Por: Luz Lancheros.
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Somos un país de feminicidios y un país en el que se nos suele atacar incluso por el mero hecho de existir. Pero cada caso tiene particularidades que merecen ser tenidas en cuenta y cuando algo como lo que sucedió con Jorge Luis Pinto, su hija y su esposo llega a ser comentado por la opinión pública, vale la pena preguntarse si hay que tomar partido por uno o por otro y juzgar apresuradamente. O reconocer que es un caso complejo en el que hay muchos asuntos que nos ponen a reflexionar como país.
Hoy en la mañana sale en los titulares que Pinto agrede a su hija a través de un video. Su hija, que claramente no está bien y que tiene un arma blanca. Ella dice que todos lo agreden y él responde que se lo merece por todo lo que ha hecho. Su marido, con quien tiene un conflicto complejo en el que las dos partes han denunciado violencia intrafamiliar, comienza a grabar. Luego se ve que el entrenador le pega en la cabeza a la mujer “para que aprenda a respetarlo”. Incluso los policías intervienen. Todo se viraliza.
El debate comienza. “Solo es un padre corrigiendo a su hija”, dicen muchos. “ No habría reaccionado distinto con alguien al frente, con un cuchillo”, dicen otros. “Pinto es un maltratador de mujeres”, insisten otros tantos.
¿Qué harían ustedes al estar en medio de esta disputa? ¿ Habrían reaccionado como el entrenador, a los golpes ? ¿Cuál es el papel que juegan los otros dos involucrados? Porque acá hay varias aristas: la hija que denuncia maltrato físico y psicológico. El esposo, que lo niega y que señala a su esposa de maltratarle a él gracias a su estado de salud mental y poner en riesgo la vida de su bebé . Y por supuesto, este también acusa al padre de maltratar a la hija. Un escenario bastante complicado para tomar partido por alguien a la ligera . Y en el que temas como la violencia intrafamiliar o la poca atención a la salud mental o el breve seguimiento de la justicia a estos casos queda en simples juicios y pocos hechos.
Nadie “merece” que lo maltraten, pero a su vez, nadie es completamente inocente. También es certero analizar hasta dónde normalizamos la violencia o si en el caso de Pinto y su hija, “es bueno” o no el “corregir” a los hijos a palos como único método de pedagogía (y no me refiero al episodio del video, que es una situación desesperada). El por qué vemos todavía los problemas de salud mental como una carga y un problema para nosotros mismos y nuestra familia, sabiendo que como todos los órganos, el cerebro se enferma. Y por supuesto, cómo les damos manejo en lo público y en lo privado, así como los abusos que se dan en un matrimonio y en los que cuenta solo la palabra de uno contra otro.
Creo que antes de alimentar el escarnio, valdría la pena reflexionar sobre asuntos que no son solo de la vida privada de alguien, sino que hablan de cómo lavamos nuestros propios trapos sucios.