Chile

Chris Carpentier saca su lado más íntimo y nos cuenta cómo superó las peores crisis de su vida

Sufrió una parálisis total, se divorció y perdió su restaurante C; hoy el chef y comunicador ha vuelto a nacer. Dejó de ser “un pelotudo”, como confiesa, y se declara un hombre feliz. El boom mediático de Master Chef, sus nuevos restaurantes y sus libros de cocina son apenas una parte de su felicidad. ¿La otra? Su segundo matrimonio, sus hijos y la placidez del campo, su paraíso.

Por: Jessica Celis Aburto.

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Su pasión por la cocina lo llevó a los 18 años a viajar a Estados Unidos, donde estudió cocina y comenzó a tallar un futuro a través de ella, el cual tuvo su gran explosión en el 2002, cuando su restaurante Agua fue elegido por la revista Condé Nast Traveler Magazine como uno de los mejores 50 del mundo.

Christopher –Chris– Carpentier, cocinero y comunicador, no tiene «un plato favorito». Come de todo menos mantequilla y margarina, y le encanta la comida casera y el queso, uno de sus alimentos predilectos.

Entró a la televisión cuando comenzaba a caminar los 20, y hoy, a los 42 años, ha dado varias vueltas, bien parecidas a las de una montaña rusa. Fue una de esas vueltas la que lo llevó a tocar fondo hace unos años, cuando se divorció; su gran apuesta culinaria –el restaurante C– fue clausurado por una orden municipal (porque excedía la construcción permitida), y estuvo «muerto en vida» por una parálisis total, durante 15 días.

Hoy la historia es otra. Su renacimiento profesional y familiar lo tienen pasando por un gran momento. Y aunque lo que vivió lo describe como el gran porrazo de su vida, fue también lo que lo llenó de aprendizajes. ¿Uno de ellos? Dejar de ser «un pelotudo» para convertirse en uno feliz, tal como cuenta en esta entrevista.

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Desde el domingo pasado –junto a Yann Ivyn y Ennio Carota– se puso a la cabeza de Master Chef Junior Chile, programa que se suma a las exitosas temporadas de Master Chef 1 y 2. A esto agrega las cuentas alegres que saca en sus nuevos restaurantes El Barrio y Maldito Chef, sus dos libros de cocina («Maldito Chef» y «Cocina de Barrio») y la familia que formó junto a su segunda mujer, Alejandra Vallarino, y sus 4 hijos –Franco (13), Augusta (11), Ema (8) y Facundo (4)– quienes llenan el espacio más importante de su vida.

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¿En qué momento te encuentra este boom mediático?
Todo llega en su momento, y esto llegó en uno sólido profesional y familiarmente, también desde la madurez para entender la exposición de la TV abierta, de un programa como «Master Chef», algo que nunca había vivido, aunque hace 20 años que estoy en cable. La gente me mira en la calle, me pide fotos, la niña del peaje te saluda…

Tu nombre se hizo familiar y conocido cuando eras el chef de «Buenos días a todos». ¿En esos años no pasaba eso?
No así, era algo más vago. En esa época era como el arroz graneado, y la diferencia es que ahora, de un momento a otro, pasas a ser el protagonista. Creo que también influye el formato del programa. La televisión está cambiando y pidiendo nuevo contenidos, y «Master Chef» lo es. No es farándula. Es un programa entretenido, transversal, la gente te quiere, no se trata mal a nadie. Mi rol de único chileno también creo que me da un plus, y aunque tengo una posición quizás más radical que mis compañeros, más autoritaria, siempre es de apoyo a los participantes, y eso le ha gustado mucho a la gente.

Esta nueva etapa trajo, además, algo que para él ha sido inesperado: su arrastre entre las mujeres. De hecho el programa «Maldita Moda» lo eligió como uno de los DILF chilenos (la versión masculina de las MILFS), tribuna que compartió, entre otros, con el actor Álvaro Rudolphy. Él se lo toma con humor y como un regalo. «Las empresas con las que trabajo me entregan métricas de quienes me siguen, y según eso uno sabe que tengo cierto éxito con las mujeres, un poco mayor que el promedio de los hombres, pero se lo endoso en un porcentaje a la televisión y en otro a la condición personal mía».

