Equidad de género

¡Atentos padres! Las devastadoras consecuencias de la depresión en los niños que los puede llevar al suicidio

Casos recientes de niños quitándose la vida han revolucionado al mundo, que trata de entender por qué esto ocurre y cómo es posible, pero aún no se consigue solución a este problema.

Casos recientes de niños quitándose la vida han revolucionado al mundo, que trata de entender por qué esto ocurre y cómo es posible, pero aún no se consigue solución a este problema.

El psicólogo clínico y presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (AIPIS), Javier Jiménez, explica que “el triángulo más peligroso que hay para que un adolescente pueda tener ideas suicidas, según un estudio de la Comunidad de Madrid, es el que conforman los iguales, la pareja y la familia. No tiene por qué ser siempre así, pero el porcentaje más alto de intentos de suicidios coincidía con problemas en alguno de estos ámbitos. En el caso de niños de 10 o 12 años igual lo dejaría en dos causas: los problemas con iguales o con la familia. Seguramente sean los dos pilares básicos”.

También indica que “si bien el suicidio es multifactorial, el desencadenante último suele tener que ver con los ámbitos en los que se mueve y que rodean al joven, que pueden conllevar a desarrollar un trastorno psicológico”.

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La doctora Azucena Díez, especialista del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Clínica Universidad de Navarra y presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría, se remite a los estudios científicos, según los cuales más del 75% de las personas que se suicidan, incluidos menores, tienen una psicopatología, un diagnóstico psiquiátrico reconocido. “Y es muy probable que ese otro 25% restante no lo tenga diagnosticado, pero también lo padezca”, añade.

La experta en psiquiatría infantil afirma que la enfermedad principal asociada al suicidio es “la depresión, una enfermedad que, sin embargo, nos cuesta asociar a un niño, por ejemplo, de 12 años, una edad en la que suponemos que todo es felicidad, ausencia de responsabilidades y diversión. Asociamos las posibilidades de depresión con la garantía de bienestar social que tenga una determinada persona. Entonces uno puede entender una depresión, un trastorno adaptativo o un suicidio en una persona anciana, al final de la vida, que está sola; pero es más difícil entender que la vida de un niño de 12 años sea dura, que tenga un ambiente adverso”.

 

Posibles razones

La psicóloga infantil Díez indica que los síntomas depresivos de muchos niños están relacionados con lo ambiental, y dentro de ello “hay asuntos muy serios como un maltrato, una situación de acoso, un abuso, una adversidad económica muy importante”.

Pero, la depresión no solo deriva de estos factores ambientales. Hay niños que la padecen sin vivir una situación ambiental adversa ya que, según Díez, “la vulnerabilidad genética constituye un factor de riesgo, como demuestra el hecho de que la gran mayoría de los niños que tienen depresión, tienen padres o familiares que también la han padecido”.

Se trata por tanto de niños más vulnerables, con cierta tendencia a distorsionar la realidad, a ver el mundo con lo que la presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil llama “gafas negras”, unas gafas que dotan al mundo de un halo de pesimismo y de negatividad: “Hay niños a los que cualquier estímulo ambiental, por ejemplo una broma o una comparación que a otro niño se le olvidarían a los tres segundos, se les hacen un mundo a consecuencia de esas distorsiones cognitivas”.

Importancia de la presencia de los padres

Las probabilidades de suicidio se incrementan en la adolescencia y los primeros años de adultez (146 suicidios en 2016 de jóvenes entre los 15 y los 24 años), lo que hace que los padres estén más atentos e incluso valoren la posibilidad del suicidio como algo real.

Sin embargo entre los 10 y los 14 años no piensan en ello, dejando de esta forma a los niños, en cierto modo, más desprotegidos.

Debido a la ausencia de conciliación y a la presencia permanente de los móviles y de las redes sociales, los padres están menos presentes en la vida de los hijos y también se comunican menos con ellos.

Según explica la psicóloga no se puede atribuir el auge de los suicidios al hecho de que los padres estén menos presentes y que los niños tengan un móvil, pero sí existen estudios que demuestran que la buena comunicación familiar y el hecho de que los padres pasen tiempo con sus hijos, es un factor protector de depresión, de ansiedad y de determinadas conductas alimentarias”.

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