PUBLICIDAD
El fin de semana estaba en un cumpleaños de lo mejor junto a amigos y mi pareja. Mientras probaba una sabrosa cuba libre comenzó a sonar la canción de Sinergia “Mi señora” donde le cantan a las mujeres que les gusta salir a divertirse. Entonces, mi pareja me miró, apuntó con el dedo y comenzó a cantarme el tema. Me sonrojé pero lo asumí con valentía.
Es que uno es como es. Me gusta salir a conocer lugares, conversar con mis amigas, tomar tragos ricos y bailar, entre otras cosas. El problema es que los demás lo ven como si fuera una aberración, casi que una mujer no debería tener cierto estilo de vida.
Desde hace varios siglos atrás que las mujeres se reúnen en privado a conversar acompañadas de un buen trago o vicios que antes eran prácticamente normales en el ámbito íntimo. Pero el problema ocurrió cuando las chicas salieron públicamente a vivir la vida como se les antoje. He ahí el problema. Se supone que antes las únicas mujeres que disfrutaban de su vida como ellas querían eran las prostitutas y locas callejeras. Pero de un día a otro, mujeres respetables y de familias muy tradicionales se liberaron. Bueno, actualmente, todas tenemos derecho a divertirnos y a que no nos miren feo por eso.
Lo peor es que muchas veces somos nosotras mismas las que miramos prejuiciosas a nuestros pares y eso que estamos en el siglo XXI. Hoy existen miles de mujeres que tienen sus días especiales, por lo menos una vez a la semana salen a celebrar estar vivas. Se organizan con sus parejas o ex para que cuiden a sus retoños y sin remordimiento ni prejuicios relajan las tenciones junto a un aperitivo o de plano una piscola. Lo encuentro lo más sano del mundo.
Históricamente, los hombres han festejado por todo -incluso porque les pagaron el sueldo que luego, en muchos casos, se gastan completo entre tanto jolgorio-, siempre han llegado tarde a sus hogares o ni si quiera han llegado por estar “carretiando” como se dice en Chile. ¿Con qué cara te apuntan con el dedo si uno quiere salir? Tenemos todo el derecho del mundo a divertirnos, ¡así que mujeres carreteen!