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¿Liceos monogéneros o mixtos?: El mundo es diverso, la sala de clases también

A principios de año el Instituto Nacional y el Liceo 7 se sumaron a la lista de establecimientos públicos que deja atrás viejos patrones y se preparan para dejar de exclusivos de hombres o mujeres. Sin duda, constituye un hito avance en la modernización de la educación chilena.

Luego de una serie de contratiempos debido a un proceso de votaciones internas, y tras 200 años de trayectoria, el Instituto Nacional anunció que dejaría de ser exclusivo para hombres, con el respaldo del alcalde Felipe Alessandri; al igual que el Liceo 7 de Providencia, cuyo Consejo Escolar decidió convertirse en un establecimiento mixto con casi un 60% de las alumnas a favor y la venia de la alcaldesa Evelyn Matthei.

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Estos hechos fueron considerados como históricos por los medios en su minuto, pero no fueron los primeros. Tras 106 años de experiencia, en marzo de este año, el Liceo José Victorino Lastarria abrió sus puertas a 30 niñas que ingresaron a Kinder. Por otro lado, en Independencia, el Colegio Rosa Ester Alessandri Rodríguez anunció que sería multigénero, de forma que reconoce la diversidad de género y deja atrás la división binaria.

El Liceo Carmela Carvajal fue otra institución que sostuvo conversaciones similares durante 2018 con la comunidad escolar y aún no se da por cerrado el proceso. Quedan aún alrededor de un 4% de los establecimientos públicos son monogenéricos. Desde el gobierno, Marcela Cubillos, la actual ministra de Educación, declaró ser partidaria de la educación mixta y aseguró que la prioridad estará en los colegios cuyo sostenedor sea el Estado, por lo pronto, sólo existe la voluntad de avanzar en esta materia por parte del gobierno.

Para Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar, es necesario tener presente que en el debate en torno a las ventajas de los colegios mixtos o monogenéricos, lo primordial es que existan alternativas. “No se trata de que uno sea mejor que otro, lo importante es que los padres puedan escoger el proyecto educativo”, asegura.

Además, considera que no es el gobierno quien deba definir si se acaban o no los colegios exclusivos tanto para hombres o mujeres, pese a ser una minoría. “No creo que el gobierno deba definir si se acaban los colegios monogenéricos, porque es una minoría y son los padres quienes deben escoger dónde poner a sus hijos. Sería interesante preguntarle a ellos por qué toman esa opción”, argumenta.

Aunque existe la creencia que en espacios exclusivos para mujeres, éstas pueden desarrollarse de mejor manera en ramos científicos, como un argumento a favor de que existan colegios monogenéricos, según un estudio de la Universidad de Chile de 2014, existe un sesgo de género en cuanto a las expectativas que tienen los profesores sobre nosotras a la hora de enseñar. Sumado a esto, de acuerdo a un informe de la Organización para el Desarrollo y Cooperación Económica (OCDE), esta situación se daría por la falta de confianza de las niñas en sus propias habilidades, lo que explicaría la diferencia entre los resultados en este tipo de ramos entre hombres y mujeres.

Sin embargo, de acuerdo a los últimos resultados del Simce, entregados en 2018, la brecha entre niños y niñas en matemática se habría terminado, por lo que la idea de separar el aprendizaje de hombres y de mujeres no tendría incidencia en sus resultados académicos, sino más bien en la forma en que se transmite el conocimiento.

Rosario Olivares, profesora y parte de la Red Docente Feminista, explica que los colegios monogenéricos se crearon con objetivos distintos para la época actual, como el Instituto Nacional que tiene más de 200 años. “En ese tiempo, las mujeres no estudiaban, pasa lo mismo con los liceos de mujeres, que les enseñaban a tejer o a cocinar, pero ahora no hay excusas”, explica.

La profesora comenta que uno de las preocupaciones de directoras o directores para abrir los colegios de mujeres a los hombres, dice relación con que ellas generan menos confianza en su relación con la ciencia que ellos. “Eso es una cuestión valórica, no se relaciona con que sean menos inteligentes”, afirma, y agrega que “algunos creen que las niñas no van a ser tan empoderadas, pero la clave está en que se replantee el proyecto educativo de cada colegio y en cómo van a educar a niñas y niños”, agrega.

Olivares ha apoyado el proceso de cambio de varios establecimientos, a través de charlas para docentes y está al tanto de la situación del Colegio Rosa Ester Alessandri Rodríguez, de Independencia, y lo califica como un proyecto interesante: “Traspasa lo binario de hombre – mujer y considera a otras identidades diferentes. Ellos son un muy buen ejemplo de un cambio en el proyecto educativo”

En cuanto a las modificaciones o adecuaciones estructurales que deben realizar los establecimientos al transformarse en mixtos, existen aspectos técnicos o materiales que se relacionan con la infraestructura, pero para Olivares eso puede solucionarse con financiamiento “Lo más importante es cómo la comunidad escolar asume el desafío. Debe existir un reordenamiento cultural y cómo se entiende el espacio común, las relaciones interpersonales y los mismos profesores y profesoras deben cuestionarse cómo van a enseñar”, plantea.

Según Olivares, los colegios que se resisten a este tipo de cambios apuntan a la “tradición” y, para ella, este concepto se puede modificar y reevaluar.“Los tiempos cambian y es necesario verlo desde esa perspectiva, además se debe acabar con los mitos en torno a cómo se relacionan hombres y mujeres. Algunos dicen que las mujeres distraen a los hombres, o que ellas van a quedar embarazadas, pero eso no es responsabilidad sólo de nosotras”, comenta.

Olivares reconoce como urgente que cambie la educación en nuestro país, pero sostiene que la sociedad avanza más rápido que las políticas públicas. “Esto nació de los y las estudiantes y se acentuó el año pasado. Es necesario que exista espacio a la democracia en cada establecimiento, pero el Estado debe garantizar la no discriminación también e integrar a la comunidad LGBTQI+”.

En el caso del Instituto Nacional, Angélica Tambley, profesora de filosofía con diez años en el establecimiento, el cambio significa un tremendo avance porque los alumnos se comportan de forma muy violenta en un ambiente donde prima la testosterona, por lo que considera que la presencia femenina ayudaría a equilibrar el ecosistema en el colegio. “Creo que va a ser necesario reeducarnos como comunidad, pero va a ser lento. Lo bueno es que el alcalde muestra la disposición para readecuar el colegio y me imagino que las niñas van a derribar muchos estereotipos asociados a cómo somos”, dice.

Tambley, quien en su experiencia como educadora también ha trabajado en Nueva Zelanda y Finlandia, estima que “cuando hay educación no sexista en el aula, las niñas destacan fuertemente en matemática y ciencias, pero eso va de la mano con lo que entrega él o la docente”. La profesora de filosofía concuerda con Olivares en que se deben dejar atrás las preconcepciones de ‘las niñas son frágiles’ o que ‘no van a poder sobrevivir a un determinado nivel de exigencia escolar’, principalmente debido a que las mujeres nos desarrollamos en un universo mixto. “El liceo va a tener que ajustar el currículum. El mundo cambió”, sentencia.

 

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