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Julia Chediak, la ecuatoriana sobreviviente de un secuestro, cuenta su historia

La joven ecuatoriana Julia Chediak cuenta cómo sobrevivió a un secuestro hace 9 años

Han transcurrido 9 años desde que Julia Chediak, de 17 años, volvió a casa tras un secuestro cuando apenas tenía 8 años de edad.

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Ella llevará su historia y compartirá con la audiencia sobre los momentos que rememora de aquella circunstancia que le cambió la vida.

El 22 de enero se presentará en el Quorum del Paseo San Francisco y hablará en una charla sobre la etapa de resiliencia que ha vivido tras este acontecimiento de gran dolor y sufrimiento para Julia y su familia.

Abordará la historia y hará hincapié en qué es lo que piensa, añora, detesta, ama y teme una persona que se encuentra secuestrada en un bosque frío sin comida, sin abrigo, enferma y sola.

Ella superó esto con mucha inteligencia y predisposición siendo una niña, muchos de su entorno le cuestionan cómo lo hizo y Julia tiene todas las respuestas llenas de firmeza y valentía apara alentar a otras personas. Se considera una sobreviviente pero también una guerrera con grandes lecciones de vida que ahora las aplica día a día y con la voluntad y empatía para transmitirlas.

“A veces he sentido que la gente tiene recelo para preguntarme sobre mi secuestro pero yo puedo hablarlo y responder todas sus dudas porque soy una sobreviviente de algo que están afrontando otras cientos de familias y que podría ocurrirle a cualquier otra”, manifiesta.

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Chediak cuenta cómo su vida tomó otro rumbo y envía un mensaje muy fuerte del aprendizaje sobre el valor de las cosas.

Esto, tomando en cuenta que cada día verás post de auto sanación espiritual o frases motivadoras que te invitan a vivir el presente como si fuera el último día.

Yo te pregunto ¿en realidad lo has hecho a conciencia?, ¿vives cada día con una vibra total en armonía? ¿cuántas veces dijiste hoy que amas a alguien: familia, amigos?

Todos estos cuestionamientos fueron parte de esa niña de 8 años que mientras estaba atada de pies y manos se hacía segundo tras segundo.

Tal vez hemos escuchado constantemente la búsqueda insaciable de familiares que esperan la llegada a casa de su seres queridos, quienes han desaparecido sin dejar rastro alguno.
Sus pensamientos y esperanzas se soportan en que nada les pase, en que su retorno sea rápido, en que Dios toque el alma de los secuestradores y puedan liberarlos para volver a reencontrarse.

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Julia dice que escuchaba los consejos de la gente mencionándole que ya pasó, que todo está bien, que ya está con su familia y que ahora es feliz.

“Lo que no saben las personas es que hoy por hoy soy una mujer fuerte decidida a vivir cada segundo con intensidad porque de eso se trata la vida de superar obstáculos y barreras muy fuertes como yo lo hice”, acota.

9 años atrás

Enero del 2010. La pequeña Julia llegaba de su recorrido a casa. La recibió el guardia y alguien más le tapó la boca metiéndole a la garita. Le dijeron que su familia estaba atrapada por un grupo guerrillero y que querían salvarla porque la estaban buscando.

Un señor adulto (como ella lo recuerda) la trasladó en un basurero grande hasta un bosque lleno de árboles y terrenos abandonados. La esposó en un árbol entregándole tres latas de atún y la abandonó.

El secuestrador le mentía que iba a ver a su familia para saber de la situación pero la menor ni siquiera entendía de guerrillas ni maldad. Ella tenía miedo de enfrentarlo porque tenía un arma.

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Sacó de su mochila un jugo que le duró dos días y comía un atún diario hasta que se cumplió el tercer día, cuando volvió el secuestrador a verla.

En esos días inmediatamente el instinto de supervivencia se apoderó de ella porque en su cabeza solo habían pensamientos para lograr salir viva de ahí.

Entre las acciones que tomó fue dormir mucho para sentir que el tiempo pase más rápido, racionó la poca comida que tenía, evitaba llorar para no desgastarse ni deshidratarse y tenía la esperanza de que no llueva para que el río que estaba cerca no crezca o se pueda enfermar.

Todo eso le había funcionado. Intentó de varias formar romper las esposas o trepar al árbol donde la amarraron inicialmente pero vio que era imposible. De los 11 días, pasó sola y solo tres fue que el secuestrador la acompañó y le llevó pan, arroz y un chocolate.

