A muchos no nos gusta su marido (yo votaría por Petro una y otra vez) , y yo por mi parte no le voy a tener lástima, porque ella sabe con quién está casada. Pero como muchos, caí en los estándares que también han sido una tiranía para mí a la hora de juzgar su atuendo. Esos que dicen que si no eres lo suficientemente blanca, alta y flaca no eres ideal y puedes ser denigrada por tu apariencia.
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Tutina de santos tiene que darle unas clases a la esposa de Duque #PosesionDuque pic.twitter.com/vhLHGIyR6l
— Crisanta Rodríguez (@crisantara25) August 7, 2018
Eso fue lo que le pasó a María Juliana Ruíz, la nueva primera dama, con su vestido de Silvia Tcherassi en la posesión de su marido.
https://twitter.com/Luisa_Platt/status/1027010734457282560
Está bien, critiquemos el estilo en cuanto a lo que representa (los guiños al conservatismo más abyecto) y si sabemos de fitting mirar otras opciones más favorecedoras, aunque si uno no tiene cercanía por la moda ajustarse a unos criterios de gusto hegemónicos es una tarea aterradora. Está bien. Pero, ¿caer en comentarios clasistas, de gusto y de cuerpo para juzgarla solo porque a diferencia de Tutina no cumple los estándares que a muchas nos han aplastado por décadas? Eso también habla de cómo no hemos podido superar lo que somos como sociedad, de cómo creemos que los estándares de flacura y blancura determinan valores tan colonialistas (aún), como la clase y el gusto y cómo los moralizamos.
Es terrible para muchos que María Juliana Ruíz no sea alta, blanca y flaca y que lleve un vestido tapado hasta el cuello, pero muchos celebran que Meghan Markle haya tenido que quitar muchas cosas de ella misma para ajustarse a una institución supremamente conservadora y la tilden de que ahora es «perfecta»
Lastimosamente, el fenómeno no se da en Colombia ni es de ahora, lo que agrava más el problema. Michelle Obama salió en dos portadas de Vogue y los seguidores de Trump la caricaturizaban grotescamente por su raza y sus brazos. A las reinas del pasado les hacían lo mismo por lo que representaban, con esos mismos estándares e incluso hasta con apodos. Por eso mismo, ¿no deberíamos dejar atrás esa mirada señorial en la que solo una mujer vale por un ideal de apariencia que no llega a cumplir, que casi ninguna mujer en el mundo llega a alcanzar?
Sí, yo fuí de esas, incauta de mí. De esas que dijo que «no le llegaba a Tutina ni a los talones», porque así debemos juzgar a las mujeres en cargos públicos, sea como sea. Es un símbolo atroz que María Juliana Ruíz lleve un vestido que representa el conservatismo, que no sea alta, que no sea blanca, que no sea esbelta. Pero nadie cuestiona, por ejemplo, lo que tiene que hacer Meghan Markle para ajustarse a una institución peor de conservadora en la imagen y antes celebran que se haya vuelto «más elegante» y «perfecta», lo que prueba que esos criterios son bastante cuestionables. Lo peor: tal y como María Juliana Ruíz, mi peso, mi gusto y mi clase social han sido elementos usados (en vano ) para silenciarme ante mis opiniones, para hacerme «menos».
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https://twitter.com/unsabinero/status/1026955841969291266
Ahora, no digo que no nos fijemos en la moda, pero más allá de esas críticas que son simplemente prejuicios enquistados, deberíamos fijarnos en cuál va a ser el papel de la nueva primera dama, tanto de manera representativa como en acciones (y que tiene una carrera importante a cuestas) en el gobierno de su marido. En el horroroso discurso del presidente del Senado. En cómo los uribistas se burlaron de medio país que no votó por ellos y cómo celebraron ese discurso que nos devuelve al pasado. Un vestido es importante, pero no es lo fundamental. Y en eso sí deberíamos enfocarnos.