¿Tu ego va camino al cielo con tanto piropo?
No. A los 40 ves la vida muy distinta. No te toca el ego como hubiese sido a los 30 o 20. Probablemente si me hubiese pasado en esos años habría sido un desastre. Me toca de una manera más amable ahora, más de cariño que algo más sexual. Lo que me llama la atención es que pase conmigo esto, porque el que tiene ese rol en «Master Chef» es Yann. Él explota más el look del sex simbol, yo no. Me han ofrecido hacer campañas de moda y no las he tomado porque siento que no es mi galería y que puedo aportar desde otros lugares. Soy súper pragmático, y creo que en mi caso a las mujeres les es más atractiva mi personalidad que mi físico. Creo que les atrae el personaje, y la exposición de ahora contribuye a eso.

¿Cómo te iba con las mujeres antes de casarte?
Creo que me ha ido mejor con ellas más de grande que de chico.

¿Tímido?
No. Era muy pelotudo. Por eso te insisto que el éxito tiene que ver con la seguridad, y creo que las mujeres la buscan.

¿Eres más seguro ahora?
Sí, mucho más. Las mujeres buscan en los hombres, normalmente, seguridad y sentido del humor.

¿Y reúnes ambos?
Creo que sí, que tengo las dos cosas. Y esa combinación mezclada con la cocina, la televisión, la facha o lo que tu quieras, suma. Pero insisto que mi relación con las mujeres que se me acercan, que van desde los 20 hasta los 90 años, es más simpatía y humor. Les echo tallas, las tomo en brazos, me saco fotos y me río mucho de mí mismo.

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¿Seductor?
De partida mi pega es seducir. Hacer que la gente que entre feliz o enojada a mi restaurante, salga contenta como sea. Todas las cosas que a mí me daban vergüenza entre los 20 y 25, hoy me enorgullecen. Y las cosas que a esa edad me enorgullecían hoy me dan vergüenza. Hablar de un tema creyéndome la raja, como lo hacía quizás a los 18 o hasta los 30 incluso, lo veo de repente en otras personas. Me río y pienso «pensar que uno era igual»… No es necesario ser pintamonos, hablar más fuerte, más choro o tener plata para atraer o llamar la atención. Hoy día, a los 40, una mirada a una mujer es mucho más letal o seductora que hablar de tus logros o éxitos. Uno tiene otras herramientas para seducir, aunque no sé si es la palabra…. Diría que para andar por la vida.

LO IMPORTANTE

En la reciente alfombra roja del Festival de Viña del Mar, Chris junto a sus 2 compañeros de pantalla fueron uno de los puntos más altos de rating y de ovaciones del público. A él se le erizaron los pelos. «Lo que pasó fue impresionante. Ese día, por un tema de producción, salí a caminar primero que Ennio y Yann. Salí rápido y de repente puse un pie encima de la alfombra y escuché una ovación que en mi vida había escuchado. Uf, me acuerdo y se me paran los pelos. Paré y llamé a mis compañeros para que me alcanzaran y les dije que tenían que vivir ese momento. Tomé una foto, que es la que subí a Instagram. Estuvimos 10 minutos allí, tomándonos selfies, dando abrazos y entrevistas para allá y para acá… Luli y nosotros fuimos los más ovacionados, y con el rating arriba», recuerda.

Al otro día viajó a Quillota con toda su familia a un campeonato de polo familiar. Ese día tomó otra foto que también subió a Instagram. La imagen era de un bosque con caballos, una fogata con un chivo, un auto con la radio a full (en la que sonaban rancheras) y puso: «Esto es vida».

¿Qué quisiste decir con esa foto?
Que eso es lo que siento. Lo otro es pega, estar ahí con mi familia es la vida misma. Si el cielo existe me gustaría que fuera así. Con Felipe (Camiroaga) siempre hablábamos de eso, porque también para él el campo era el paraíso. Los dos compartíamos eso y las cosas sencillas.

¿Ese es tu espacio?
Sí. El campo, los caballos, la naturaleza, la familia, los amigos alrededor del fogón tomando mate.

Disfrutas de las comidas y bebidas más bien simples que de una cocina más elaborada…
Sí. Creo que el porrazo que me di cuando me enfermé es de las cosas que te pasan y te pueden hacer reflexionar de verdad. Nunca he tenido una muerte importante y espero que eso no ocurra, pero estar así es como estar muerto en vida. Si eso no te hace reflexionar sobre tus prioridades en la vida, nada podrá hacerlo. Mi vida cambió totalmente.

