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¡La mujer que renació! Resiliencia, amor y sanación en la voz de Diana Flores Viteri

Superó la violencia, migró, fue madre, enfrentó la depresión y escribió su historia para transformar el dolor en propósito. Hoy, inspira a otras mujeres a abrazar su vulnerabilidad como una fuente de poder.

Diana Flores Viteri
Diana Flores Viteri Diana Flores Viteri

Desde niña, Diana Flores Viteri, ecuatoriana que hoy reside en el exterior, se preguntó por qué las personas actuaban como lo hacían. Es así que la neuroarquitectura, la logoterapia existencial y la escritura fueron los caminos que encontró para reconstruirse tras experiencias marcadas por la violencia, la migración, la maternidad y el duelo.

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Su proceso de sanación quedó plasmado en su libro La mujer que renació luego de una muerte: Resiliencia en progreso. A través de esta obra, y en esta entrevista íntima, nos comparte cómo abrazar las heridas, renacer del dolor y construir relaciones conscientes, sin perder de vista su propia historia.

Libro: "La mujer que renació luego de una muerte: Resiliencia en progreso" de Diana Flores Viteri.
Libro: "La mujer que renació luego de una muerte: Resiliencia en progreso" de Diana Flores Viteri.

¿A qué edad en tu niñez recuerdas haber iniciado ese gusto por la salud mental y cómo lo fuiste potenciando?

Desde pequeña, tuve una curiosidad innata por entender el comportamiento humano, quizá por crecer en un entorno de emociones complejas. En la adolescencia exploré el impacto de la mente en nuestra vida.

Con el tiempo, lo apliqué en mi carrera de arquitectura y me especialicé en neuroarquitectura, entendiendo cómo los espacios influyen en el bienestar emocional. También profundicé en logoterapia existencial, buscando herramientas para encontrar equilibrio y guiar a otros en su proceso de autoconocimiento y sanación.

¿Esto ayudó a superar la violencia física y psicológica a la que fuiste expuesta con tu padre?

No fue un proceso fácil ni lineal. Crecer en ese ambiente dejó marcas, pero también me dio resiliencia, que con el tiempo fue una fortaleza. El punto de inflexión fue comprender. Comprender no es perdonar ni olvidar, sino resignificar. No es justificar, sino entender que cada persona tiene una historia y podemos verla desde distintas aristas.

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La salud mental sigue siendo poco hablada; las crisis y el sufrimiento se ocultan o minimizan, lo que aumentó mi interés por el tema. La terapia y el trabajo personal me permitieron transformar mi historia, no borrarla, sino integrarla. El duelo, la introspección y la escritura fueron claves en mi sanación.

¿Cómo has alcanzado tus metas viendo una relación de pareja como empresa?

Nuestra relación ha sido un reflejo de crecimiento y colaboración. No ha sido perfecta y ha atravesado momentos difíciles. Sin embargo, comprendí que la familia, como cualquier proyecto de vida, necesita atención, estructura y compromiso.

Llevamos la relación a otro nivel al comunicarnos en el “lenguaje del otro”. Hablar desde una perspectiva más estructurada, casi como un proyecto empresarial, ayudó a que Ricardo comprendiera la importancia de ciertos aspectos de la convivencia.

Entender que una pareja es un equipo fue clave: requiere comunicación, respeto y una visión compartida. De esa unión nacieron proyectos como nuestro podcast y nuestras iniciativas en neuroarquitectura y bienestar emocional, que han fortalecido nuestra relación e impactado en la vida de muchas personas.

Diana Flores Viteri
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¿Cómo combinaste la migración con la maternidad y a la vez la crianza respetuosa de tu primogénito?

Ha sido uno de los mayores desafíos de mi vida. La migración y la maternidad, pueden sentirse como un camino solitario. Migrar por segunda vez, ahora con un hijo, me ha exigido más resiliencia y adaptación. No hay fórmula mágica, y la exigencia mental es abrumadora.

