Nacer mujer en la cultura occidental implica otro tipo de esclavitudes que van más allá de una burka o no poder tener independencia para moverse: estas son más imperceptibles, pero igual de dolorosas, porque a diferencia de la religión como punto para reprimir a las mujeres, está la imagen. Allah no existe en Occidente, sino que hay diosas con medidas imposibles en desfiles, en publicidad, en revistas, que han hecho que sus eternamente infelices feligresas vivan castigándose por no ser a su imagen y semejanza. Y esto se ha traducido (como ya contaba Naomi Wolf en “The Beauty Myth”) en enfermedades que han llegado a ser problemas de salud pública como la anorexia y la bulimia y sobre todo, en una batalla dolorosa, silenciosa y culturalmente aceptada de las mujeres contra su propio cuerpo, en una relación tortuosa que no parece tener fin. Belleza como control. Belleza como dolor. Comida como odio.
“Sufrimos por razones inevitables, porque es cultural. A los hombres les dicen desde chiquitos que deben ser poderosos, que deben tener estatus. A nosotras dicen que tenemos que vernos de cierta manera y tenemos que encajar y luchamos por una razón legítima para hacerlo. Queremos sentirnos bien, queridas, aceptadas, valoradas. Pero la cultura sigue promoviendo lo que promueve y las mujeres seguiremos luchando con el peso y la comida. Eso solo parará cuando muchas de ellas cambien la historia de lo que se dicen a ellas mismas. De que se digan lo que valen y que son más que eso. Que son suficientes”, explica a Nueva Mujer la coach Camila Serna, autora del libro “Yo debería ser flaca”, donde trata con evidencia científica y sociológica la compleja relación de las mujeres con el peso, la comida y la presión social de ser “perfecta”. El libro, que nace de su camino con la relación con la comida y el cuerpo, también surgió al oír historias de varias mujeres que tenían este mismo conflicto. “ Quiero que este libro sea un recurso para que las mujeres replanteen esa guerra y vean que hay otra posibilidad, que hay otra manera de entenderse y concebirse y que terminar esto sí es posible”, expresa.
El libro quiere dar una luz en medio de un camino que es de eterno sufrimiento para muchas mujeres, que suelen maltratarse al comerse un brownie, por ejemplo. O que comen «lo que no deben» . Que sienten que pecan contra todo lo que quieren representar a través de su relación de la comida, que Camila Serna también deconstruye en “Yo debería ser flaca”. “Esa tensión es terrible, es difícil de manejar. Principalmente ocurre porque queremos vernos de cierta manera y creemos, en nuestra cabeza, que necesitamos comer de cierta manera para vernos así. La comida está siendo subyugada, y no se puede subyugar, porque es un instinto. Es como el sueño y las emociones, son instintos innatos. El hambre es igual. Necesitas tener hambre para sobrevivir. Y, en la tensión de querer controlar estos instintos y hacerlo todo bien para podernos ver como queremos, reventamos. Y creemos que es nuestra culpa y hay vergüenza. Es natural, es biología. Si constantemente te sometes a esta presión, con cosas que no puedes dominar, eventualmente te vas a reventar con comida.”, explica Camila al hablar de los eternos ciclos viciosos de dieta/atracón y pecado/recompensa o celebración/ culpa que determinan la vida de tantas mujeres.
La comida, un lugar oscuro
Pero, ¿cómo llegamos al punto que algo que da tanta felicidad y placer llegue a ser el infierno para tantas mujeres? Por ese mismo significado que se le da y eso es lo que Camila explica en su libro. “ La comida es muchas cosas. Mientras sigamos pensando que el batido, dieta y semilla lo son todo, no nos daremos cuenta de la realidad. Ahora, tenemos que quitarle el tema de moralidad a la comida. Comí esto y ya me latigo. Está totalmente tergiversada la relación con algo que es natural, que es un requisito de vida, que es importante. A veces es adecuado responder a la comida como ritual y celebración. Pero si en medio de ese caldo metemos moralidad y juicios no vives tranquila. Piensas que haces mal, porque habla de tu valor, de tu capacidad de controlarte, de tu fuerza de voluntad”, explica.
Por esta razón, ella invita a las mujeres en su libro a cambiar los términos en cómo se tratan a la hora de comer, pero también a cuestionar premisas como que lo “plus size” y su reivindicación no son una apología a la obesidad, sobre todo con el tema médico. “El libro es un recurso para apoyarse. Tiene ciencia, porque ayuda a ver que hay médicos que dicen que hay otras cosas. La industria médica y los médicos son los que más discriminan. Y hay mucha falta de información, pero los médicos perpetúan que las personas con sobrepeso se sientan mal y no vayan al médico y no digan lo que necesitan. La salud está mezclada con la delgadez, pero hay que comenzar a entender bien los términos”, afirma. Por ejemplo, para ella, el peso ideal no se mide solo en IMC, ya que ha sido cuestionado por la ciencia y hay que tener en cuenta el contexto de la persona. Y eso también lo rebate en el libro.
Pero las mujeres viven rodeadas de espejos. La pantalla, las redes, son los más peligrosos. Eso Camila Serna lo tiene claro e invita a reflexionar sobre estas imágenes: “Hay que ser claro para lo que quieres en tu vida. Uno tiene la opción de no seguir y filtrar. En redes se vende el mismo estereotipo: se vende como fitness y salud. Lo que se vende ahí es lo que carecemos. Otra nueva forma de opresión, esclavitud y carecer. ¿Cuándo seré suficiente?”, se pregunta, tal y como miles de mujeres que sufren tratando de cambiar y de pensar que serán felices con otro cuerpo. “Luchar con el cuerpo es un espectro, pero tenemos que reevaluar la vida seriamente. ¿Qué tanto nos han servido las dietas? Preguntémonos si hacemos ejercicio para bajar el brownie o porque me gusta el deporte. Tenemos que confiar en las señales del cuerpo y desafiar, sobre todo, esa voz interna que te dice que comer lo que te gusta es la peor afrenta. Y por eso este libro invita a reclamar eso. Porque si no es ahora, ¿cuándo?”
Ahora es el cuando.
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