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Vivir con miedo no es vida

El miedo te paraliza y te resta vida pero ¿qué se puede hacer si vivimos en una era de paranoia generada por la constante violencia hacia nuestro género?

Estamos hartas de vivir con miedo. Estamos hartas de temer constantemente a los monstruos que se esconden en la oscuridad, en la luz, en nuestras calles y en nuestras casas. Estamos hartas de que las vidas y los cuerpos de las mujeres sean aterrorizados, ultrajados. ¿No estás harta de eso también?

El miedo ya no aparece cuando ves una película de terror o te subes a una montaña rusa altísima, sino cuando pones un pie fuera de casa, cuando decides ponerte una falda en vez de un pantalón (y viceversa), cuando sientes que caminan detrás de ti, cuando crees escuchar que alguien te llama a lo lejos o cuando el autobús tarda en llegar.

Tener que vivir con miedo simplemente por ser mujer, en una sociedad ciega que normaliza la violencia, no es vida. Es una sociedad donde estamos presas; donde no solo tenemos que lidiar con las agresiones reales, sino con los recuerdos de ellas, con el miedo y la conciencia de que podrían volver a ocurrir en cualquier momento. El miedo es parte de nuestro día a día.

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No importa si estamos en la oficina, en la calle, en una tienda, en un bar o en la casa de alguien, debemos mantener una parte de nuestro cerebro trabajando ininterrumpidamente para determinar nuestros niveles de seguridad. La amenaza es real y nos obliga a pasar la vida en guardia.

Ser mujer es riesgo, es una posibilidad a que cualquiera pueda agredirte en cualquier momento yen cualquier forma. Da miedo sentirse vulnerable, desprotegida y cuestionada. Da miedo salir y no volver. Porque no tenemos seguridad, no hay quien vea por nosotras. 

No, no es vida vivir con miedo. El miedo nos arranca de la libertad. Es el destructor de la grandeza. Lo sabemos y sabemos que debemos hacer como que no lo tenemos para llegar al trabajo, a la escuela, al gimnasio, a la casa de un amigo, al centro comercial…a casa.

Estamos cansadas de perdernos eventos, porque no hay un camino seguro a casa. Estamos cansadas de usar pantalones largos, pensando en no vernos provocativas. Estamos cansadas de tener que avisarle a todos en dónde estamos o con quién estamos, «por si acaso»; de tener que imaginar en aplicar técnicas ninja o códigos para zafarte de alguien y de no poder dejar de pensar en «lo peor». Estamos cansadas de vivir con miedo. 

 

 

 

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