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Incredulidad

Yo creí hasta que crecí, hasta que viví.

Yo siempre creí que el amor era recíproco, que cuando dices “te quiero” siempre hay otro de vuelta.

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Yo siempre creí que las caricias se correspondían, y que no todo era sexo siempre.

Yo siempre creí en la verdad, y que eso de la ‘desconfianza’ era solo para los inseguros.

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Yo siempre creí en el poder de las palabras, y que después de cada discusión, lo mejor es abrazarse y continuar.

Yo siempre creí que el amor era paciente, que aceptarse con cariño es mejor que tener la razón siempre.

Yo creí en todo eso cuando ya no lo tuve. Y dejé de hacerlo porque la expectativa duele.

Yo creí hasta que crecí, hasta que viví.

Un “te quiero” no es algo que se devuelve.

Hay mil tipos de caricias y muchas traen sexo consigo.

La desconfianza no es inseguridad, es solo la memoria de un corazón herido.

El poder de las palabras en una discusión debe usarse también en acuerdos.

Pelear por la razón es inútil entre dos que se quieren.

Yo dejé de creer en las leyes del amor, y fue entonces cuando empecé a disfrutarme en él. Plenamente.

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