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Cada cabeza es un mundo y cada bolso también

Las cosas que llevamos en el bolso hablan de quienes somos.

“El bolso es la habitación propia que tantas veces no se tiene encasa”, dice Pilar del Río, quien fuera esposa y traductora de José Saramago, en un artículo publicado ayer en El País. El enunciado remite a Virginia Woolf y su ensayo Una habitación propia, en que decía que ninguna mujer puede convertirse en escritora si no tiene independencia: un salario, un estudio. En ese sentido, Pilar exagera (y más vale tener habitación propia en casa, en lugar de cargar con ella de un lado a otro), pero la afirmación es linda de todos modos.

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Lo cierto es que, en el bolso, llevamos un montón de cosas: algunas indispensables, otras no tanto, porque el bolso es la materialización portátil del apego. Los hombres pueden arreglárselas con las llaves y las tarjetas porque no se pintan los labios, ni batallan con la menstruación (no usan tampones) ni necesitan urgentemente pañuelos desechables por si el labial o rímel se les corre.

Por eso, los bolsos grandes son casi salvadores: les cabe hasta el paraguas. Lástima que no podamos ir con ellos a todos lados. De hecho, la poca capacidad de carteras y clutches se compensa con su belleza, y la belleza suele ser poco práctica.

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Los bolsos con asas pueden ser pequeños, sofisticados y mucho más funcionales. Eternamente le estaremos agradecidas a Coco Chanel, quien en 1955 decidió pornerle asas al bolso: una de cada lado, para que tuviéramos las manos libres y pudiéramos hacer otras cosas además de sostenerlo. Eso sí que fue una verdadera contribución a la moda, al sentido común, a la habitabilidad de la vida.

A veces nuestros bolsos son como mochilas de útiles: llevan cuadernos, libros, plumas y, en estos tiempos modernos, tabletas. Pero también son nuestros cofres del tesoro: dinero entarjetado o en efectivo, aretes, fotos, el remanante del boleto de una puesta en escena que nos negamos a olvidar… puras cosas de valor. El asunto es que el tipo de bolso y su contenido dicen mucho de quienes somos.

Y algunos todavía insisten en mirarnos a los ojos para descubrir nuestra personalidad. Si de verdad quieren develr el secreto, que se asomen a ver nuestro bolso. A ver si entienden el hallazgo. Precisamente por eso algunas mujeres protegen su bolso tan celosamente e impiden que nadie más que ellas lo vea. Y el chiste es el secreto guardado: no me extrañaría que alguien, al asomarse a uno de esos bolsos prohibidos, se encuentre con nada más que un espejo y un monedero, qué timo. Pero, como no podemos saberlo, el misterio se mantiene intacto.

En general, ¿qué llevamos en el bolso? Están los objetos básicos, de supervivencia:

  1. labial
  2. espejo
  3. dinero y tarjetas
  4. pañuelos desechables
  5. crema para las manos
  6. llaves
  7. teléfono móvil
  8. lentes de sol o de ver

Pero también están otros objetos, y a veces son tantos que nos preguntamos cómo fue que cupieron ahí:

  1. condones
  2. tampones
  3. paraguas plegable
  4. linterna
  5. aspirinas
  6. hilo dental/cepillo de dientes
  7. fular/mascada
  8. cuaderno
  9. lápiz o pluma
  10. libro
  11. tableta/e-reader
  12. fotos
  13. caramelos/chicles/chocolates
  14. suéter
  15. botella de agua

Aunque fumar está en desuso, en mi bolso nunca faltan cigarros y encendedor. De vez en cuando meto una botella pequeña de tequila, por si llegara a hacer falta. A menudo cargo con otros objetos heterodoxos: un día, no sé cómo ni por qué motivo, me encontré con el pimentero de mi cocina en el interior de mi bolso.

Ustedes, ¿qué llevan en sus bolsos?, ¿qué es lo más insólito que han metido en ellos?

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