Actualidad

El fútbol, mi pololo y yo

No es lo mismo un cabeza de pelota que un pelotudo

Mi pololo, cuando juega fútbol, juega al arco. No debería, porque usa lentes. Pero le gusta y tiene buenos reflejos. Reconoce que jugar al arco es un poco masoquista, pero alguien tiene que hacerlo. Prueba más de su nobleza. Tampoco juega mucho; el tiempo es escaso y con tanto viaje por pega, se le hace difícil. Lo mismo para todos sus ex compañeros de pichanga, que repartidos en varias ciudades dicen haberse “retirado” del fútbol.

PUBLICIDAD

Antes iba al estadio. Pero ya no, por lo mismo. Porque la pasión ya no es tanta como para pagar, hacer filas, apretujarse en el metro y exponerse a todos los peligros del estadio.

Sin embargo, le gusta ver partidos. Y  harto. No se enajena ni pone nervioso, es más bien de una naturaleza contemplativa y tranquila. Y yo lo “dejo”. Digo que lo “dejo” porque no soy quien para prohibirle nada, y porque -aunque no lo entiendo- acepto que mi hombre vea a otros hombres correr enajenadamente detrás de una pelota. Después de todo, él tampoco me entiende la mayoría del tiempo.

Así que no podría decir que tenga problemas con él a partir del fútbol, a diferencia de una colaboradora de nuestros amigos de Ferplei, cuyo pololo es un futbolero extremo. Cuando hay algún partido de la selección importante, si no tengo nada más entretenido que hacer, y nos juntamos varios amigos con pololas y señoras, voy feliz.Veo el partido y como asado y lo paso bien. Pero el fúbol no me va ni me viene.

No me da vergüenza decir que no entiendo nada e incluso me sorprendí cuando mi primera tarea de periodismo fue cubrir no uno, sino dos partidos de fútbol que se daban en forma simultánea, con la consiguiente envidia de mis compañeros que querían ver los partidos.

Y si bien acepto -aunque no entiendo- cierto grado de pasión por el fútbol, hay cierto fanatismo que raya en la locura y con el que nunca estaré de acuerdo. Ese fanatismo extremo que también podemos ver en ciertas religiones o fans club.

Ese fanatismo que lleva al hombre a gritarle al televisor como si pudiera escucharlo, lo paso. Es chistoso y ridículo, pero también es ridículo tener 4 esmaltes de uñas de color rojo – todos diferentes-.

Dejar de lado a la polola, bueno, sí, a veces, está bien. Pero que el amor por el fútbol sea superior al amor por la persona que está contigo. Mal. Ver partidos seguido, dejar de estar con la polola o señora durante el fin de semana completo, no poder hacer otras cosas tales como salir de paseo o ir a un matrimonio -o incluso a un funeral- sin estar pendiente del  “partido”, llenar la casa de amigos que dejan todo desordenado y se toman toda la cerveza, y otras muchas otras cosas que he sabido que se hacen en nombre del fútbol, eso sí que no. Porque una cosa es ser  un cabeza de pelota, y otra muy diferente, es ser un pelotudo.

Tags

Lo Último