Pero ella tenía sed, mucha sed y había bebido agua empozada de una cascada cercana lo que provocó una intoxicación fuerte, condición que le quitó la fuerza y vitalidad que le quedaba a su corta edad.

Julia recuerda que el secuestrador la llevaba de un sitio a otro dentro del bosque. En una ocasión la amenazó de muerte con el fin de que hable con sus padres por teléfono para indicarles que estaba muy mal de salud y a punto de morir.

Dice que lo único que le preocupó es cuando el verdugo botó su mochila. “Pensé y ahora ¿cómo haré mis deberes?”. Luego fue llevada, en un estado de deshidratación fuerte, a un terreno baldío donde la maniataron y la abandonaron hasta que miembros de la Unase (Unidad de la Unidad Antisecuestros y Extorsión de la Policía), en ese entonces, ahora Dinased (Dirección Nacional de delitos contra la vida, muertes violentas, desapariciones, extorsión y secuestros), la encontraron.

La llevaron al hospital con un grado 4 de deshidratación, el más agudo, y en estado de shock. Felizmente se recuperó y los galenos descartaron violación, drogas o alcohol en su organismo. Pero desde ese momento Julia empezó a hacer terapia psicológica por el diagnóstico de estrés post-traumático, que la tenía en estado de alerta, consecuencia de su instinto de supervivencia.

El secuestrador y su cómplice fueron capturados y están en prisión.

La familia siempre es la luz

Alexandra, su madre recalca que fueron los peores días de su vida y un sufrimiento tenaz para todos. Ella estaba embarazada de 7 meses cuando sucedió todo esto. Su actual esposo la apoyó en todo conjuntamente con el padre de Julia y Nicolás, su otro hijo.

Al inicio, Julia iba a terapia semanalmente, luego cada 15 días, y ahora lo aplican en casa y están en monitoreo con la doctora. “A mi me gusta que Julia vuelva a ese recuerdo para que siga limpiando todo lo negativo que le dejó. Esto se aplica para cualquier circunstancia dolorosa y fuerte. Creo que es muy positivo que todos lo hagamos”, destaca.

 

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Pero ella se enfocó en sanar el sufrimiento junto a sus dos hijos, Julia y Nico. Este último le enseñó a mamá cómo debía tratar a Julia porque ella era una niña que permanecía cabizbaja, sin hablar.

“Parecía un zombie. Incluso comía con las manos. Yo no la reconocía. Hasta que un día Nico le dijo muy fuerte que se ponga bien que reaccione que ya no está secuestrada y ella empezó a responder de mejor manera. Fue algo que nos hizo recapacitar. El tema se hizo más fácil de tratar al punto de normalizarlo y pues mira ahora es un episodio del que mi hija quiere transmitir al mundo destacando su fortaleza y armonía para continuar con su vida como una joven normal”, enfatiza Alexandra.

El perdón para quitar poder

Como si fuera una película, Julia le dijo un día a su madre que quería ir a visitar a sus secuestradores porque quiere perdonarlos de corazón. Alex se quedó impresionada pero reitera que le pareció algo fuera de lo normal pero realmente sanador.

Tanto Julia como sus padres tenían un resentimiento muy grande por todo lo que sucedió y la oscuridad de aquellos días por su culpa. Pero siente que al perdonarlos ella quita ese poder del rencor, cierra ese círculo y decide por ella misma.

“Cuando cuento esto me dicen que estoy loca pero quiero que entiendan algo. Al hablar de este caso es terapéutico para mí porque saco todos los demonios que tengo. Asimismo al perdonar a esas personas lo hago únicamente por mí, porque no quiero conservar ese dolor en mi vida”, expone la joven de 17 años.

Su mamá apoya esta decisión porque perdonó internamente pese a los deseos de venganza que tenía contra los secuestradores

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La gratitud para volver a creer

Algo que tampoco olvidan es el trabajo de las personas de los grupos especiales que dieron con el paradero de Julia en aquel entonces. Según el relato, son personas muy preparadas en su área de búsqueda y tienen un corazón muy noble.

La última Navidad recibieron aún sus mensajes de paz y amor para la familia de Julia quienes recalcan el compromiso de los uniformados para seguir encontrando a los desaparecidos.

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