Luz Lancheros @luxandlan
Roman Polanski es el director de una de las grandes películas del Holocausto, “El pianista”. Woody Allen, entre tantas buenas películas, es el autor de uno de los largometrajes con los que más me identifico, “Blue Jasmine”. Los dos son grandes directores. Y los dos son abusadores sexuales. Nadie les quita lo primero, pero por enfocarse ahí, se había obviado por mucho tiempo lo segundo, tanto en Hollywood como en la opinión pública. Tal y como casi pasa con Kevin Spacey: ahora muchos lo culpan de que por su escándalo se haya acabado una de las grandes series de esta época, “House of Cards”. Y que por eso ya no podamos ver las peripecias de su personaje al lado de la magnífica Robin Wright.
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Lo de la serie es lo de menos: lo que cuenta acá es que Kevin Spacey abusó de un menor de 21 años. De un niño de solo 14 años. Un programa, por más que les guste, no desvía la atención de lo horrible que se lee esto. Un programa no importa cuando su protagonista recuerda todo el tiempo la aberración que cometió.
Qué bueno que ahora son otros tiempos. Cuando Polanski ganó el Oscar por “El Pianista”, apenas existían débiles voces reclamando lo mismo. Lo mismo pasaba con Terry Richardson y hasta con el mismo Woody Allen. Ahora, con el tema del acoso en la mesa y con las redes haciendo más presión (es muy de patético ‘old school’ pretender que el Twitter solo es activismo de sofá en estos tiempos), hay no solo más debate, sino más acciones y voces poderosas sobre este problema. Por eso, el hecho de que Spacey haya querido hacer una gran “Frank Underwood” y desviar el foco hacia su salida del clóset, no solo es una gran estupidez: también revive viejos imaginarios que los ultra conservadores han usado siempre contra la comunidad LGBTI, sobre todo el del “viejo gay pederasta corrompe niños”. Suena caricaturesco y hasta truculento, pero así son los imaginarios: poderosos y repetitivos. Y no, a nadie le gusta ver mezclado a uno de los grandes personajes de ficción con la persona que acaba de cometer algo así.
«Lo que cuenta no es que por culpa de Spacey se acabe «House of Cards» o que él sea gay, lo que cuenta es que él abusó de un niño de 14 años»
Netflix quizás siguió el ejemplo de Amazon en eso de dar ejemplo al no normalizar una conducta que debe ser castigada. Pero por otro lado, hay algo que siempre pasa a la hora de concentrarse en el actor y en su obra, de manera inevitable : se asocia al personaje de la ficción con el de la realidad. No por nada, muchos en Twitter no pueden asimilar que un personaje de ficción, más el gran actor que es Spacey, sea el mismo que también cometió abuso y fuera de eso salió con una excusa estúpida gigantesca. Es lo mismo que le pasó a Johnny Depp en tiempos del divorcio de Amber Heard. Nadie podía relacionar al chistoso pintado de “Alicia” con el actor decadente que golpeaba a su mujer. Resultado: a la segunda parte de la saga le fue como a los perros en misa.
Por esta razón, muchos no le perdonarán a Spacey que él le haya atestado la puñalada final a su serie. Y es algo normal, estar en shock y hacer asociaciones. Pero lo que nos debe preocupar, más allá de estas analogías, es lo que hizo el actor y cómo va a responder luego de lo que pasó. Y aún más grave: cómo lo hará luego de lo que dijo para excusarse. Ahora, si bien es cierto que una serie como “House of Cards” no se produce todos los días, esta no debe ser un foco de atención más ni una excusa para desviar el problema tan grave que despertaron Weinstein y compañía: que el abuso sexual es algo de lo que no se salva nadie.