En una entrevista dijiste que hasta antes de esa parálisis habías sido un insoportable.
Sí. Por eso digo que hoy está lleno de mujeres guapas y hombres pinteados, pero muchos son una foto, porque después que los conoces no hay nada más. La vida te quita cosas, pero te regala otras. A mí me regaló la salud de vuelta, una familia, volver a afirmarme económicamente, tener nuevos proyectos en televisión. De los 20 a los 33 fui súper exitoso pero no feliz, andaba buscando en las cosas materiales, afuera, en los lugares equivocados. Hasta que me pegué este porrazo y me di cuenta que la felicidad está en lo sencillo. No hago juicio de valor, cada uno hace camino. Soy un afortunado, y el destino me ha ayudado con lo que me ha mostrado: la cocina, el porrazo que me mostró lo sencillo y que dentro dentro de uno está lo que te hace multiplicar la felicidad.

Muchas personas que han perdido todo quedan traumadas, tienen terror a la pobreza y, al revés, vuelcan su vida para tenerlo nuevamente. ¿Cómo es tu relación con el dinero hoy?
Me pasa algo súper fuerte con la plata, y es divertido, porque mucha gente se imagina que tengo mucha, como que me va muy bien. Transmito eso. Pero nunca he sido muy preocupado por la plata, y creo que no me ha faltado por lo mismo. Creo en los proyectos y no en los negocios, y pienso que por eso me ha generado lucas. Soy una persona súper responsable y vivo pendiente de otras cosas. No tengo ambición de tener más y siento que con lo que tengo, basta y sobra. Tengo la posibilidad de hacer prácticamente todo lo que quiero dentro de cánones muy acomodados de Chile, entonces sería muy mal agradecido quejarme.

¿Qué gustos te das?
Jugar polo, porque es un deporte caro. Es el único que me doy y lo practico con mi hijo, es muy familiar.

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EL AMOR, LA FAMILIA

A Alejandra Vallarino, su actual mujer, la conoció en «la peor época» de sus vidas, como confiesa; ella había quedado viuda y él, tras su primer quiebre matrimonial, venía saliendo de su parálisis, con varios kilos extras producto de los remedios que debía tomar. Ella ya tenía dos hijos: Franco y Augusta, y él tenía a Ema. De su unión nació Facundo.

«Nos conocimos en pelotas, en un momento en que estábamos con todas las defensas bajas. A partir de eso nació nuestra relación, entonces creo que eso hace que sea muy poco lo que uno le pide a ella, porque todos son regalos. Hoy miro la vida así. Despertarme y que los niños estén sanos es un regalo. Despertarte y ver reír al otro es un regalo. Te conociste con tan poco que te das cuenta que no necesitas mucho más, y todo lo que viene es vuelto. Creo que eso hace que sea un tipo de relación mucho más liviana».

¿Cómo vives el amor en tu segundo matrimonio?
Una vez dije en una entrevista algo que fue polémica familiar y mi suegra mi retó. Dije que yo no creo en la fidelidad, creo en la lealtad. Creo que la fidelidad es un trabajo diario, de cada instante, sobre todo cuando, como en mi caso, estás casado con una mujer guapa, inteligente, y que tiene los atributos que la mayoría de los hombres busca en una mujer. A su vez, ella está casada con un hombre que es público y mediático. En ambos casos son opciones y decisiones de todos los días. El alcohólico tiene que salir a comprar su copete y el drogadicto su droga. Los hombres y mujeres están en todos lados y en todo momento, entonces, creo que uno opta y es leal a ciertas cosas que te comprometiste, a tu familia, tus niños.

Aparte de la lealtad, ¿qué te hace optar por ella día a día?
Me pasa algo raro que creo que no le pasa a mucha gente: la miro y me gusta como el primer día. Me imagino que es como cuando miras a alguien a los 60 años y la ves con la misma mirada que cuando tenía 20. Pienso que es bastante único.

¿Se dan espacio para pololoear?
Viajamos harto solos o salimos a comer sin los niños. Cuando uno se casa es para compartir más con la otra persona. Yo le dije «me quiero levantar y acostar contigo». Eso no quiere decir que estoy pagando una condena (risas). Si quiero salir con amigos o pegarme un viaje solo, lo hago. No lo hago por tiempo, pero si no pudiera, allí habría un problema. Lo mismo pasaría con ella si no pudiera tener sus espacios porque yo le pusiese peros. Conocerse de más grande es muy distinto y como lo hicimos nosotros, es otra historia..

¿Hoy eres feliz?
Sí. Empecé a ser feliz o entendí la felicidad de viejo. Y ahora lo entiendo desde lo más puro, como mis hijos. Miro la televisión y este éxito con mucho recelo, porque todas estas cosas son como un caramelo envenenado: tiene un dulzor súper rico pero estoy esperando cuando viene el golpe. Qué fuerte debe ser para la gente que de verdad ha hecho una carrera en la tele y que la tele es todo, cuando se les acaba la pantalla, el éxito, el aplauso, el saludo. Y lo otro que debe ser fuerte es el paso del tiempo en pantalla, cuando has sido el más estupendo o el más pintoso de la tele, y te miras y te das cuenta que tienes arrugas, que no eres el mismo y que debes recurrir al bótox, a las lipos y a todo lo que te ayude a seguir viéndote joven. Creo que llegar a eso, aparte de quedar horrendo, te destruye el alma, porque estás luchando contra algo que no tienes cómo luchar cuando entras en esa vorágine.

