El llamado era claro: el sábado 21 de enero de 2017, a las 1:15 pm, las mujeres se reunirían en Washington y más ciudades para marchar. ¿El motivo principal de la manifestación? Hacer saber a las autoridades y al recién asumido presidente Donald Trump, que el descontento en Estados Unidos es masivo.
La “Women’s March” y su altísima convocatoria no sólo alzó las voces en la capital estadounidense: mujeres, hombres, inmigrantes, niños e integrantes de la comunidad LGBT de varios países del mundo quisieron formar parte de este hecho.
Considerando los dichos del Sr. Trump mientras era candidato y además, tomando en cuenta las acusaciones en su contra de parte de mujeres que aseguran haber sido agredidas sexualmente por él, es natural que exista rabia e impotencia.
Seguramente, ustedes se preguntan en qué estaban pensando los estadounidenses cuando eligieron a un hombre así como presidente. Nosotras también nos lo preguntamos a diario, pero el tema no es lamentarse o llorar sobre la leche derramada.
Lo importante es destacar lo que está pasando en torno a esto: el feminismo está moviendo masas, generando instancias de desahogo y también, está dando fuerza a otros grupos sociales. El feminismo no se trata sólo de mujeres, sino que de reivindicar los derechos de quienes se han sentido pasados a llevar.
Psicológicamente, es la misma dinámica que se da en la infancia. Unos cuantos niños tendrán miedo de nadar, porque nunca lo han hecho. Pero sólo basta que uno de ellos se atreva a sumergirse por primera vez, para que los demás validen su propio coraje.
Hoy, hay millones de personas que no están dispuestas a quedarse en la orilla: aunque el agua esté turbia, se sumergirán, porque es su derecho, porque la piscina es pública, es para todos.
Las marchas feministas representan esa necesidad de entrar a la piscina, pero también, buscan construir otras nuevas, para que todos puedan sumergirse en agua limpia y fresca.
La marcha del pasado 21 de enero en Washington muestra a mayor escala, lo que ha estado sucediendo en los últimos años. Las mujeres, los inmigrantes, los gays, las lesbianas, los discapacitados, los trans; todos ellos unen sus causas para derribar los preceptos opresores de la sociedad.
Durante siglos, hemos vivido en un cascarón, uno que no se puede romper porque es de plástico, no es natural, alguien lo puso ahí. Un ave sólo puede salir de su cascarón si se le reconoce como tal, así seguirá creciendo como debe, como la naturaleza determina.
Con muchísimo esfuerzo y años de protestas, de situaciones que han puesto en riesgo a mujeres y hombres valientes, que incluso han muerto por reivindicar lo que nos pertenece a todos, sin importar el género, la raza o situación socioeconómica, estamos regenerando ese cascarón natural, para que las próximas generaciones nazcan más libres.
Son procesos largos y difíciles, pero las manifestaciones permiten reivindicación, respetando la individualidad. En estas manifestaciones, no se sigue a las masas, no se pierde identidad, sino que más bien, se reafirman las convicciones.
Cada cartel, dibujo, infografía, fotografía cuenta una historia, cada vocero representa algo en especial y también, está el sentimiento común que mujeres como Madonna nos ayudan a expresar.
Tal como declaró ante 500.000 personas en la Women’s March:
Bienvenidos a la revolución del amor, a la rebelión, a la negación de las mujeres de aceptar esta nueva era de tiranía, en que no sólo las mujeres están en peligro, sino que todos los que han sido marginados. Esta es una sociedad que considera que lo diferente es crimen. Fue necesario un momento oscuro como este para que despertáramos de una maldita vez”.