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Hombre que recibió riñón de su esposa tendrá que lavar los platos de por vida

En esta vida todo tiene su precio.

Su sonrisa lo dice todo. Gabriela no solo está feliz por haber salvado la vida de su esposo, Abel, al donarle un riñón, sino que también se libró de uno de los quehaceres que más odiamos las mujeres: lavar los platos.

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Gabriela le donó un riñón a su esposo por el inmenso amor que le tiene, pero Abel de alguna manera tiene que pagar tan heroico acto, y la mejor manera de retribuirlo será lavando los platos.

«Hay que fregar los platos. Recuerda el riñón que está ahí», le dice Gabriela entre risas a su esposo, quien tendrá que lavar los platos de por vida, y con el que tiene 12 años de casada y tres hijos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ambos se han recuperado bien de la operación. Abel de 38 años fue diagnosticado con insuficiencia renal crónica hace cinco años, en el tercer embarazo de Gabriela.

En el 2016, comenzó con diálisis y se incluyó en la lista nacional de trasplantes. Pero la diálisis, combinada con su hipertensión y diabetes, resultó ser demasiado para su cuerpo, y necesitó una cirugía a corazón abierto en octubre.

«No pensé que fuera una opción para mí ser donante. No pensé que podría hacerlo, especialmente cuando no tenía nexos familiares con él», dijo Gabriela.

Afortunadamente, ella era perfectamente compatible con su amor de secundaria y pudo donar su riñón, pero no es necesario ser parte de la familia para convertirse en donante.

Giselle Guerra, directora médica del programa Living Doner Kidney y doctora del Miami Transplant Institute, explicó que “no tienes que ser un pariente para ser donante. Todo lo que necesitas es ser compatible con el tipo de sangre”.

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