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La Mala Onda

Que poco cuesta ser amable y que bien nos hace a todos. Lee la nueva columna de María Gracia Subercaseaux.

Estoy segura que todos en algún momento de nuestras vidas hemos escuchado la cargante frase sobre la importancia de regalar una sonrisa al prójimo. ¡Que odioso!

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Sabemos a ciencia cierta que es verdad, que construiríamos un mundo mejor si lo hiciéramos y que nuestros hijos aprenderían a controlar correctamente sus emociones si no diéramos un mal ejemplo. Pero ¿cómo lograrlo cuando andamos atravesados, estresados o en esos días en que las hormonas nos juegan mil malas pasadas?. O cuando vamos tarde a una reunión y se nos cruza un tarado que maneja horrible y todos los semáforos nos tocan en rojo.

Podría enumerar un millón razones que se nos presentan a diario para disparar alguna chuchada contra el vecino.

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Siempre hay una excusa.

Y es justamente porque sabemos que no está bien andar esparciendo nuestra furia a diestra y siniestra que nos irritamos y nos parece insoportable que nos recuerden que no debemos reaccionar de esa forma. Peor aún cuando uno de nuestros hijos tiene una actitud similar gatillada por nuestra conducta y alguien te mira con carita de “mira lo que genera tu actuar” .

Recuerdo que hace unos años hasta hubo un comercial en que se mostraba una mujer que salía de su casa luego de haber peleado fuertemente con su marido y esa ira e impotencia con que quedaba la empezaba a derramar contra el que se cruzara por en frente y así se generaba una gran cadena de desamor que no paraba más.

También está el libro de Masaru Emoto, “Los Mensajes Ocultos del Agua”, ahí describe lo observado tras experimentar con los efectos de las ideas, las palabras y la música sobre las moléculas de agua. Los recipientes que estaban expuestos a palabras amorosas o a música clásica se volvieron estructuras cristalinas perfectas al convertirse en hielo, al contrario de las exhibidas a palabras como odio o demonio que se mantuvieron amorfas o deformes.

Él afirma que nuestros pensamientos están impactando y modelando el mundo que nos rodea y que por ser setenta por ciento de nuestro cuerpo y nuestro planeta formado por líquido, cada vez que emitimos algún tipo de improperio dañamos de alguna forma a las personas y a nuestro entorno.

Este japonés ha sido duramente criticado y sus afirmaciones tildadas como absurdas y pseudocientíficas.

Por lo general he sido bien escéptica frente a tanto gurú que aparece a diario lleno de nuevas teorías sobre un mundo mejor, sin embargo he comprobado empíricamente lo que sucede cuando uno es amable con alguien, lo mira a los ojos y lo saluda con una sonrisa.

Se produce un círculo virtuoso que de seguro da frutos.

Hace unas semanas me tocó el ejemplo invertido y viví el círculo vicioso que la pesadez y el desaire pueden generar.

Llegué a un lugar donde al parecer no me esperaban y eso generó hostilidades tácitas y explícitas. Ires y venires de impertinencias evitables.

Lamentablemente la tontera de unos y la cobardía de otros propiciaron esa dinámica tortuosa.

Que fácil hubiera sido hablar a tiempo y de esa forma no haber aparecido en aquel sitio. Sin duda evitaríamos un sinfín de desafortunadas situaciones y nuestro planeta estaría inmensamente agradecido.

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