El otro día conversábamos un grupo de amigas y de repente una comentó un problema que la tenía bastante angustiada.
Había ido a depilarse y cuando estaba lista, depilada como siempre lo hacía, decidió hacer algo de lo que muchas de sus amigas hablaban: depilarse por completo, a la brasileña.
Además pensó en su marido, que se iba a poner contento, y sería algo novedoso dentro de su sexualidad, se lo daría como un gran regalo. Aguantó la respiración, cerró los ojos y en un dos por tres, estaba como una niña de 10 años.
Salió feliz, sentía que era otra mujer, un poco atrevida, sexy, pensaba cómo su marido caería a sus pies, pero lo que más contenta la tenía era que ahora sería igual a la mayoría de sus amigas, por fin iba a poder hablar de lo mismo… eso la hacía sentir segura.
Tomó su teléfono y con gran arrogancia llamó a una por una para contarles su gran hazaña. Por supuesto que todas gritaban y decían “bienvenida, por fin, tanto que te demoraste, te va a cambiar la vida”. Ella sentía como si se hubiera ganado la gran medalla de oro.
Ya más calmada hizo sus trámites y se fue a su casa. El balde de agua fría llegó cuando fue al baño y se miró. Le vino una gran desilusión: “¿que hice?, ¿cómo fui tan tonta?, esto es horrible“. Ya no era su cuerpo, por lo menos lo que a ella le gustaba, no tenía nada de sexy , tomó su cara con sus dos manos y se puso a llorar.
Acá me quiero detener, muchas podrán leer y decir, “pero qué exagerada, si los pelos vuelven a crecer”. No es ese el punto, ya lo hemos hablado anteriormente. Todas somos distintas, por lo tanto mi sexualidad no debe ser igual ni a la de mi mejor amiga, prima, hermana, compañera de trabajo, etc. Lo que escuchamos no es necesariamente lo que necesitamos.
Todas somos guapas, bellas y atractivas, y con estos tres ingredientes lograremos hacer una comida sabrosa única e irremplazable. El plato lo llamaremos mi sexualidad.
Y aprendamos que la moda puede ser muy atractiva pero ésta a veces incomoda.
