Desde el corazón de Ibarra, el helado de paila ha logrado lo que pocos, destacarse en un ranking global. La reconocida plataforma Taste Atlas —un atlas digital de sabores que recopila platos tradicionales, reseñas gastronómicas y recomendaciones locales de todo el mundo— lo ubicó en el puesto 39 de los mejores postres helados del mundo, con una puntuación de 4 estrellas, superando a favoritos como el yogurt helado y el helado frito.
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Descrito como un postre similar al sorbete, su sabor y textura lo convierten en una delicia única. Elaborado con jugo de frutas, hielo, azúcar y a veces claras de huevo, lo más especial es su preparación, se bate a mano dentro de una gran paila de bronce o cobre, sobre hielo con sal y paja. No hay aditivos, ni máquinas. Solo tradición y amor.
Rosalía Suárez: la mujer detrás del legado helado
La historia del helado de paila tiene rostro de mujer. Según la Cámara de Comercio de Quito, Rosalía Suárez se dio a conocer con esta receta en 1896, en plena ciudad de Ibarra. Se presume que su helado, fue hecho con hielo del volcán Imbabura y se convirtió en un favorito local.
Más de un siglo después, su legado sigue vivo gracias a la quinta generación de su familia, quienes continúan la tradición desde su heladería.
Una receta ancestral que se bate con el corazón
La magia del helado de paila no solo está en su sabor, sino en su preparación artesanal. El proceso es casi un ritual, la paila sobre hielo, el jugo azucarado girando mientras se mezcla con cuchara de madera, y ese momento exacto en que la mezcla toma la textura perfecta.
Entre los sabores más populares están la guanábana, mora, maracuyá y naranjilla. Refrescante, natural y 100% ecuatoriano.

Tres sabores latinos entre los mejores del planeta
En el ranking de los 50 mejores postres helados del mundo, solo tres representan a Latinoamérica. Están el Limber de Puerto Rico (puesto 5) y el Queso helado peruano (puesto 21). Cada uno con su esencia, todos destacados por su autenticidad y herencia cultural.

Este reconocimiento de Taste Atlas no solo pone al helado de paila en la mira del mundo, sino que también celebra la riqueza de la gastronomía ecuatoriana. Si alguna vez viajas a Ibarra, no dejes pasar la oportunidad de probarlo directamente de la fuente. Porque no todos los días se puede saborear una tradición centenaria.