¿No has recurrido a esa «ayuda»?
No.

¿Te harías algo?
¡Me haría todo! Pero porque me siento incómodo. No tengo prejuicio con eso. Lo que no haría es hacerme algo por la ansiedad de seguir en televisión o por «otro». Lo haría para sentirme mejor y feliz conmigo. Uno está en la televisión, o en esta «ola», no sólo por lindo o feo, sino por tener contenido o transmitir ciertas cosas, y creo que esa es mi cuota de aporte en «Master Chef».

«Ser más que una cara bonita».
(Risas) Sí, y es más que hablar de un plato. En todas las portadas en las que he aparecido es porque me acerco a alguien que está llorando y le doy un consejo, o lo contengo. Si en las finales he terminando cerrando con mis palabras, es porque quizás tengo esa facilidad para conectarme con la gente de otra manera. Algo que también me pasó en Cocina C (que este año tiene su última temporada luego de 8 años), donde lograba conectarme realmente con los invitados y era un programa que era más que preparar un plato de comida. La frase de la mayoría de los invitados era «nunca he hecho esto en televisión», y al final se soltaban porque lograba que se olvidaran de las cámaras.

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¿Eres muy sensible?
Parece que me he puesto más sensible con el tiempo. Y mi sensibilidad no tiene que ver con el llanto, sino con sensibilizarme con la gente. Ayudo sin que nadie sepa.

¿Empatía?
Sí, creo que mi sensibilidad tiene que ver con eso, sobre todo con los niños.

¿Te emocionaste con los niños de «Master Chef Junior»?
Me pasan dos cosas. Cuando estoy en «Master Chef» es trabajo y estoy pendiente de todo: desde el camarógrafo, la luz y mis compañeros hasta los platos. Algo que no es bueno. Es igual que cuando estoy en el restaurante, donde estoy preocupado de todo. Eso hace que no me conecte tanto con lo que está pasando, porque estoy preocupado de que todo esté bien. Y cuando me conecto doy mis consejos y eso hace que sea muy espontáneo, y a la vez verdadero, porque no ando tras la lágrima, el rating, favorecer a nadie y tampoco agradar a nadie; quizás es uno de los problemas de mi personalidad.

Honestidad y frontalidad antes de ser políticamente correcto.
Sí, eso me supera y me angustia. Si soy políticamente correcto lo paso pésimo.

¿Te ha traído problemas ser así? Sobre todo en Chile, donde reina un estilo bien solapado para decir las cosas…
He aprendido a ser frontal pero empático. Puedo ser frontal contigo, pero no tengo para qué decirte una pesadez. No sé si ser así me ha traído problemas, pero sí malos ratos, conversaciones desagradables. Más ha sido lo positivo: estoy con la gente que tengo que estar. Sé con quien calzo y quiénes son mis amigos. Algo que también aprendí cuando estuve enfermo. La gente me iba a ver a la clínica pero nadie sabía qué me pasaba, salvo que estaba inmóvil. No sabían que entendía todo lo que pasaba, y muchos hicieron comentarios sin saber que estaba conciente, oyendo todo.

Qué fuerte. ¿Escuchabas y entendías todo?
¡Todo! Entonces, por un lado fue gracioso escuchar cosas de gente que no es gravitante en mi vida hablando ciertas cosas no muy buenas. Pero también fue triste oír comentarios bien decepcionantes de gente que sí me importa y que jamás me hubieras imaginado o esperado. Eso me dejó en jaque y me di cuenta que me equivoqué con esa persona al considerarla un amigo. No es su culpa. Yo puse mal los vales en esa amistad.

¿Hablaste con esas personas?
No, ¿para qué? No son amigos míos ni familiares. No son nada. Hablar con ellos no me suma nada.

¿Eres muy selectivo con las personas, de pocos amigos?
Extremadamente selectivo y tengo muy pocos amigos.

