi a unos adolescentes que también tenían una falta de mamá, y estaban viendo en la teleserie lo que les pasaba en sus propias vidas. Esa impresión me dio a mí.
Tú tienes una hija. ¿Todo eso te llevó a reflexionar sobre tu propia maternidad?
Fue muy loco, porque el tema de la maternidad me estaba tocando por todos lados. En teatro estaba haciendo «La Niña Madre», que trataba de una mujer embarazada que estaba con una pareja que la trataba pésimo, entre otras cosas, y en «La Madrastra» estaba con esta «Luna», mi hija televisiva, que me trataba muy mal. En la vida real estaba con mi hija, quien había terminado el colegio y se iba a vivir a Estados Unidos a estudiar danza porque su papá, que vivía allá, la invitó. Se fue en medio de la teleserie y ni siquiera la pude ir a dejar al aeropuerto porque estaba haciendo funciones.
¿Fue un remezón?
Sí.
Dafna Rosenblum Unger es su única hija, y nació cuando tenía 20 años. Se fue de Chile a estudiar y nunca más volvió, aunque ha tratado de establecerse acá. No tiene hijos y hoy vive en Woodstock, Estados Unidos.
¿Cuál es tu reflexión en torno a tu rol como mamá?
A través del sistema de Isha he sanado mucho ese tema, porque tenía una culpa enorme pensando en que había sido una mala mamá y que algo había hecho mal, que algo no le di a mi hija. Tenía un susto enorme y fue lo que más sané con el sistema. Lo que aprendí es que los seres humanos, en todo, siempre damos lo mejor. Si no damos más es porque no podemos más. Lo lindo es el feedblack que me ha dado mi hija frente a eso. A ella le di alternativas en la vida, y me las agradeció porque eran las que necesitaba. Por ejemplo, yo entré a la Escuela de Teatro cuando ella tenía 6 años, y luego de grande pasó mucho tiempo sola mientras yo trabajaba. Una vez le pregunté si la había dejado sola y me dijo: «¡Estás loca! Al contrario. Estaba feliz de no tener encima mío a alguien que me dijera a qué hora hacer las tareas». Ella es muy libre y creadora. De verdad creo que era lo que necesitaba. Estudió con los mejores maestros del mundo en Nueva York, es muy especial, ¡imagínate que vive en Woodstock! (risas) Me separé de su papá cuando ella tenía 7 años, y cuando cumplió 15 me dijo que había sido feliz cuando nos distanciamos porque peleábamos mucho. Ahora, cuando le preguntan cómo era yo antes, dice «mi mamá era súper chora, súper hippie, y en mi casa lo que más me encantaba era que se hablaba de arte». Ella tiene los mejores recuerdos míos y de nuestra familia, y eso me hace muy feliz.
¿Extrañas actuar?
Cuando el año pasado se cumplieron los 40 años del Teatro Imagen, Gustavo (Meza) me invitó a remontar «Cartas de Jenny», y se me dio todo para hacerlo. Era la primera vez que me tocaba actuar con toda la experiencia que tengo en el sistema Isha y viendo los resultados de su práctica en mi vida. La diferencia que noté entre actuar antes y ahora fue enorme. Disfruté tanto, estaba tan presente en lo que estaba haciendo… Todo fue mucho más profundo, más potenciado. Antes, a pesar de la fama, era súper insegura como actriz y en mi vida. Ahora eso ya no está y pude disfrutar mucho, pero no para quedarme en el teatro de nuevo. Me sirvió para valorar más la práctica espiritual que ahora entrego.
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EL SISTEMA ISHA
El método Isha es un sistema de autoconocimiento creado por la australiana Isha Judd. A través de una Fundación –dirigida por ella misma y apoyada por maestros– se realizan diversas conferencias y seminarios, además de diversas iniciativas gratuitas de apoyo social. En Santiago se realizará un Seminario Intensivo los días 11 y 12 de junio. Inscripciones y más información en la web: www.isha.com/es/inicio/
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