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Freelance: en la pena, la alegria y enfermedad

La penas y las alegrias de ser Freelance. ¿Qué pasa cuando te enfermas y debes trabajar desde casa?

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De hecho, sé muy bien que en mi carrera es normal tener muchos trabajos y compartir tu vida representando, se quiera o no, a las empresas, siendo que sólo eres una boleta de estas y no un empleado que participe de todas las actividades de la familia laboral (desayunos, organizaciones de cumpleaños, etc), porque es imposible armar un lazo real si tarde mal y nunca ves a tu compañeros de trabajo.

Pero aún así, puedo hacer una vida normal, si una semana la organizo como corresponde. Pero ¿qué pasa cuando no te organizas y además te enfermas? Esas situaciones son las peores.

Cuando un empleado se enferma, debe presentar un licencia medica y listo. Ese día o los que tiene asignados,  no trabajará.  Para mí, la historia es distinta: depende de la buena onda de mi “empleador”.

De las veces que no tuve chance de “no hacer nada” y descansar, tuve que preparar un kit de música, medicamentos y mucho ánimo ficticio para poder redactar. Ayer, por ejemplo, ese kit no me funcionó y de las dos responsabilidades que tenía, sólo una la cumplí. La segunda la tuve que posponer para este feriado. Sí, trabajar un día feriado para completar lo que me faltó. Suena fatal, pero es parte de ofrecer tus servicios como redactora cuando hay emergencias y la buena disposición es parte de permanecer en esa pega.

Es difícil contarles a tus amigos que tienes tres pegas y que  aún así no ganas una millonada. Pero algunas veces, los tiempos son difíciles  y como una casi-periodista que soy, se debe aprender a llevar la responsabilidad si se quiere tener ingresos. De la gente que conozco y ustedes también, como los periodistas de la tele,  ellos también conducen un noticiero en la mañana, hacen columnas para un diario o revista y además participan en radio. Todo para tener un mejor  pasar económico.

Es cierto, todo lo hago desde mi escritorio  – o mi cama-  y por lo mismo es mucho más cómodo, pero algunas veces, estar a disposición de muchas empresas y tener que redactar aunque no tengas ánimo, es un arma de doble filo. Redactar en pijama no tiene precio, pero poder utilizar tu pieza sólo para dormir tampoco lo tiene.

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