Todas sabemos que el embarazo trae consigo varios cambios, no solo físico, sino que también hormonales, que hacen que nos cambie desde la piel hasta el estado de ánimo. Todo esto a causa de la progesterona, gonadotropina coriónica, estrógenos y oxitocina, hormonas que favorecen la conexión de la mujer con su hijo.
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Una investigación hecha por la U. de Chapman y de Irvine (EE. UU.) explicó que la exposición hormonal por la que pasamos las mujeres durante el embarazo, afecta fuertemente al sistema nervioso central. De esta forma se prepara al cerebro de la mujer para las exigencias de la maternidad: ayuda a estar más sensible y más alerta y explicaría -por ejemplo- por qué las mamás despiertan justo antes de que el bebé llore. Esto también explica la pérdida de memoria a corto plazo, por estar atenta solo a las funciones maternales.
Esta tan increíblemente sabio el proceso de preparar a una madre a serlo, que incluso ciertos sucesos que parecen normales tienen sentido. Por ejemplo, el hecho de que una madre sienta náuseas durante los primeros meses, es una forma de evitar posibles intoxicaciones y además es una etapa donde la mujer agudiza el olfato y el gusto –vieron que hay mujeres que incluso sienten asco solo al sentir el olor a pescado, por ejemplo-. Así, más adelante podrán distinguir si una comida está descompuesta, entre otras cosas.
El ser madre, no es solamente ver cómo crece el estómago. Es un proceso que comienza antes que nada en el cerebro, específicamente en el hipotálamo. Son las hormonas y los neurotransmisores los que preparan al cuerpo para el embarazo, parto y lactancia, los que además tienen incidencia en el sistema emocional.
Es en estos casos cuando pienso que el cuerpo humano es muy sabio. Muchas estamos nerviosas cuando vamos a ser madres, sobre todo cuando es por primera vez. Quizás a través de estas aclaraciones científicas se explica ese extraño “instinto de madre” o eso de pensar que muchas de ellas “son brujas”.
Fuente: latercera.com