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La violencia política electoral hacia mujeres, una protagonista más en Ecuador

La jornada electoral que vive el país evidencia que el machismo continúa como el presidente y amo de la política. Los partidos políticos inscribieron a mujeres sólo por cumplir con el principio de paridad, alternabilidad y secuencialidad, mas no por las dignidades que ellas merecen.

Por Gabriela Vaca Jaramillo

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Ecuador ha dado pasos gigantes de inclusión de mujeres en la política, un ejemplo es tener a tres representantes en el Cuerpo Legislativo, independientemente de su ideología, es un avance en esta materia.

Durante estas elecciones, para elegir al futuro presidente de la República del Ecuador así como asambleístas y parlamentarios andinos, se cuestionó si las organizaciones, movimientos y partidos políticos en efecto cumplieron con el principio de paridad, alternabilidad y secuencialidad para constatar si los avances logrados trascenderán o representarán un freno.

Este principio, de acuerdo con el Reglamento para la Democracia Interna de las Organizaciones Políticas del Consejo Nacional electoral (CNE), garantiza la participación paritaria de hombres y mujeres en las candidaturas (50%/50%); y, en las dignidades electas, se cumplirá con el principio de alternabilidad y secuencialidad, esto es un hombre, una mujer; o viceversa, en la lista.

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Lamentablemente sólo se ha cumplido con el principio de paridad y eso, solamente por inscribir a los partidos o movimientos políticos. Así señaló Ana Marcela Paredes, consejera del Consejo Nacional Electoral (CNE).

«Hemos tenido que rechazar candidaturas porque no han cumplido con estos principios pero una vez que se ha rectificado, al menos estamos haciendo que las mujeres tengan este espacio, es una pena pero, no en todos los casos para encabezar las listas, aún así buscamos que día a día seamos concientes y que a través del voto se pueda concretar la participación de mujeres. La violencia también se manifiesta de manera innegable en la política ya que las candidatas han sido objeto de vejámenes en estas elecciones del 2017. Lastimosamente no podemos incidir en el aspecto de redes sociales pero somo testigos de que ellas siempre se llevan la peor parte.

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Únicamente para parlamentarias andinas se han registrado el 50% de candidatas mujeres, obviamente para el resto de candidaturas esta cifra no es equiparable, por ejemplo para asambleístas nacionales y provinciales es mucho menor aún», explica.

Con esto coincide Natali Becerra, consultora de Relaciones Públicas y Comunicación Estratégica de CPI (Consultores Políticos Independientes Latinoamérica). «Es verdad que en las listas constan 50% de mujeres y 50% hombres pero no existe la secuencialidad, es decir, si el primero de la lista es hombre debe seguir una mujer luego un hombre y así sucecivamente pero aquí no se cumple.

Las mujeres que encabezan la lista para Asambleístas Nacionales representan el 26,66%, y hombres el 77,34%, es decir, sólo cuatro mujeres son primeras en las listas de los partidos.

¿Qué es lo que se ve? Primero, segundo, tercer, cuarto y quinto puesto sólo hombres y al último están las mujeres, sólo si alguna representa un fuerte para el partido le dan los primeros puestos. Se cumple con la cuota de mujeres pero no logran entrar si son puestas en los últimos lugares y esa es la realidad de nuestra política», señala Becerra.

Además acota que «en las elecciones unipersonales siguen ganando hombres porque la ciudadanía no confía en las mujeres. Se las percibe como emocional y hasta vengativas, incluso. Pero así mismo se percibe a la mujer como ‘decorativa’ en temas políticos. El discurso es: tú te vas a encargar de los sectores sociales y afines a eso. De la economía y lo demás, manejamos los hombres. Así se habla puertas adentro», dice Becerra.

De acuerdo con Paredes, del CNE, otra problemática en tema electoral es que simplemente por cumplir con el principio de paridad, secuencialidad y alternabilidad se incriben a las candidatas mujeres, no así postulándolas para cargos de primera categoría. «Hemos incluso conversado con las suplentes y conocemos que les hacen a un lado pasando por su derecho a suplir cuando el principal lo requiere, aquí hay un tema de lanzar un nombre que ni siquiera se respeta», afirma.

