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Relaciones de Pareja: ¿Normalidad?

La “normalidad”; lo “correcto”; lo “objetivo”; lo “razonable”; lo “obvio” son conceptos que a menudo se escuchan en las discusiones de pareja. Cada uno usa

El concepto de normalidad proviene de la Distribución Normal o de Gauss (popularmente conocida como “Campana de Gauss”) probabilística y estadística, es decir, que la mayoría de las personas actúan o piensan de tal o cual forma en una cultura determinada. La anormalidad por lo tanto nada tiene que ver lo errado o lo patológico. Solo no esta siendo parte de esa mayoría.

Lo paradójico es que nos encanta decir y pensar que escapamos de la norma, que somos únicos, especiales, diferentes, pero a la hora de los conflictos sacamos toda la artillería de conceptos tradicionales que apuntan a que “tenemos razón porque así es la cosa, porque es lo normal, porque es lógico”. Y así, entramos en el circulo de descalificaciones reciprocas de lo que es “verdad” para cada uno de los miembros de la pareja. Nos empeñamos en que vea su error, en vez de entender qué es lo que nos esta queriendo decir.

Nuestra razón, teñida siempre por la emoción, no logra entender como el otro no es capaz de ver lo evidente. Ahí es cuando sale el psicólogo que todos llevamos dentro; Mmm debe ser que su familia es tan rara; es que ha sufrido tanto con sus otras relaciones que ha formado una coraza que lo/a ciega; es que su papá se murió cuando era chico entonces no tiene un modelo de cómo ser pareja porque lo crío la mamá sola; se parece cada día mas a su mamá; es que su egoísmo es impactante; es que lo hace para manipularme; etc. Armamos teorías increíbles de lo que le pasa al otro, sin detenernos a pensar que su “verdad” es tan valida como la nuestra.

Entonces las discusiones de pareja se vuelven inconducentes, cada cual en su postura sin darse la posibilidad de entender qué es lo que realmente le pasa al otro. Creemos que ya lo conocemos y que no hay posibilidad de cambiar la situación que nos provoca sufrimiento, ansiedad o angustia. Batallas sin un ganador, porque la verdad las dos personas piensan que están en lo cierto, y de alguna forma lo están, pero solo para ellos mismos con toda su historia familiar y relacional a la base. Pensamos que tenemos que hacer que cambie su forma de pensar, hacerlo ver, cosa que raramente pasara sin un esfuerzo mutuo por comprender el contexto del otro, dejar defensas y ataques para entrar en el plano de la negociación y el entendimiento.

Estos conflictos se dan en todo orden de cosas, desde la administración de la casa, las decisiones con respecto a la educación de los hijos, la planificación de las vacaciones y del tiempo libre, hasta la frecuencia de las relaciones sexuales.

Pero un campo particularmente delicado y que genera mucha frustración tiene que ver con los estilos y la forma de entregar amor. Para algunos, sentir que están siendo amados tiene que ver con la disponibilidad del otro, con la preocupación y la contención; para otros, esta más ligado al romance y detalles como una comida a la luz de las velas, cartas, flores, etc. En este plano tampoco hay norma, cada quien necesita retroalimentación diferente para sentirse importante, amado y especial. Con los años dejamos de ver esto que al principio nos preocupamos tanto por manejar milimétricamente en nuestro afán de conquista, y sentimos que “ya no nos aman” o al menos no como antes. Y estas emociones son, generalmente, las que mayor daño provocan en la pareja. No es raro darse cuenta que es esta misma razón, la que esta manifestándose encubiertamente en la pelea por el color del sillón nuevo para el living.

La invitación es entonces a, por un segundo (o varios), observarnos. Observarnos ahí donde nunca lo hacemos, en nuestras certezas. Cuestionarlas, contrastarlas, ver si todavía pensamos igual o para qué nos sirve pensar de tal o cual manera. La invitación es a, por un día, olvidar todo lo que creemos saber del otro y conocerlo de nuevo, sin el juicio que se ha instalado luego de tanto tiempo compartido, del desgaste de las discusiones, de verlo como un contrincante y de, finalmente, la intensidad de ser este “nosotros”.

Por Karolina Lama, Directora del Centro de Terapias Creativas

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