El sábado 25 de agosto, un grupo de jóvenes organizó una fiesta en Isla Salmedina, un área natural protegida en Veracruz, donde las tortugas endémicas se aparean y ponen sus huevos.
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Los llamados «mirreyes» gozaban de la fiesta sin importar las restricciones ni la fauna que ahí habitaba y lo que comenzó como una noche de diversión, terminó en una tragedia medioambiental, donde cientos de tortugas lora murieron.
Se trata de una especie en peligro de extinción y nadie sabe por qué las autoridades no evitaron que los jóvenes se metieran a esa área restringida. Es increíble que nadie se percatara de la música o el olor a alcohol y cigarro; ni siquiera de que la carpa, que sostenía la bocina que fue colocada sobre un nido de tortugas. Además, según la evidencia, los asistentes reventaron huevos para sacar a las crías y aventarlas al mar o la arena.
Pero más increíble que según el Huffington Post México, hay quienes -con permisos del Parque Marino Arrecifal Veracruzano- llegan a cobrar hasta 20 mil pesos por organizar una fiesta ahí, con la condición de que «tengan cuidado de no pisar los huevos».
Un testigo envió videos y fotografías que los propios asistentes compartieron en redes sociales a la organización ambientalista Fundación Chalchi.
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) investiga a los responsables. La Profepa y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) realizaron un recorrido de vigilancia en la zona, donde encontraron material pirotécnico, botellas de cerveza, cubiertos y vasos de plástico, así como popotes, colillas de cigarros, además de tres excavaciones de unos 20 cm de profundidad y 60 de ancho.
«Estamos evaluando los daños, pero algunos son irreversibles. Tocaron las crías y las obligaron a sumergirse prematuramente al mar», dijo Olga Díaz, presidenta de la fundación.
El Código Penal de Veracruz establece en su artículo 420 que quien capture o prive de la vida a un ejemplar de tortuga pagará con una de pena de uno a nueve años de prisión más una multa económica. Sin embargo, es obvio que ningún castigo o multa podrá revertir el daño medioambiental que este tipo de personas ocasionan.