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Ignacia Allamand sobre los que critican por redes sociales: “La violencia nunca es un aporte”

Cuando me doy el tiempo de escribir a un desconocido palabras hostiles, o incluso insultos, por lamentar la pérdida de un edificio o lo que sea, estoy entendiendo todo mal. La violencia nunca es un aporte. Y lamentar ese incendio no me hace una insensible a los verdaderos problemas del mundo.

Si eres fan del cine y las películas románticas, es posible que el pasado lunes 15 de abril hayas recordado la escena de Antes del atardecer, cuando Ethan Hawke le cuenta a Julie Delpy una anécdota sobre cómo un soldado fue incapaz de volar Notre Dame en pedazos debido a su sobrecogedora belleza, y ella contesta que algún día esa catedral ya no estará ahí. Si tuviste la suerte de conocerla, y sí, digo suerte, porque sin duda visitarla era un privilegio (no soy fan de las iglesias, pero ésta era una de esas bellezas arquitectónicas que te dejan sin aliento), es probable que hayas buscado la foto que capturó el momento en que te paraste en frente y sonreíste mirando a la cámara. Si usas redes sociales, tal vez no pudiste resistir la tentación de postear esa imagen, con la fachada de fondo y la mirada de idiota y enamoramiento perpetuo, que se te pega en la cara cuando estás en la tierra del croissant, con alguna frase tipo “qué gran perdida” o “qué tristeza”, porque te dolió ver ese edificio tan bonito envuelto en llamas. Y porque lo que sientes es personal. Y lo que pones en tus redes también. Y no pensaste en la ola de mala onda que un acto tan poco relevante te podía traer. Se te olvidaron los jueces virtuales, los que siempre están ahí para dar su opinión tan importante, como si internet fuera la vida y, lo que subimos, lo que somos.

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Estoy completamente de acuerdo con que las cosas materiales no son relevantes. Las personas que me conocen saben que no tengo prácticamente nada. También estoy de acuerdo con que en el mundo tenemos problemas mucho mas urgentes, como los miles de seres humanos que mueren por sus creencias religiosas o políticas, y las toneladas de plástico que generamos a diario y que vertemos al mar sin ningún criterio. También creo que es una vergüenza que seamos capaces de recaudar cientos de millones de euros en unas horas para reconstruir un edificio que es símbolo de la religión obsoleta de unos pocos, y no podamos hacer lo mismo para ayudar a los miles de niños que no tienen qué comer o para salvar el bosque nativo. Pero aún así, no puedo entender que alguien se sienta con el derecho de decirle a otro qué tiene que hacer, pensar, sentir o hasta “postear”. Porque cuando me doy el tiempo de escribir a un desconocido palabras hostiles, o incluso insultos, por lamentar la pérdida de un edificio o lo que sea, estoy entendiendo todo mal. La violencia nunca es un aporte. Y lamentar ese incendio no me hace una insensible frente a los verdaderos problemas del mundo.

En lo personal, Notre Dame me da igual. No subí la foto, no me sentí triste. Lo que me dio pena, fue leer algunos comentarios llenos de rabia y agresividad. Creo en el derecho fundamental de las personas a ser libres y hacer lo que quieran con sus vidas, desde lo más relevante, como elegir a quién amar o decidir sobre sus cuerpos, hasta lo más superficial, como poner algo en redes sociales.

“Cuando me doy el tiempo de escribir a un desconocido palabras hostiles, o incluso insultos, por lamentar la pérdida de un edificio o lo que sea, estoy entendiendo todo mal. La violencia nunca es un aporte. Y lamentar ese incendio no me hace una insensible frente a los verdaderos problemas del mundo”.

¿Por qué desperdiciamos nuestra energía en juzgar al otro? Entiendo que sería maravilloso que las personas “influyentes” visibilizaran siempre las grandes causas, en vez de estar dedicados a contar dónde y qué compran, o mejor dicho, les regalan. Pero en vez de tomarnos el tiempo de criticar o agredir por eso y estar señalando todo lo que no cumple con nuestras expectativas, resulta mucho más eficiente concentrarnos en mejorar nosotros.

A mí, por ejemplo, me parece mucho más importante donar a los bomberos que comprarme un champú caro, pero no por eso voy a ir a pararme en la puerta de la peluquería a insultar a quienes optan por tener un pelo sedoso, antes que contribuir con algo fundamental. En la medida que sus decisiones no me dañen, simplemente no tengo derecho a opinar. ¿Quieres ayudar a salvar el planeta? Deja de generar basura. Si cada vez que vas por un café, lo tomas en un vaso desechable, esa pequeña acción nos perjudica a todos, mucho más que una foto en una red social.

¿Quieres combatir la pobreza? Empieza a saltarte la parada nocturna en el local de comida rápida y dona esos pesos a alguna fundación. ¿Quieres vivir en un mundo más amable? Cuida tus palabras y tus acciones, hasta tus pensamientos son importantes. El único cambio positivo que realmente puedes hacer es el que te modifica a ti. Deja de criticar, de insultar y agredir a los otros y mejora tú, en lo que puedas. Ese es el único aporte real. Todo lo demás es chaya.

 

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