Actualidad

#Opinión: Colombianos de bien, su xenofobia se les acaba en el aeropuerto extranjero

Perdón, venezolanos, han llegado a un país de miserables, como Claudia Palacios.

*Por Luz Lancheros: @luxandlan*

En esta infortunada era que avala al «colombiano de bien», he visto con asco e indignación, aflorar lo peor de esta nación: su racismo exacerbado, su clasismo sin parangón. Su xenofobia. Su falta de empatía – que ostentan con orgullo- por el pobre, el otro, el vulnerable.

«No tengo la culpa de que sean pobres y tengan hijos». O la peor, surgida a raíz de la espantosa columna de Claudia Palacios: «venezolanas, no traigan hijos al mundo. No tienen derecho a existir porque acá no somos como su país». Y todas las frases consabidas: «es su problema, no es mi responsabilidad ayudarlos. Ellos son un problema porque traen pobreza y enfermedades».

Recomendados

Creo que lo que nos ha jodido como nación (y me perdonarán Llinás y David Buschnell) es esa hijueputez congénita que nos ha tenido pisoteándonos los unos a los otros durante siglos, destruyéndonos, en la que solo nos preocupamos por nosotros. Ay de la pobre Bogotá si le tocara un terremoto como el de 2017 en Ciudad de México: tardaría décadas en recuperarse debido a esa indolencia, esa falta de preocupación por el semejante que los mexicanos dejaron de lado para ayudar a sus hermanos sin casa o atrapados en los escombros. Sí, somos un país de miserables. Y de miserables que se creen demasiado.

Y cuyos «grandes periodistas» (que son decepcionantes, censuradores, hipócritas y creen que este sigue siendo su feudo), replican todos estos discursos.

A mí me encanta que se les parta el corazón a todos esos colombianos que creen que son el centro de este Universo. Sobre todo cuando salen al exterior y se enfrentan con los chistes de Pablo Escobar, los chistes de coca o cuando los sacan como perros por su nacionalidad. No lamento decirles para nada que para el resto del mundo somos solo una nación tropical llena de drogas, mujeres sexualizadas y si al caso, Shakira. Que no significamos nada y que para todos esos racistas y xenófobos cuya conducta orgullosamente comparten como unos idiotas, no somos más que unos muertos de hambre de un estado fallido. Uno de tantos del Tercer Mundo.

Me encantaría que todos esos que dicen en Twitter que los venezolanos son un problema, que no deberían migrar, vieran que  en Antofagasta (y en Chile en general) dicen lo mismo de nosotros, también en Argentina (donde hay lugares a los que no nos dejan entrar por colombianos) y en México, de donde nos bajan particularmente de putas, de narcos, de ladrones. Y de México quiero hablar, en particular.  Al ser migrante allí tuve que enfrentarme a estos mismos estigmas. Al mi empresa no gestionar mis papeles, me encerraron 24 horas por colombiana en una habitación al ir la primera vez. ¿Por qué? Por colombiana. Porque creían que yo iba a prostituirme o a traficar drogas, como «las colombianas». Y como yo, muchísimos colombianos son devueltos precisamente por eso: colombianos. No importa si van de vacaciones, no importa si tienen un encuentro de trabajo. Son «sudacos» que vienen a quedarse a su país.

Toda esa xenofobia, superioridad, se acaba cuando estás en un aeropuerto extranjero enfrentándote, como yo, como muchísimos otros, a la humillación de ver que solo eres un «sudaca muerto de hambre», sea en México o España. Somos lo mismo.

Somos lo mismo, porque como muchos venezolanos, nosotros no migramos por placer. Muchos migramos para buscar un futuro mejor. Muchos lo hacen por desesperación. Me gustaría ver si Claudia Palacios puede repetirle eso a la cara a una venezolana en el semáforo, o mejor no, para ese tipo de ejercicios morbosos y revictimizantes ya está Diego Santos. Los dos son el tipo de periodista que jamás querré ser.

Pero independientemente de eso, el hombre ha migrado desde el inicio de su existencia. El hombre siempre ha querido un futuro mejor. Y nosotros hicimos lo mismo en Venezuela hace más de treinta años. Nos trataron igual, pero creí que en esto tendríamos algo de grandeza, empatía y generosidad. Porque como inmigrantes no esperamos que «nos pongan a vivir» (como me dijo un descerebrado) en la casa del huésped: esperamos si no ayuda, que al menos no nos estigmaticen y discriminen por ser extranjeros, distintos y luchando por un futuro.

Para todos los xenófobos de afuera con los que muchos acá comparten su conducta orgullosamente, los colombianos solo somos otros migrantes muertos de hambre de un estado fallido

Pero no, como en todo, a los colombianos nos falta grandeza. Perdónennos, venezolanos, por ser un país de hijueputas, así, a lo directo. No se lo merecen. No se merecen nada de lo que les está pasando. Y bienvenidos sean.

*Las opiniones de la columnista no son las del portal*

TE RECOMENDAMOS EN VIDEO 

Tags

Lo Último


Te recomendamos