Los chefs y la ausencia de Felipe

El trío que ha conformado con Yann Ivyn y Ennio Carota sin duda ha sido uno de los grandes atractivos del programa que lo tiene en esta nueva ola mediática. A Ennio lo conoce desde los años 90, y lo considera su amigo. Y a Yann, su amigo profesional. «A Ennio puedo no verlo durante un rato y sé que es una persona con la que puedo contar y él conmigo. A Yann lo conocí en ‘Master Chef’ y hay una amistad profesional. No vive en Chile, y cuando vivía acá era fuera de Santiago. Además al ser francés él también se parece a mí en la manera que entiende nuestra relación: que somos colegas, pero no quiere decir que somos amigos. Tenemos buena onda, pero si se queda en pana el día de mañana, no me va a llamar a mí. La gracia que tenemos los 3 es esa, porque cuando eres muy amigo en esta cuestión te pasa la cuenta…», dice.

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Y no andan a los «codazos»…
Nada. Ni entre nosotros ni con la Diana ni con nadie. Hay un grupo de trabajo tan profesional y bueno que todos descansamos en ello.

¿Eres muy exigente?
Muy.

Contigo, primero.
Sí, demasiado. Me gustaría ser más relajado conmigo, pero cuando empiezo a pensar así, no puedo.

¿Sufres o lo aceptas?
(Piensa) Creo que las dos cosas, me gustaría ser más relajado.

¿Algún sueño?
Ahí tengo otro problema grave por el que también me retan (risas). No tengo sueños, tengo metas en la vida.

¿Las metas son más «posibles»?
Sí. Pero bueno, si me lo preguntas así y tengo que pensar en un sueño, porque es bastante poco viable, me encantaría tener un parque.

¿Cómo lo hizo Douglas Tompinks?
(Risas) No, no tan grande. Un parque que tenga muchos árboles milenarios, frutales, un huerto, una laguna, animales, caballos, una casona… Me imagino una viña… Si pienso en un sueño sería retirarme algún día en un lugar así.

Un espacio más parecido al que disfrutaba Felipe Camiroaga.
(Piensa) Sí… Con él compartíamos la visión de la TV, se reía mucho de ella y creo que por eso le fue bien; además era muy poco políticamente correcto. Por eso opinaba poco y daba pocas entrevistas. No iba a mentir. Éramos muy parecidos en muchos temas…

¿Cómo sientes su ausencia hoy?
Creo que Felipe le hace falta a la tele. A mí me hace falta desde el punto de la vista de la amistad y el humor que tenía. Era súper incondicional a la gente con la que trabajaba y enorme la cantidad a la que ayudaba. Un hombre muy sensible, valiente –como cuando se bancó la pifiadera en el Copihue de Oro–. Cuando nosotros lo ganamos el año pasado, quise homenajear a Felipe y regalarle a él ese pedacito de premio que me correspondía a mí. Él se bancó todas las pifias, el equipo le quitó el piso y no había nadie arriba apoyándolo. Dio la cara solo. Al momento de irse no sólo se quebró TVN, se desbarajustó un órgano del cuerpo que han tratado de parar. Puede sonar súper radical o patero lo que estoy diciendo, pero lo siento así. Hoy en día en la televisión chilena no hay nadie de su talla.

¿Le dijiste todo lo que significaba para ti o quedaste en deuda con eso?
Nuestra amistad no era de fin de semana. Jugábamos juntos al polo y eso se dio unos años antes de que muriera. Antes de que eso pasara éramos compañeros de trabajo, pero siempre tuvo actitudes especiales hacia mí. Una vez llamó y se juntó con mi papá, con quien en ese momento yo estaba peleado sin hablar durante 5 años. Un día después de terminar el programa me dijo lo que había hecho y que uno no podía estar peleado así con su familia. Él había vivido eso con su mamá, con la que estuvo distanciado muchos años y cuando se reconcilió, ella se murió. Se ofreció a acompañarme a juntarme con mi papá si quería, y en ese momento no éramos amigos. A partir de eso, empezamos a estrechar nuestra relación. Antes de morir tuvimos una conversación sobre el matrimonio, pero nunca le dije lo que él significaba para mí porque nunca me imaginé que se iba a morir. El gran activo que tenía era su carisma, su valentía, que era querendón y no tenía ansias de tele. A él le fue muy mal muchas veces y siguió trabajando por un proyecto, no por la tele. Cuando llegó arriba no cambió en nada. A eso súmale la pinta que tenía. Las tenía todas…

¿Le dices a la gente que te importa que la quieres?
Hoy día sí. Y lo digo y doy besos. He tratado de desarrollar eso, porque durante mucho tiempo fui un pelotudo desde los afectos, los agradecimientos. Todavía me queda un gran trabajo y estoy conciente de eso, ocupándome de ello.

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