Entonces la violencia política está presente. Pero ¿qué sucede en este mundo tan amplio de la politica cuando una mujer se lanza para ser parte de ello? Becerra lo ha vivido e incluso comparte su experiencia de cómo afecto su vida familiar.

«Mi primera campaña electoral me costó el divorcio porque mi esposo no aguantó el peso de la política. Cabe destacar que es un campo muy fuerte y de resistencia. Imagínate un candidato tiene su chofer, escolta, fotógrafo y yo era la única mujer. Manejaba la asesoría de comunicación y en este sentido nos tocaba madrugar y trasnochar por los horarios de entrevistas, de visitas, etc.

Mi esposo decía que solo pasaba con hombres, que no me ve ni él ni mis hijos y muchas veces llegaba con mi equipo a mi casa. Él me puso a decidir entre mi profesión y mi matrimonio y pues aquí me tienes haciendo política.

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Hay muchas mujeres en esta área que se identifican con mi caso. Alguna vez me dijeron que tengo que percibir a la soledad como mi aliada porque no van a adaptarse a mi ritmo de trabajo.

Recuerdo que cuando hacía campaña en los sectores rurales hay líderezas mujeres pero se quedan en su comunidad porque cuando buscan trascedencia en su rol, sus esposos no les permiten precisamente porque el discurso del machismo radica en que deben atender a su familia y permanecer en casa.

Por otro lado, trabajé con una asociación que se encargaba de dar cuidados a familiares de niños con cáncer y se evidenció que muchos de los menores abandonan el tratamiento porque a los papás no les gusta que las madres abandonen la casa, no les dejan salir e incluso los niños morían.

Cuando los políticos están al lado de una mujer nos damos cuenta que sólo entre ellos hablan. Sólo si eres un buen referente te tomarán en cuenta.

Rosalía Arteaga fue la única vicepresidenta a la que no le permitieron asumir el poder en Ecuador tras la salida de Abdalá Bucaram de su cargo en la Presidencia. Su inteligencia y amplia experiencia no le importó al Congreso de ese entonces y la hicieron a un lado, única y simplemente, por el hecho de ser mujer.

Y pues hay que reconocer que a los hombres que sienten que tienen poder desde sus cargos políticos, les molesta cuando una mujer les sugiere algo. Su ego sobrepasa sus niveles», enfatiza Becerra.

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Es imprescindible presentar cifras de la participación femenina en este ámbito. Del al Informe Anual 2015 – 2106 de ONU Mujeres presentado en el mes de octubre se desprenden datos muy importantes como los siguientes:

• Apenas 1 de cada 5 parlamentarias en el mundo son mujeres.

• Se efectuaron 8 reformas constitucionales con sensibilidad de género y se adoptaron 32 leyes nuevas tan solo en 2015.

• Se crearon 15 nuevos comités parlamentarios para la igualdad de género en varios países.

• El Parlamento para América Latina y el Caribe (PARLATINO) ha puesto en marcha un plan para alcanzar la «paridad de género» en la región. (ONU MUJERES, 2016)

En el Ecuador sin duda se han dado grandes avances en la materia y es imposible negar que cada uno de los pasos han forjado el camino para las mujeres y su actividad en la vida política del país, no ha sido para nada fácil y ha requerido tiempo y decisiones valientes entre las que destacan varias reformas inclusivas como las siguientes:

• La Ley de Amparo Laboral de 1997 que estableció un cupo mínimo del 20 de en las listas pluripersonales en las elecciones para diputados nacionales y provinciales del 30 de noviembre de 1998.

• La Reforma Constitucional de 1998 que contempla la participación equitativa de hombres y mujeres en los procesos electorales (artículo 102).

• En la constitución del 1998 se introduce la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, el enfoque de género y la participación política de las mujeres con un mínimo porcentaje.

• La reforma a la Ley de Elecciones o Ley de Participación Política de 2000 que fijó cuotas en grados ascendentes del cinco por ciento en cada proceso electoral, a partir de un mínimo de 30 por ciento, hasta llegar a la representación equitativa del 50 por ciento. (ONU MUJERES, 2015)

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