Hace 10 años tenía más o menos una idea de lo que sería mi vida cercana a los 30. Hace 15, lo tenía súper claro. Ahora, no tengo absolutamente ninguna certeza. Sin embargo, creo ser más feliz que nunca.
Cuando tenía 17 años me dije: Terminaré mi carrera a los 24, me dedicaré exclusivamente a mi crecimiento profesional por al menos 2 años más. Mi pololo de mucho tiempo se convertirá en mi marido a los 27 y disfrutaremos nuestro matrimonio para nosotros dos hasta los 29 o 30 cuando nos pondremos en campaña para tener un hijo. Quizás después vendrán más.
Hoy veo todo esto como lo más absurdo de la vida. No terminé mi carrera a los 24, ni tampoco pude dedicarme a mi crecimiento profesional en línea recta ya que cambié de rubro en una jugada arriesgada y partí prácticamente desde cero. Tuve relaciones que terminaron con corazones rotos (casi siempre el mío) y ese “pololo de mucho tiempo” apareció y desapareció una y otra vez. Ahora que lo pienso, ninguno de ellos podría haberse convertido en mi marido, y tampoco tengo certeza de que “marido” en el sentido convencional, es lo que realmente quiero para mí. Claramente, y sin esa parte fundamental (un hombre), tampoco pude convertirme en madre.
Pensé que a esta edad tendría la película súper clara, y estaría encaminada y con planes a largo plazo, como comprar una casa, armar familia, tener un buen puesto de trabajo. Pero recién este año me independicé, así que comprar una casa son palabras mayores muy lejanas a mi realidad. Armar una familia primero implica afirmarse uno mismo, así que tampoco tengo eso en mente al menos por un rato. Tener un buen puesto de trabajo, uff, espero que así sea en algún tiempo más.
Ad portas de los 30 años me siento todavía una cabra chica cuando ya no es correcto serlo, y que a veces le sale ser adulto y a veces no. Me puedo hacer cargo de mí misma, estoy contenta con mi vida y estoy expectante de lo que se viene, pero no puedo dejar de pensar que todo debería haber partido antes. Existe el miedo inminente de ser madre tardía o de, derechamente, no serlo nunca. Existe el miedo de no encontrar al elegido y someterse a una vida de relaciones pasajeras o de soledad. Existe el miedo de siempre ser una empleada mediocre que no llegó nunca a cumplir sus sueños. Existen esos miedos que antes no tenías, porque pensabas que la vida te abriría las puertas golpeándote amorosamente la espalda y llevándote de la mano. La verdad es que las puertas se las abre uno mismo todos los días y cuando me encontré con esto, me sentí abatida. Ahora que lo entiendo y que lo asumo, estoy más en paz.
Hacer planes no me sirvió de nada, y creo que asumir la espontaneidad me ha hecho bien. Vivir el día a día, disfrutar de lo que tienes y no amargarte por lo que quieres tener. Luchar por convertirte en mejor persona de a poco e ir descubriendo lo que realmente quieres, ha sido mi lección. Espero que a los 30 sepa más cosas, espero ser más sabia y quizás tener alguna idea de hacia dónde voy. ¿Un consejo? Cito las sabias palabras de John Lennon, en una linda canción dedicada a su hijo Sean.
“Life is what happens to you while you’re busy making other plans.”
(La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes.)