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Sofía Izurieta: Ser madre me hizo renacer en la música

Sofía Izurieta Eguiguren, artista y directora del Conservatorio Franz Liszt, nos cuenta cómo su etapa de madre la reconecta con el arte y la música.

Hace pocos días, la pianista y soprano Sofía Izurieta, representó a Ecuador en la sede de las Naciones Unidas dentro del marco de las negociaciones para el re-asentamiento de refugiados.

Sofía interpretó Domus Terrae -hogar de la tierra- junto a la participación especial de la cantante Francis Itás y del pianista Nazareno Ferruggio.

Es común verla sobre los escenarios inundando de ambientes líricos con su voz de ángel. Su sonrisa y energía no son parte de su actuación en las presentaciones. Estas características son propias y genuinas de su ser, dentro y fuera de cualquier escenario.

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En el Día de las Madres, ella confiesa cómo su vida le cambió y le reconectó con el arte musical tras pasar por un duro y largo proceso de tratamientos de reproducción asistida.

Sofía junto a su esposo, Fernando Ferro, afrontaron una realidad con la que se identifican miles de mujeres y parejas a nivel mundial: las limitantes de la fertilidad.

Pero nadie sospecharía de este triste capítulo al ver a Sofía tan elegante e inspirada mientras corea sus canciones o lee las partituras musicales frente a su gran e incondicional amigo: el piano.

«Absolutamente todos los seres humanos, incluidos los artistas como yo, tenemos etapas fuertes. A mi me tocó vivirlo al intentar ser mamá. Fue un proceso de dos años sometida a todos los tratamientos posibles dentro y fuera del país», cuenta.

Esto la alejó de su vida musical y cuando por fin entró en una nostálgica fase de aceptación «una mano divina la sostuvo» (tal como menciona).

Alguien notó su semblante y le dijo «estás embarazada». Ante la duda e incredulidad del comentario se hizo los exámenes que confirmaron una vida dentro de su ser y estalló de felicidad junto a Fernando.

«Lloramos juntos sin parar por un buen tiempo. Era una catarsis, era una infinita gratitud con ese Poder Creativo Mayor que escuchaba mis anhelos», recuerda Sofía.

Y es aquí cuando su papel de madre le hizo renacer al sentir la mirada fija de su primera hija Isabela. Tras haber abandonado su más grande pasión por mucho tiempo, una mañana despertó y se reencontró con su baúl de viejas partituras y llena de euforia fue donde su fiel piano marca Steinway, el regalo de su padre, que engalana una esquina privilegiada de su sala.

En esta sublime cita, Sofía volvió a sentir el poder de sus dedos sobre las teclas blancas y negras. Su oído le confirmaba que debía volver al ruedo y sus ojos no cesaban de lagrimear por nueve horas seguidas. Vivió un éxtasis de emociones.

Tres años más tarde llegó su segundo hijo, el pequeño Fernando. Y fue en este embarazo cuando Sofía empezó a experimentar el canto lírico para convertirse en una soprano de renombre.

«Este es el mayor regalo de mis hijos hacia su madre. Me permitieron  redescubrir mis capacidades artísticas y sobre todo me hicieron renacer.

Recuerdo mucho las enseñanzas sabias y oportunas de los yoguis cuando inspiran a que cada renacer sea sentirse como un niño abierto a todas las posibilidades que la vida te ofrece y así lo hice», admite Sofía.

Pero la ventura atrae más felicidad y el orgullo de esta mujer artista es que sus hijos le acompañan en la música. Isabela probó y practicó las clases de varios instrumentos así como actuación y canto.

Mientras tanto ‘Fernandito’, siguiendo los pasos de mamá, escogió a un violín como su compañero artístico. A sus tres años recuerda que con un carrito de juguete le enseñaron el movimiento exacto para manejar el arpa.

«Me hacían rodar a mi carrito para encajar con el arpa de mi violín y así aprendí a tocarlo», cuenta el pequeño que admira a Vivaldi y aprendió a tocar La Marsellesa.

Han coincidido en presentaciones juntos y lo que más les emociona es estar en el camerino alistándose para salir al escenario. Isabela acompañó a Sofía en la Ópera Pagliacci y Fernandito participó como solista en el concierto de Navidad de la Iglesia La Compañía.

«Estamos conectados. Ellos saben que aunque no esté cerca me tienen apoyándolos. Esto me ha pasado cuando tengo presentaciones internacionales o cuando estoy trabajando en el Conservatorio», explica Izurieta.

Como esposa

Sofía admira la pasión que tiene su esposo Fernando: el golf. Dice que es un deportista muy entregado y que eso los complementa porque mientras él dedica su tiempo al deporte, ella se ocupa de todos sus proyectos musicales.

Confiesa que la cocina no es su fuerte pero que tiene el apoyo de Fernando, quien asiste a sus presentaciones y comparte sus logros con orgullo.

En las reuniones familiares la música jamás falta. Sofía viene de una generación de artistas por parte de su padre. Todos son pianistas y tienen un himno creado por sus abuelos como homenaje a sus reuniones en el rancho.

Un mensaje a las madres

Mientras Sofía destaca toda su alegría también habla de sus temores y enfatiza que jamás hay que subestimar a los niños.

«Si ellos ven que su madre es feliz van a sentirse seguros. Si tienen una curiosidad apóyenlos e impulsen sus pasiones porque solo así ellos les darán la ilusión de las generaciones que estamos formando como padres».

Así concluye Sofía mientras toca junto al pequeño Fernando una de sus canciones favoritas.

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