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PRMS 100: sin prevenciones ni estrategias

No podemos seguir instalando cualquier cosa en cualquier parte, porque ya sabemos que vendrán las aguas y se lo llevarán, vendrán los sismos y se nos caerán

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La ciudad construida sobre una cuenca de inundación. Fte. Jonás Figueroa Salas sobre plano Minvu.

POR JONÁS FIGUEROA

Sabrán nuestros lectores que  el PRMS es el Plan Regulador Metropolitano de Santiago. A su vez, el PRMS 100 es específicamente la modificación del Plan Regulador Metropolitano de Santiago vigente en la actualidad, una modificación impulsada por criterios que no ponderan precisamente la calidad de vida de los habitantes, como señalamos en una columna anterior.

Urbanismo Preventivo y Estratégico

Después de los altos costos sufridos en vidas humanas y patrimonio construido a causa de los fenómenos naturales, hoy se impone en este país un urbanismo sustentado en valores preventivos y estratégicos. No podemos seguir instalando cualquier cosa en cualquier parte, porque ya sabemos que vendrán las aguas y se lo llevaran, vendrán los sismos y se nos caerán. No podemos seguir con la mentalidad que el espacio físico en una dimensión ilimitada que permite cualquier carga: hasta los bordes mismos del mar, hasta las orillas mismas de los ríos, en las quebradas, en la pendiente de los cerros y sobre fallas sísmicas; fiel reflejo de que la avaricia urbana no tiene límites. Y aunque esta práctica nos cueste periódicas pérdidas y lamentos, seguimos ocupando lo inocupable.

Cuando se habla del cambio climático se indican sus consecuencias en los animales y la vegetación, pero el ser humano también es y será víctima de él. Los fenómenos meteorológicos incrementaran sus efectos negativos sobre las personas, las ciudades y los territorios. He ahí la importancia de contar con instrumentos de ordenamiento de los usos del suelo acordes con los límites que nos impone la naturaleza, más importantes que los que pueda definir el hombre. Cuestión que no quieren reconocer los que propugnan la aprobación a cómo dé lugar de la modificación del PRMS: un plan sin prevenciones ni menos estrategias; un mal plan para el futuro de la ciudad y sus moradores.

En primer lugar, el suelo en donde se instala el aparato urbano no es una dimensión física inerte, tiene sus valores naturales y potencialidades, restricciones, capacidades de acogida, bondades y dramas que los urbanistas desconocen y no pocas veces desoyen cuando se les alerta. Tal como los mentores de la reconversión del aeropuerto de Cerrillos se han empecinados de desconocer las virtudes del corredor de ventilación de baja altura, el Minvu se empecina en seguir con sus propuestas sin importar los costos en infraestructura y en la salud pública. Mientras no se entienda esta situación, seguiremos instalando parques en zonas secas y viviendas en zonas inestables, tal como observa la presente modificación del PRMS, rellenando de equívocos y desgracias con cualquier uso cualquier zona, un cualquerismo que el sismo del 27F ya puso en cuestión.

La Prevención del Desastre

Si esta dimensión física no es inerte, tampoco es plana ni uniforme. Tiene sus alteraciones topográficas, a veces imperceptibles a los ojos humanos, pero que utilizan las aguas eventuales y las fluviales para circular de modo natural, que se torna en tragedia cuando el hombre se cruza con sus aparatos. La almendra fundacional de Santiago por ejemplo, se instala en una meseta con dos grandes canelones por donde fluyen naturalmente las aguas, aspecto que evita las inundaciones que si es posible encontrar en las zonas consideradas urbanizables por esta mentada modificación. Cuando se inundan los coliflores no le importa a nadie; el drama surge cuando los suelos agrícolas pasan por simple acto administrativo a tener ocupaciones residenciales, sin importar sus bajas aptitudes ni menos seguir un protocolo que los prepare y depure para sus nuevos usos.

Siendo el soporte físico un valle de inundación, en cada lluvia se pone en funcionamiento una cuenca eventual que no está registrada en ninguna parte, en ningún documento ministerial, porque nunca se han preocupado de registrar por dónde van, de dónde vienen y hacia dónde van las aguas cuando llueve. Lo más dramático es lo que cuentan los moradores de Quilicura en donde el Minvu nos promete instalar vivienda, sobre un sector donde confluyen tres cursos de aguas que se ponen en funcionamiento y devastación en cada lluvia torrencial; con suelos de baja capacidad de absorción y con una napa freática a flor de tierra. Desconocemos por ejemplo, cómo se expresa esa situación en la tasa de mortalidad infantil, porque carecemos de un mapa o registro que nos informe de las enfermedades asociadas con las condicionantes climáticas y los usos urbanos del territorio. Nadie se ha preocupado nunca de cruzar esos datos.