La clave ha sido practicar la crianza consciente, con mi hijo y conmigo misma. Cuando él está molesto, aplicamos ejercicios de respiración y reconocimiento emocional, y en esos momentos veo que yo también los necesito. No se trata de ser una madre perfecta, sino de enseñarle que está bien equivocarse, que podemos aprender juntos y que la vulnerabilidad no es debilidad, sino una herramienta para conectar y sanar.

Al escribir “La mujer que renació de una muerte” ¿Cuál fue el proceso y objetivo del libro?

Claro que lo recuerdo. La mayoría de los capítulos los escribí en el tren de Toronto. Ese movimiento constante me llevaba a un flujo de pensamiento, como si escribir ahí me ayudara a sacar todo lo que tenía dentro. Siempre quise escribir un libro y guardé fragmentos de ideas, pero el verdadero impulso llegó al quedar embarazada. Todo empezó a conectar y tomar forma.

Supe que debía escribir sobre esos temas de los que casi no se habla, pero que todos vivimos: la muerte simbólica, la resiliencia, la reconstrucción. Mi objetivo no fue solo contar mi historia, sino invitar a otros a reflexionar sobre sus propios procesos, sobre las veces que nos sentimos rotos y la posibilidad de volver a empezar, de renacer.

Diana Flores Viteri
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¿Cómo se sentía estar medicada por depresión mientras afrontabas el duelo de la muerte de tu padre y experimentabas la pérdida del equilibrio emocional del que hablas en tu libro?

En realidad, esto sucedió un año después de su partida. Fue un periodo contradictorio, con una mezcla de vacío y alivio, culpa y paz. Hablo de esa sensación en mi libro, porque es difícil de describir, la mente busca explicarlo, pero el cuerpo solo reacciona.

La medicación me dio estabilidad, pero me hacía sentir desconectada de mis emociones. Nunca supe si realmente la quería o si era lo mejor para mí. Con el tiempo, sentí: “Si no me saco yo de aquí, nadie más lo hará.”

Sé que no todos tienen la misma fuerza en esos momentos, y no se trata solo de “echarle ganas”. Hay factores biológicos, psicológicos y emocionales que influyen. No es solo cuestión de voluntad, sino de equilibrar la ayuda externa y el trabajo interno.

¿Podrías destacar la diferencia entre asistir a terapia y a un psiquiatra? ¿Cuál es el objetivo de cada área?

Cuando miramos a las personas, debemos verlas en su totalidad, considerando tres dimensiones fundamentales: lo biológico, lo psicológico y lo espiritual. Todas son importantes, están interconectadas y no pueden separarse.

La psiquiatría se enfoca en la parte biológica y química del cerebro, utilizando medicación cuando es necesario. La terapia trabaja en la comprensión emocional y el desarrollo de herramientas para afrontar la vida. Pero, muchas veces, la dimensión espiritual queda fuera de la ecuación.

Diana Flores Viteri
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Lo espiritual no está “dentro” ni “fuera”, sino que es con, es decir, acompaña a la persona en su intención de ser y en el sentido que quiere darle a su vida. Aquí es donde entra la logoterapia existencial, que no solo aborda el sufrimiento, sino que ayuda a encontrar propósito en medio de la adversidad.

Hablas de la autoexigencia en la que recaemos las mujeres, mencionas que se dio en tu hogar y que odiabas el machismo. ¿Qué cambios ves en las nuevas generaciones y hablado específicamente de tu camino y su trascendencia?

Quiero pensar que las nuevas generaciones están rompiendo muchos patrones, pero aún queda camino. A veces descubrimos que estructuras que creíamos superadas siguen ahí. He aprendido a desafiar la autoexigencia y el machismo desde la consciencia, eligiendo mis propias reglas y redefiniendo ser mujer, madre y profesional.

Este proceso también implica transformar el entorno. Al cuestionar estructuras, enfrentas miradas incómodas y desacuerdos, y está bien: es parte del cambio. Mi historia es parte de esa transformación, y espero que mi trabajo ayude a otros a cuestionar creencias limitantes y construir su propio camino.

