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Tengo útero y todo el derecho a decidir qué hago con él

En Chile se practican abortos a cada minuto. Los que tienen dinero van a las clínicas del barrio alto con “fuertes dolores de estómago” o “peritonitis” y son tratadas entre cuatro paredes.

Ayer se realizó en Santiago y en distintas partes del globo, una marcha que convocó a miles de hombres y mujeres que reclamaban el derecho a un aborto libre, seguro y gratuito.

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Los anfitriones de la noche fueron la Red Chilena Contra La Violencia Hacia Las Mujeres, quienes hicieron un amplio llamado a todo aquel que se sintiera identificado con la consiga, para exigirle al gobierno legislar sobre el tema, y que de una vez por todas se pusiera en el tapete un tema que aún sigue siendo un secreto a voces.

Seamos realistas. En Chile se practican abortos a cada minuto. Los que tienen dinero van a las clínicas del barrio alto con “fuertes dolores de estómago” o “peritonitis” y son tratadas entre cuatro paredes. Las que no tenemos los medios para hacerlo, optamos por pastillas que se venden en el mercado negro y, con un poco de información bajada de internet más los secretos de alguna amiga, aplicamos el proceso de manera clandestina en nuestros hogares, esperando que todo salga bien, para no tener que acudir de urgencia a algún hospital.

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¿Por qué tenemos que seguir con esta dinámica? Clandestino, en secreto, prohibido. Nadie debe enterarse de lo que ocurre, menos en un país hipócrita donde todavía se cree que tener útero es sinónimo de que a cierta edad debes procrear y formar familia.

¿Y qué pasa cuando nos vemos enfrentados a casos de abusos sexuales o violaciones? El tema sigue siendo tabú en las conversaciones familiares, en los colegios, en las parejas. Es hora de sentarnos a conversar y ver las opciones que tenemos, informarnos (porque está claro que la información es poder) y dejar de creer todo lo que nos dicen.

Bienvenidas sean las mujeres que libremente optan por tener un bebé y traerlo a este mundo y bienvenidas sean las que prefieren postergar aquello o simplemente no lo ven como una opción. La cuestión es que comencemos a generar el debate necesario para que este tema deje de ser “clandestino” y se siga practicando en una pieza, entre cuatro paredes, con la sangre corriendo entre las piernas y con el riesgo de perder la vida por no querer traer otra vida a este mundillo.

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Foto: José Francisco Zuñiga/AGENCIAUNO

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