El preocupante desconocimiento que tenemos de los fenómenos meteorológicos, hace que en cada lluvia -que precipita unos 60 litros por metro cuadrado- la sociedad pierda unos 300 millones de dólares en rotura de la infraestructura vial, en daños en viviendas, en enfermedades, en atrasos, en ausencias laborales y escolares, etc. Y a pesar de ello, seguimos incurriendo en los viejos errores proponiendo a través de planes reguladores y sus consabidas modificaciones administrativas, crecimientos físicos en zonas inundables y en zonas cubiertas por antiguos vertederos, viejos canales y pozos areneros, haciéndole morisquetas a la naturaleza.

La Estrategia de las Áreas Verdes

Después de este preocupante recuento, lo inteligente es ocupar estos suelos de alta sensibilidad con áreas verdes, por ejemplo. Áreas verdes que es el principal llamado que utilizan los redactores del PRMS 100 para vendernos las bondades del nuevo plan. Pero esos cientos de hectáreas que aseguran incorporar al patrimonio ambiental y paisajístico no surgen de decisiones preventivas y estratégicas que permitan transformar estas áreas verdes en piezas de amortiguación de zonas inestables y de usos incompatibles, por ejemplo. En este caso, las áreas verde prometidas no son más que márgenes y bordes de vialidad, franjas de seguridad, bandejones inutilizables por las personas; y áreas verdes situadas en los cerros que difícilmente podrían ser considerados parques urbanos y expresiones de las características vegetales y climáticas de las zonas en donde se sitúan; por el contrario, son piezas inseguras que tarde o temprano quedarán abandonadas por los costos que significa su mantención, no responder a los valores naturales del lugar y por situarse lejos de donde viven los ciudadanos.

Por último, el nuevo PRMS 100 tampoco utiliza estratégicamente las capacidades vacantes de la ciudad y las infraestructuras ferroviarias y viales existentes, hacia el norte y el sur de la Región Metropolitana. Tampoco dice qué hacer con el vaciamiento poblacional y los usos impropios que registran las áreas centrales (industrias, bodegas, depósitos de buses, playas de estacionamientos, etc.). Es decir, el PRMS 100 es un plan promesa, un listado de intenciones y nada más, sin compromisos ni menos estrategias, sin prevenciones ni menos obras de mitigación y tratamiento de antiguos residuos químicos de las áreas agrícolas. Debiendo ser el plan de futuro para el futuro de una metrópolis instalada en el siglo XXI, compitiendo con otras metrópolis del continente en calidad de vida, infraestructura y paisaje, apenas alcanza a ser un plan de suburbios instalados entre la gran ciudad y el desamparo. Si las autoridades estuviesen interesadas en ello, en el futuro y no en las contingencias y urgencias del presente que pueden ser resueltas con las 7 mil hectáreas de suelo remante del plan vigente, podríamos dar una lección al mundo sobre cómo debe ser el urbanismo preventivo y estratégico que requieren las ciudades de un país sísmico e inundable como el nuestro.

Junto a ello, echamos en falta los compromisos de orden territorial que debe observar un plan de las características de este nuevo PRMS, sus relaciones y articulaciones con el débil sistema urbano de la Región Metropolitana y su amenazado sistema natural y climático, etc. La ciudad no puede ser creciendo según el modelo extensivo de baja calidad y desnudo de facilidades y oportunidades como creció fisicamente sin desarrollo a lo largo del siglo XX, porque ello es aberrante e insostenible en este siglo XXI a juzgar por los costos en salud pública y en seguridad que la sociedad ha debido y deberá solventar.

Pero más allá de todo ello, lo verdaderamente preocupante es observar que a pesar de los programas de campaña, las promesas y las ofertas, el nuevo gobierno no tiene nada nuevo ni diferente que decir ni hacer de aquel urbanismo sin límites ni proyecto que impuso la Concertación bajo el lema de “Todo el suelo es materia urbanizable” mediante la aplicación de las zonas de urbanismo condicionado, puestas largamente en cuestión en países europeos en donde se ha aplicado esta nefasta modalidad.

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