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Carta abierta a Ximena Ossandón

La Vicepresidenta de la JUNJI.

Carta abierta a Ximena Ossandón, Vicepresidenta de la Junta Nacional de Jardines Infantiles JUNJI:

Soy madre de un niño de 2 años y 10 meses que asiste diariamente a un jardín infantil privado acreditado por la JUNJI. Si bien no es estatal, el jardín de mi hijo cumple con todas las regulaciones de la junta que tú presides (permíteme tutearte). Fuera de eso, ofrece tres posibilidades de horario 1.Media jornada, de 8:30 a 12: 30 (sin almuerzo) 2. Jornada extendida hasta las 3:30 (con o sin merienda) 3. Jornada completa hasta las 5:00.

Mi hijo va diariamente a su jardín hasta las 3 de la tarde. Durante la mañana yo trabajo como periodista free-lance, escribo ficción (lo cual lamentablemente no es considerado un trabajo propiamente tal) y cuido a mi bebé de 5 meses.

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Quiero comentar un par de cosas sobre tu idea de acortar (o flexibilizar) los horarios de atención de los jardines de la JUNJI. Para no caer en malentendidos, cito tus razones: “La idea es que el jardín nunca reemplace a la mamá ni a la familia. Cuando la mamá pueda estar con su niño, que esté, pero cuando decida irse a tomar, ir a la playa o a tomar un café con una amiga dejando al niño en nuestras salas, eso es lo que nosotros tenemos que evitar”.

Como madre de 9 hijos, deberías saber querida Ximena, lo que es la crianza. Además tal como declaraste en una radio, sólo cuentas con “una nana y media” o “medio pollo” (no sabía que ahora las asesoras del hogar venían por mitades), y no 4 como se dijo, lo que me hace pensar que tu rutina maternal no dista demasiado de la película La Novicia Rebelde. Por lo tanto, como madre abnegada, sabrás que nadie inscribe un niño a un jardín porque le de lata hacerse cargo de él, quiera irse un viernes en la tarde a Zapallar o tomar pisco souer con las amigas.

No sé si estás al tanto, pero la mayoría de las mujeres en Chile no viven en un capítulo de Sex and The City. Trabajan a diario, en horarios más que sobrehumanos, mantienen a su núcleo familiar, y no siempre cuentan con alguien que las ayude a criar a sus hijos. Muchas son madres solteras. Batallan con padres fantasmas. Y no pueden darse el lujo de tener una nana que reemplace el jardín. Es más, muchas de esas mamás son nanas.

De acuerdo a las necesidades de cada apoderado, en mi jardín los padres tienen la opción de elegir uno de los tres horarios, y según eso, pagan una determinada plata. Es la ley de la oferta y la demanda, que tanto patrocina el conglomerado político al que perteneces. Y está bien. Los privados pueden hacer lo que quieran. Pero los jardines públicos simplemente tienen que hacer lo que deben. Es decir, asistir de la mejor manera posible a esos niños de bajos recursos que la JUNJI recibe gratuitamente.

Michelle Bachelet logró extender la jornada de los jardines hasta las 6 pm (opcional), multiplicar sus establecimientos y garantizar almuerzo gratis. ¿Te hace eco su alta popularidad entre las mujeres? La mayoría de los jardines que tú presides son asistenciales, es decir ayudan a sacar al niño de su estado de pobreza. Tu idea de acortar el horario no sólo es un retroceso; demuestra que vives en otro mundo. ¿Qué madre va a querer ir a buscar a su hijo a mediodía “para estar con él” porque no le toca ir a la feria sabiendo que en el jardín tiene un almuerzo decente y de buena calidad? Acá no estamos hablando de happy hour con las amigas, sino de sobrevivencia y expectativas de una vida mejor.

Me pregunto si tu intención no será la de cortar el presupuesto de las raciones alimenticias que nuestro Estado garantiza. Si es así, serías tú y no los padres, quien evaluaría según cada realidad familiar, qué niño merece o no su almuerzo. Es triste admitirlo, pero muchos de esos niños que tú atiendes, están mejor en el jardín que en sus casas; fuera de alimentarse bien, se los educa y entrega cariño, algo que, desafortunadamente no ocurre en todos los hogares. ¿Y sabes por qué los padres no pueden cumplir con estas funciones básicas? No porque estén tomando pisco souer, Ximena, sino porque la vida es dura allá afuera, se suda trabajando cada peso y se llega a la casa hecho polvo. Por último, y tú deberías saberlo como educadora, establecer un horario libre es malo para la formación del niño. No sé si has escuchado hablar de la Unicef, pero todos los estudios dicen que un niño necesita una rutina establecida, con un horario fijo. Cambiarlo de acuerdo a la “disponibilidad de sus padres” le produce inestabilidad y confusión.

Durante un año envié a mi hijo a un jardín infantil público de Brooklyn, donde vivía. El horario era uno sólo y punto: de 8 a 5. Daba igual que yo tuviera una tarde libre. Quisiera dormir siesta o tuviera que entrevistar a Leo Di Caprio. Ciertamente había excepciones, pero no era la regla. El Estado estaba obligado a seguir un esquema y proveerle una educación a mi hijo. Ninguna autoridad americana jamás pensó acortar esas horas aludiendo al “aprovechamiento de los padres”, que es lo que tú sugieres. Y eso ocurría en el país más liberal del mundo.

Como devota de la Virgen, cuya estatua de 1 metro y medio, está instalada en el frontis de tu oficina en Providencia, deberías apiadarte un poco de la dura realidad que viven otras mujeres, lejos de las fronteras de algunos privilegiados, como tú y yo.

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