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Un programa para mujeres para identificar las señales de violación

La profesora Charlene Senn creó un programa para ayudar a las mujeres a defenderse de sus atacantes ante una violación sexual.

Charlene Senn, profesora de la Universidad de Windsor en Canadá, ha investigado la violencia contra las mujeres desde hace décadas. A de los 2000, su trabajo la llevó a comprender un dato inquietante: seguimos sin saber cómo disminuir las tasas de violación y abuso sexual en los campus universitarios.

A raíz de esto, Senn desarrolló un programa de intervención para que las mujeres se defiendan de los atacantes. «Quería hacer algo que mejorara el panorama de las mujeres, ya que cuando salen se enfrentan a hombres que intentan coercionarlas sexualmente o abusar de ellas», Senn explica en entrevista telefónica.

Si bien es común escuchar que la solución a la crisis de violaciones en las universidades es «enseñar a los hombres a no violar», Senn dice que no es tan fácil. En primer lugar, ¿cómo se logra eso? Ahora mismo, casi todas las preparatorias y universidades tienen programas activos contra el abuso sexual que se enfocan en crear conciencia sobre la violencia sexual, reiterando sus daños y desmintiendo los mitos sobre violaciones.

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En una crítica sobre este tipo de programas publicada en 2014, el CDC (Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos) descubrió que estos métodos no funcionan.

Para demostrar la importancia de crear políticas con bases científicas, Senn menciona los programas de inducción de empatía que fueron desarrollados a finales de los 90, enfocados en desalentar a los agresores masculinos. Éstos operan bajo la teoría de que los violadores no sienten empatía por sus víctimas y diseñaron intervenciones para mejorarla, por ejemplo: hacer que los hombres escucharan historias de sobrevivientes.

«Realmente creíamos que era un intento prometedor, pero cuando se evaluaron estos programas resultó que generaban efectos contrarios», dice Senn. «Hay muchos estudios que demuestran que este tipo de programas aumentaron la coerción masculina después de haber participado».

Además, aunque se ha demostrado que los programas para testigos reducen potencialmente las agresiones sexuales, en muchos casos de violación, no hay nadie más presente.

Frente a esta evidencia desalentadora, Senn quería hacer algo que ofreciera a las mujeres las herramientas y la confianza para sortear situaciones represivas hasta que haya manera de enseñarles a los hombres a no violar. En 2001, se encontró con el trabajo de Patricia Rozee y Mary Koss, quienes habían esbozado un método basado en la investigación de un programa de agresiones sexuales que ayuda a las mujeres a identificar conductas previas a la violación y adquirir habilidades prácticas de resistencia. En 2003, puso este programa en acción.

«En nuestra investigación, muchas sobrevivientes dijeron que sabían que algo andaba mal, pero no sabían si estaban exagerando», dice Senn. «Varias investigaciones han demostrado que es muy difícil darse cuenta de que una persona intenta lastimarte antes de que ocurra la agresión».

La primera unidad del programa, Evalúa, y la segunda, Reconoce, tienen como objetivo hacer que las mujeres reduzcan este reconocimiento atrasado, especialmente cuando se trata de personas conocidas. (El programa está adaptado específicamente a casos de abuso perpetrados por conocidos, porque más del 70% de los sobrevivientes de violación conocen a sus atacantes.)

La tercera unidad del programa, Actúa, enseña a las mujeres a ejercer una defensa práctica con la cual se sientan cómodas, a diferencia de las técnicas de defensa personal militarizadas diseñadas para extraños. (Las tácticas de defensa personal que aprenden las mujeres, dice Senn, son «acciones que las mujeres jamás usarían en contra de hombres que les gustan, aman, conocen o que vayan a ver al día siguiente«.)

En 2015, Senn publicó un estudio sobre la efectividad del programa educativo de resistencia contra las agresiones sexuales en tres etapas. Alrededor de 900 estudiantes participaron, de las cuales 451 tuvieron que asistir a participar en un curso de prevención de la violación de 12 horas (El grupo control tenía acceso a folletos contra las agresiones sexuales disponibles en los campus de tres universidades canadienses donde se condujo el experimento.)

Según sus descubrimientos, un año después, 5% de las mujeres que habían recibido el entrenamiento de resistencia reportaron haber sido violadas, mientras que la tasa del grupo control había sido 10%. En otras palabras, el programa había reducido a la mitad el riesgo de que las participantes resultaran violadas.

