¿Tanto nos puede cambiar la vida en un par de minutos? Un accidente automovilístico me hizo replantear muchas cosas y tomarles el peso a otras que no lo tenían.
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Sábado, 10:30 de la mañana, y el tiempo se me hacía escaso, por lo que opté por tomar un taxi. Me dirigía a hacer clases a un colegio, donde funciona un preuniversitario popular. Llevaba en mi mochila las guías, los lápices y todos los implementos necesarios para poder desarrollar la que sería mi primera clase de lenguaje.
Cinco minutos bastaban para llegar al lugar de destino, cuando me dirijo al taxista y le digo que tome atención, ya que debo bajarme. No alcanzó a detener el auto, cuando mi mirada se dirige al lado izquierdo de la carretera y un automóvil, conducido por una mujer, nos choca por el costado.
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Explosión, bomberos, mucha gente alrededor, vidrios rotos, la ambulancia y mi cara con sangre. Atiné a pescar mi celular entre el shock del momento y llamé a mi hermano para que me viniera a buscar. Sólo quería pensar que era una pesadilla, que me había quedado dormida y que eso jamás había ocurrido, pero no. Un bombero me preguntó por mi nombre y llamó para que me sacaran del auto, para ponerme en una camilla. Lo que viene para adelante ya es historia, de la que hoy puedo contarles y agradecer que no pasó a mayores.
Que pude haber salido eyectada por el vidrio, que pude haber resultado con múltiples fracturas o que pude haber muerto. Ninguna de las anteriores alternativas fue escogida esta vez, pero créanme que la lección quedó más que aprendida: usen el cinturón de seguridad.
Vayan sentadas adelante, atrás, en un bus interurbano, en un auto o en un taxi, el uso del cinturón las puede salvar de graves consecuencias. No me quiero poner a evangelizar ni mucho menos, sólo compartirles mi experiencia y lo que puede significar algo tan menospreciado como lo es tomar las pequeñas precauciones a la hora de conducir o subirse a un vehículo.
¿Alguna de ustedes ha vivido algo parecido?