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Los pros y los contras de la educación virtual

La educación virtual es parte del estilo de vida en medio de una pandemia que obligó a repensar nuestros hábitos.

Lilian Peralta y su hermana Carolina son docentes. En el caso d eLilian va dos años inclucando el home school con sus hijas, hoy también se ha adaptado a la educación virtual.

Mientras que Carolina es profesora de inglés en la educación tradicional y hoy su vida tomó un giro de 180 grados con la educación virtual.

Cada una nos cuenta su experiencia vista desde los docentes. Para Carolina, esta transición fue difícil ya que nuestra mente está acostumbrada al sistema tradicional de educación en las aulas, con los compañeros y maestros.

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«Ese sistema te induce a dejar toda la educación de tus hijos en manos de una sola persona que es el profesor. Hay mucha vigilancia sobre el alumno en este sentido.

En mi experiencia como docente y madre de dos niñas aplico la educación en casa y me apego a las herramientas digitales. En este sentido se logra que los menores sean autodidactas, sin embargo, debe existir un apoyo prioritario de los padres.

Esto no tiene que ver con cumplir con una marra curricular obsoleta que busca estudiantes memoristas. Pero los padres se han relajado al dejar por varias generaciones algo tan básico como el aprendizaje académico en manos de externos. Han delegado todo ese ámbito y por eso hoy resulta un choque al no saber qué hacían sus hijos en la escuela.

¿Cómo podemos exigir que aprendan si a los menores no les gusta leer, investigar, debatir, analizar? Esta etapa hay que vivirla en conjunto, tanto padres e hijos, uniendo esfuerzos para aprender.

En el sistema tradicional hay dos distinciones muy marcadas, las instituciones privadas y las fiscales. En el caso de las segundas, no hay los recursos tecnológico, ni los suficientes docentes y también influye la edad de los mismos que no han estado relacionados con la tecnología de manera directa. Por eso debemos ver cómo aportamos con el desarrollo pedagógico de nuestros niños», dice Lilián.

Sus alumnos fueron sus tutores

En el caso de Carolina, desde antes de la pandemia pudo utilizar los laboratorios de computación para impartir sus clases y poco a poco se fue relacionando con los programas tecnológicos.

«Fue una ventaja porque los jóvenes son pilas con la tecnología y yo aprendía de ellos. Ellos fueron mis tutores en muchas herramientas que pude utilizar en esta crisis que atravesamos.

Como profesores también cambiamos, los horarios, el sistema de calificaciones, los deberes, etc. A ellos como alumnos de igual manera se vieron en la obligación de ser autodisciplinados.

Quiero ser honesta pero el uso de la tecnología si fue con dificultad al inicio. Conversaba con mis compañeros y vi que no era la única. Usaba el celular y se me saturó la memoria, luego se me dañó la cámara y no me sentía con la autoridad de pedirles a mis alumnos que usen las suyas. Esto es una parte vital para saber quién esta atento.

Las sorpresas

También ha sido un reto porque no a todos les gusta participar vía Zoom, entonces como profesora debía pensar en cómo mejorar este nuevo sistema así que empecé a utilizar pizarras digitales para que interactuemos todos, es decir, mientras yo explicaba ellos me enviaban videos y textos y así podía saber que me estaban siguiendo el hilo de la clase», explica Carolina.

Afirma que sus alumnos sí aprendieron pero que no puede generalizarlo porque en nuestra idiosincracia no tenemos la costumbre de autoeducarnos.

Poco a poco descubrió aplicaciones y herramientas que ya le daban la nota individual al instante y Carolina sabía en qué reforzar, así evitó demorarse en calificar por cuenta propia.

Sin embargo, también conoció las falencias de la educación virtual y es que a los estudiantes se les acumularon de trabajos de todas las materias.

«De un 100%, el 65% aprendió pero el 35% puedo decirte que no. Aún les cuesta adaptarse a este sistema, ser más disciplinados en su tiempo. Priorizar las destrezas y exigir con calidad y no con cantidad de tareas», recalca la teacher de Inglés.

La gran afectación psicológica de no ir a la escuela

La psicóloga clínica Ana Lucía Carrión, determina que la afectación psicológica de los menores es muy fuerte al saber que no van a la escuela.

Esto, tomando en cuenta que estos espacios eran de gran interacción social. «Ellos tenían la costumbre de hablar, jugar y estudiar con sus pares. Incluso se llevaban con los mayores o los de otras aulas.

Ahí aprendieron a manejar la frustración a través de juego, en el caso de los más pequeños, cuando tenían calificaciones bajas o perdían en algún partido.

Todos somos personas de contacto físico y social y ahora con este encierro nos han bloqueado esta parte tan vital. Afectó de manera significativa el no abrazarnos, darnos un beso o un estrechón de manos. Esto genera un proceso de enajenación, nos sentimos raros y lejos de todo, como externos de un grupo.

Para que esto no secuenciar toda la etapa de emergencia que vivimos hay que empezar por abrazarnos nosotros mismos en casa. Cuando te despiertes date un abrazo. si trabajamos en el hogar y supervisamos tareas es de vital importancia la efectividad», señala la experta.

¿La mascarilla frustra el aprendizaje?

Sí afecta, dice Ana Lucía. Los niños siempre se enfocan en ver los rasgos físicos o los movimientos del cuerpo y cara. Esto, especialmente en los niños discapacitados.

Al tener una mascarilla en nuestra cara se pueden manejar algunas percepciones de la persona, a veces los niños creen que sus padres están enojados solo viéndoles los ojos.

«Imagínate taparnos casi toda la cara, nosotros somos visuales y al estar usando lentes, máscaras de protección y una mascarillas automáticamente se genera la distorsión del rostro, la expresión y el mismo mensaje que queramos transmitir.

Esto es una barrera mental por todos estos accesorios que no eran parte de la normalidad, entonces la mente inconsciente de los menores genera barreras, se siente que la cercanía no es tan certera. Eso paso yo con mis pacientes.

Los pequeños son muy visuales y necesitan percibir el lenguaje corporal de las personas porque ellos copian lo que ven. Con la mascarilla evitamos a toda costa ese simbolismo y distorsionan todas sus ideas», explica Carrión.

¿Qué hacer?

La especialista recomienda que se hagan cuadros con imágenes de gestos y pidamos a los pequeños que siempre las imiten.

«Por ejemplo, pregúntele cómo te sientes hoy y pídale que escoja la imagen que más cercana esté a su estado de ánimo. Dígale que lo imite y así generaremos un refuerzo positivo en nuestras expresiones físicas y emocionales. con esto no perdamos la empatía para lograr entender las emociones de los otros», sugiere la psicóloga.

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