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Extrañando la soledad

Javier Ramos asegura que no hay nada mejor que unos días de libertad si visitas en casa.

Tras casi ocho años viviendo solo en el mismo departamento, la verdad es que ya tengo un montón de rutinas domésticas que sigo y me gustan. Por ejemplo, por las mañanas lo primero que hago es ir al baño y prender una radio que tengo ahí. Así, escuchando las noticias, voy a la cocina a preparar café y luego busco qué ropa ponerme. Por las noches, si es que llego pronto a casa, suelo prender la televisión y sintonizarla en esos noticiarios deportivos que hay en el cable.

La pongo siempre con el volumen bien alto, así puedo irme a la cocina a ver qué comeré esa noche, o para hacerme un trago, sin perderme de nada de lo que dicen en la televisión. Otra cosa que acostumbro hacer por las noches es, si hace mucho frío o simplemente porque me dan ganas, cocinar (o pedir por teléfono) algo que se pueda comer con la mano. Así, pongo todo en una bandeja y me voy a mi cama.

Sin embargo, estos últimos días mi departamento ha estado muy concurrido y me he visto en la obligación de modificar varias de estas rutinas. Lo que pasa es que desde fines de la semana pasada se está quedando conmigo mi madre, que vive en el sur pero que juntó un montón de pendientes médicos y sociales para venir a pasar unos días (vaya a saber uno cuántos) en Santiago.

De esta forma, el primer cambio ha sido que le he cedido mi cama –y mi pieza- a mi madre, por lo que estoy durmiendo en el cuarto que acostumbra a usar mi hija Sofía cuando se queda conmigo. Y claro, así, aparte de dormir en una cama de una plaza llena de peluches, cada mañana debo procurar no prender la radio a todo volumen y entrar en puntillas a MI pieza a buscar la ropa que usaré para el trabajo, para que así mi madre no se despierte. Porque claro, aunque asegura que tiene “un millón de cosas que hacer en Santiago”, jamás se levanta antes de las once.

Ahora bien, la sobrepoblación de mi departamento no se termina con mi madre. Esto, porque el fin de semana pasado justo me tocaba la visita de mi hija. Como ya les conté en una columna anterior, Sofía se queda conmigo los sábados. Sin embargo, aprovechando que estaba su abuela en mi casa, hice algunas gestiones con su madre y acordamos que se quedaría conmigo todo el fin de semana.

Desde la noche del viernes hasta bien entrada la tarde el domingo. Y claro, abuela y nieta lo pasaron fantástico. Durmieron juntas, salieron a pasear y hasta fueron al cine. ¿Qué hice yo? Básicamente alimentarlas. De hecho, me pasé buena parte del fin de semana, preparando desayunos a la cama, almuerzos, onces e incluso bocadillos nocturnos. Pero bueno, todo sea para que abuela y nieta se conozcan más. Mal que mal, me parece que es primera vez que mi madre y mi hija pasan tanto tiempo continuado juntas.

La noche del domingo tuve mi primer momento de soledad en días. Sofía ya estaba de vuelta en su casa y mi madre había ido a comer a casa de mi hermano. Aparte de ordenar y limpiar algunas huellas del fin de semana familiar, aproveché de disfrutar de la soledad de mi departamento por un par de horas. Así, me tomé un trago tranquilo, revisé –recién a esa hora- la prensa del domingo y hasta terminé un libro que tenía juntando tierra en mi velador desde hace un buen rato. Bien entrada la noche, mi madre me llamó para decirme que se quedaba donde mi hermano. Por lo mismo, aproveché de volver a dormir en mi cama y –a la mañana siguiente- de pasearme por mi departamento en calzoncillos, escuchando a todo volumen las noticias provenientes de la radio del baño.

Al final mi madre se quedó un par de días donde mi hermano y yo –ilusamente- comencé a volver a mi solitaria normalidad. Sin embargo, hoy me ha llamado y me dice que vuelve conmigo. Que donde mi hermano no ha hecho mucho y que le queda incómodo para salir a hacer sus trámites. Sutilmente, le pregunté si sabe hasta cuándo se queda. “Yo creo que ya me quedo por el resto de la semana, es que tengo mucho que hacer”, me dijo. Voy a necesitar paciencia, mucha paciencia. Y claro, volver a dormir en la pequeña cama de mi hija hasta nuevo aviso.

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