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No necesito que me protejas, sólo que me respetes

Todo se trata de libertad. El ser humano nace libre y cuando existe respeto, no hay motivo para proteger.

Cuando pienso en el ser humano, y en las divisiones de género y sexo, no puedo evitar preguntarme en qué momento se determinó que el hombre debía proteger a la mujer.

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Este comportamiento se puede ver en algunas especies del mundo animal, como en los leones o los lobos. Mientras la leona sale a cazar, el macho marca territorio. Si se presenta una amenaza, el león bate su melena y muestra sus colmillos. Luego, vuelve a recostarse.

Sin embargo, los papeles del macho y la hembra van variando dependiendo de la especie: algunas son matriarcales, otras, comparten la crianza y también, en animales como el pingüino emperador, el padre se ocupa del cuidado de los huevos a tiempo completo.

Aunque la naturaleza tiene sus propias reglas, estas son bastante relativas. Si hablamos de seres humanos, la idea de que el hombre protege a la mujer —denominada arbitrariamente como el sexo débil— parece implacable, rígida, difícil de modificar.

Es curioso. El ser humano se diferencia de los animales porque tiene conciencia de sí mismo. Al mismo tiempo, el ser humano sólo se diferencia entre un sexo u otro, por su sistema reproductivo. Y el pene no es más importante que la vagina, sino que son complementos.

El resto del cuerpo funciona de la misma manera. Los hombres y las mujeres nacen con los mismos órganos, con los mismos sistemas, con una estructura cerebral similar. Si nos basamos en la diferencia en los órganos reproductivos para determinar la supremacía del macho, la idea pierde aún más sentido. ¿Dónde quedó la conciencia de lo que somos?

Podemos argumentar que como la hembra es la que da a luz, ella es superior. Pero la naturaleza no se preocupa por eso, cada especie determina papeles, sin importar los órganos reproductivos. Como decíamos anteriormente: la leona tiene las crías y provee, el macho marca territorio. El pingüino emperador macho cuida a los huevos mientras la madre va a cazar. No hay rigidez.

El hombre no necesita proteger a la mujer, sino que debe respetarla porque es ser humano igual que él. El hombre no tiene un sistema de reacción ante emergencias que le otorgue poderes especiales: si eso existiera, estaría determinado por la personalidad, no el sexo o género.

Un hombre puede paralizarse ante el peligro al igual que una mujer. Un hombre puede ser eficiente ante el peligro al igual que la mujer. La diferencia, es que la amenaza usualmente proviene del que se autodenomina como protector.

Todo se trata de libertad. El ser humano nace libre y cuando existe respeto, no hay motivo para proteger. La protección implica peligro y cuando el hombre toma el rol de protector, significa que perdió el respeto por la mujer. Ignora su libertad.

Si nos respetamos, y en todas las dimensiones de la vida, hay menos amenaza, porque estamos conscientes de la libertad del otro como derecho.

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