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¡Hey! Solo fue sexo

Parece que Luciano quedó muy dañado con su separación tanto que a la primera oportunidad sale corriendo…

Odio a ese tipo de mujeres, perfil obsesivas-compulsivas, que se pasan películas -con uno- después de un polvo. Algunas creen que después “de” uno tiene que andarles ofreciendo matrimonio. Están locas. La verdad con todo respeto, son un cacho.

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Quisiera ignorarlas. Pegarles un cartel que diga: ¡Danger! Y salir corriendo. Pero no puedo. Las obsesivas-compulsivas sencillamente son demasiado ricas. Tiran demasiado bien. Es casi como “Atracción Fatal”. En Atracción Fatal, la Glen Close, tenía miles de defectos, pero tiraba bien. ¿O no? Era la mejor. en la cama. Insólito. El otro día no más conocí una de esas mujeres, llegué hasta la luna, pero después me pasó lo mismo. Después me di cuenta, de que era una clásica controladora, obsesiva-compulsiva, frente a la que sólo quedaba escapar. La cosa comenzó así, dejamos de tirar y de inmediato comenzó a mirarme con ojos raros. Con ojos de “relación”. ¡Danger!

No sé qué mierda les pasa a ese tipo de minas. ¿Qué acaso no pueden conocer a un separado apetecible como yo y sosegarse? Por qué no disfrutan el carpe diem y después irse tranquilitas para sus casas. No. No pueden. El ADN de una obsesiva-compulsiva simplemente no se lo permite. Son demasiado egocéntricas y vanidosas como para vivir el sexo por el sexo. Tanto que siempre, pero siempre, quieren que uno se enamore de ellas. A veces hasta se dan el lujo de no estar ni ahí con uno, pero igual. Igual no más buscan tu declaración de amor para después conservarla “en el refri para sus momentos de baja autoestima”. Como la chica que conocí el otro día. Aún me arrepiento de no haberla llevado a un motel y haberla hecho corta. Por ahorrarme dinero, la lleve a mi casa y después salí más trasquilado que “quiltro en pelea de galgos”. La loca a las tres horas, ya sabía todo de mí: mi dirección, mi número telefónico, y el nombre de mi mamá. Cacha. Tenía toda mi vida guardada en su celular.

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Se quedaba callada y yo no hallaba qué decirle. Qué le iba a decir, que estaba enamorado de ella acaso.

De hecho cuando me percaté, comencé a transpirar helado. Me dije, Lucianito, Lucianito, danger, danger. Está a punto de tenerte “agarrado” de tú ya sabes dónde, y tú ya sabes cómo termina eso. Ay Señor, por qué será la carne tan débil.

La loca era tan linda que no pude resistirme. Se veía tan bien entre mis sábanas nuevas, que en vez de borrarla, le dije, que se podía quedar a dormir, prometiéndole desayuno para el otro día. Con mi ex mujer por ejemplo, pasó lo mismo. Me enamoré de su espalda perfecta. De sus omoplatos salientes y blancos, ¡Cállate Luciano! ¡Qué mierda te está pasando! ¿Por qué no puedes controlarte? Siempre te pones a hablar como tonto cuando comienzas a acordarte de “Ella”. ¡Qué estúpido fui! Esa mujer me tenía tan agarrado, que llegaba a temblar cuando me hablaba. Recuerdo que volvía todos los días del trabajo con el estómago apretado de nervios, por culpa del pliego de lamentos que me esperaba. Siempre estaba ahí con cara de culo, esperándome. Parecía un monstruo. Y si llegaba tarde, peor. Doblemente monstruosa. Su vocecilla quejumbrosa aún resuena en mi oído. “Luciano, inútil, por qué no arreglaste el excusado”, “Luciano, mi amor por qué no me sube la mesadita”, “Luciano, cara de raja, con quién me cagaste, conchatumadre”. Me decía eso. Y después me miraba con cara de víctima.

Igualita a esta otra de la que ahora les estoy hablando. La loca prácticamente se quería casar conmigo. Como les contaba, estábamos ahí en la cama, cuando de pronto comenzó a ponerme esa típica carita de enamorada- resignada, que ponen todas las obsesivas-compulsivas después de un poco de sexo. ¡Odio esa cara! Se quedaba callada y yo no hallaba qué decirle. Qué le iba a decir, que estaba enamorado de ella acaso. No. Le ofrecí desayuno americano y se lo llevé. Craso error. Más ilusiones se hizo. Su cabeza obsesiva-compulsiva, de inmediato computó mi acto como la mayor declaración de amor. Lo sé, porque me lo dijo. Me dijo, “Luciano, yo sé que este desayuno representa algo trascendental”. No le contesté nada, y ya a esa altura estaba perdido. Danger, danger. Tuvimos sexo de nuevo. Atracción fatal.

Nos vestimos, salimos a la calle y la luz del sol nos encandiló hasta enceguecernos. Comenzamos a caminar y mientras estábamos en eso, recién ahí la loca se mostró tal cual y como era. Era simplemente diabólica. Tan diabólica, que sin más comenzó a largarme un pliego de peticiones que era casi como un castigo. Constaba de cuatro bastiones básicos. Primer ítem: mensajitos de texto. “Oye, ojo, mándame al menos diez mensajitos de texto diarios, para probarme que me recuerdas”. Segundo ítem: exclusividad. “Oye, ojo, no quiero que te andes metiendo con ninguna otra mujer mientras estás conmigo. ¿Ok? No quiero después andarme agarrando ninguna de esas enfermedades raras, ni humillaciones. ¿De acuerdo?” Tercer ítem: declaración de principios. “Oye ojo, quiero que me presentes a tu mamá y a todos tus amigos, quiero ser la oficial, no quiero que esto se transforme sexo y listo”. Cuarto ítem: recreativo. “Oye ojo que yo soy outdoor. ¿Me cachai? Me gusta ir a la playa y de viaje, no me vengas nunca con esas escapadas ordinarias a Quintero o a Horcón. ¿Estamos?” -concluyó la loca y yo me quedé simplemente sin palabras. Todo eso me lo había pedido, sólo después de una noche de revolcón. No me quedó otro remedio: bajé las persianas y salí corriendo.

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