Senn dice que una parte crucial del éxito del programa es que le enseña a las mujeres a confiar en sus instintos. «Las mujeres están formadas para querer confiar, para no dañar los sentimientos o cuerpos de los demás. Estos rasgos no son universales, pero son muy comunes», dice Senn. «Y esta socialización es un obstáculo para la resistencia».

Nos ilustra con el siguiente escenario como ejemplo: una mujer abre la puerta al novio de su compañera y le dice que su novia no está en casa, pero él insiste en entrar de todas maneras. Es algo muy extraño para ella, pero se siente insegura. El hombre entra y empieza a actuar de una forma profundamente incómoda; aún así, piensa en que si causa una escena su roommate estará molesta y prefiere ser razonable con el novio en lugar de apartarlo.

«Ahora bien, esas reacciones son completamente normales en una situación que debería ser segura (tu propio departamento) y las provocan una persona que nunca esperarías, una persona que conocías e incluso confiabas en ella», explica Senn. «Pero esas reacciones muy normales retrasan el reconocimiento del peligro y también retrasan tu capacidad de reacción».

Senn no sólo quiere enseñar a las mujeres a ser firmes acerca de sus propios límites, sino que también espera que puedan establecer estos límites bajo sus propios términos. Uno de los ejercicios del programa se llama «con quién lo harías», en el que se anima a las mujeres a pensar qué actividades sexuales no querrían practicar, cuáles sí y qué tan bien tendrían que conocer a alguien antes de acceder a algo más.

Senn dice que la mayoría de las jóvenes que han participado en el programa expresaron que nunca habían pensando en lo que realmente esperaban del sexo. Estas chicas le dijeron que no pensaron en su comodidad o malestar durante ciertas actividades sexuales además del calor del momento, o cuando un compañero les sugería cualquier variación. «Estoy feliz de que el programa brinde ese espacio para que las mujeres reflexionen en serio sobre sus propios deseos«, dice.

Aunque el método cuenta con evidencias de respaldo, el enfoque de Senn ha causado controversia. Algunos detractores feministas argumentan que este tipo de perspectiva sólo redirige el crimen, en lugar de reducirlo.

«Las violaciones son perpetradas por un pequeño porcentaje de hombres que saben lo que hacen y a quién violar una y otra vez; sólo van a encontrar otra víctima», dijo Jaclyn Friedman, importante educadora sexual y activista, a The Guardian. «Así que, sólo porque estas chicas (entrenadas) sean menos propensas a ser atacadas, no significa que haya menos violaciones en los campus… Esto no es prevención de la violación, es protección contra la violación«.

El programa también ha sido criticado por cargar la responsabilidad de la prevención de una agresión sexual sobre las víctimas. La creencia convencional en muchos círculos feministas sostiene que responsabilizar a las mujeres para luchar contra sus atacantes es una extensión retrógrada e insidiosa de una cultura que culpabiliza a las víctimas, que les dice cómo vestir a las mujeres y formas de evitar el abuso sexual.

Pero Senn diferencia el programa de otros métodos que dicen, por ejemplo, que las mujeres deben cuidar su ingesta de alcohol. «Creo que algunas críticas son resultado de una generalización y preocupación excesivas al haber tantos programas fallidos dirigidos a las mujeres», afirmó. «La gente piensa que debido a que nos dirigimos a las mujeres debe entrar dentro de la misma clasificación».

Ella subraya que no se trata de culpar o responsabilizar a los sobrevivientes de violación para prevenirla antes de que ocurra, ni está destinado a ser la respuesta a la cultura de la violación. Es sólo una herramienta, entre otras, como la educación de testigos, las políticas escolares para tomar en serio las denuncias de agresión y los programas que trabajan para cambiar la actitud de la gente hacia las mujeres.

«Este programa deja en claro que nada de lo que hagas o dejes de hacer detendrá a un hombre de haber sido una persona dispuesta a comportarse de esa manera», dice Senn. «Estas simples habilidades que pueden ayudar a reducir la gravedad de la violencia son para ayudarte a salir del problema más rápido».

El seminario se prepara de acuerdo al aporte que pueden ofrecer las mujeres asistentes y también se planea teniendo en mente a las sobrevivientes. «Las mujeres que han sido víctimas corren mayor riesgo de sufrir nuevamente un episodio de violencia, por lo que es realmente importante que este tipo de programas sean un ambiente acogedor para las sobrevivientes también», explica Senn en VICE.com.

Le pregunto a Senn qué tipo de retroalimentación ha recibido el programa por parte de sus asistentes. «Una sobreviviente», responde, «me dijo que el programa le había devuelto su libertad«.

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