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¿Qué aprendiste de tu rol como hermana?

Aprendí que los roles no son fijos, sino que evolucionan. Como hermana, entendí la importancia del apoyo mutuo y de los límites. He vivido distancias y reconciliaciones, y comprendí que cada relación tiene su ritmo y espacio para sanar. No siempre será igual, ni encontraremos en el otro las mismas versiones.

Es un proceso de volver a conocernos, de encontrarnos desde otros lugares. Aceptar que la relación cambia, y que eso no es pérdida sino transformación, ha sido una de las lecciones más valiosas.

¿Tienes a tu pareja ideal? Aparece en medio de tu caos emocional, ¿cómo has manejado el entendimiento con todo lo que viviste?

No creo en la pareja “ideal” como perfección, pero sí en la que crece contigo. Ricardo llegó mientras yo sanaba, y juntos construimos un espacio donde nos acompañamos sin perdernos. También hemos abrazado nuestras versiones no tan sanas. Nos hemos visto en nuestra inmadurez y falta de herramientas para manejar un hogar y una relación estable.

Reconocerlo nos permitió evolucionar. La clave ha sido la comunicación, el respeto por los procesos individuales y el amor genuino. Aprender que el otro no está para completarte, sino para caminar a tu lado, ha sido fundamental. No es fácil, pero una relación cultivada con consciencia y compromiso mutuo trasciende lo “perfecto” y se convierte en algo real y profundo.

¿Cómo te hicieron sentir tus amigos en tus peores momentos y qué destacas de la gente que ha estado de manera permanente e intermitente en todo este proceso de sanación?

Mis amigos han sido un pilar en momentos difíciles, pero también aprendí que las amistades evolucionan. Algunos estuvieron incondicionalmente, otros llegaron en momentos clave y luego tomaron otro camino. Lo importante es reconocer que cada persona dejó algo valioso, incluso si su presencia fue temporal.

Creo que todos tienen algo que enseñarnos: a veces como reflejo de lo que somos o debemos trabajar, otras como lección de lo que no queremos. No todas las conexiones duran para siempre, pero igual impactan nuestro crecimiento.

Cuéntanos acerca de cómo intentaste quitarte la vida. ¿Crees que heredamos estas circunstancias?

Bajo terapia comprendí que existen factores genéticos y biológicos que predisponen a la depresión, pero también que somos nosotros quienes decidimos cómo afrontar nuestra historia y qué significado darle. La forma en que nos la contamos influye en cómo la vivimos.

Siempre he amado la vida, y aunque tuve pensamientos oscuros, entendí que no era un deseo real de desaparecer, sino un momento de desesperación. He luchado con la idea de que mi padre tomó esa decisión; su pérdida me hizo cuestionar mucho. Pero hoy creo que es posible vivir en paz, que la resiliencia siempre está, y que, aunque heredemos patrones de dolor, podemos transformarlos y sanar.

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Finalmente, ¿cómo ves a la muerte hoy por hoy?

Hoy veo la muerte como parte de la vida, no solo literal, sino en los cierres y renacimientos que vivimos. Ya no la temo, la honro como transición, recordatorio de que cada día es una oportunidad para vivir con consciencia y gratitud.

Es lo único seguro, y en vez de verla como final, la entiendo como ensayo constante, una obra en proceso. La vida nos da oportunidades de despedirnos, cerrar capítulos y empezar otros. La muerte me enseñó que vivir no es solo existir, sino hacerlo con propósito y autenticidad.

Diana Flores Viteri
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Hoy, Diana Flores Viteri mira a la muerte no como un final, sino como una transición necesaria. Su historia no es solo un relato de supervivencia, sino una invitación a resignificar la vida, a transformar la oscuridad en luz y a entender que el verdadero renacimiento ocurre cuando dejamos de huir de nuestras cicatrices. Porque, al final, vivir con propósito es el acto más valiente de todos.

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