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Eres como una esponja que absorbe lo que le rodea

Del viejo dicho “somos lo que comemos” a su interpretación actual “llevamos en el cuerpo lo que hemos vivido”. El medio que nos rodea se refleja en nuestro organismo.

La diversidad de compuestos químicos presentes en el medio ambiente ha ido aumentando en paralelo al desarrollo de nuevas moléculas que mejoran las características de las anteriores. Esta revolución química ha contribuido al aumento de la esperanza de vida y el bienestar humano, pero en muchos casos, estas moléculas son sustancias que acaban liberándose de la estructura a la que pertenecen, contaminando el medio en el que se encuentren.

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En otros casos no se trata de parte de la estructura sino de todo el compuesto, utilizado directamente en el medio ambiente, como los plaguicidas, que en algunos casos acaban llegando más allá del organismo al que pretenden eliminar, quedando trazas en el suelo y en los vegetales o llegando a ríos y acuíferos.

Gran parte de estos compuestos pueden producir efectos adversos y diferentes enfermedades (daños en los sistemas nervioso, inmunológico o el reproductor, cáncer…), por lo que la comunidad científica defiende aplicar el principio de precaución y reducir al máximo posible la exposición humana como medida preventiva.

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Para controlar que los niveles de estas sustancias no pasen de unos límites de seguridad, se pone en marcha la monitorización ambiental, que registra las concentraciones que hay en matrices como suelo, agua, aire y alimentos. Estos datos nos dan una idea de cuánta contaminación nos rodea, pero no es posible saber con ello cuánto está realmente afectándonos. Para ello, se utiliza la biomonitorización humana: se miden las concentraciones en el cuerpo humano.

Los contaminantes penetran en el organismo principalmente por vía dérmica, inhalación o ingestión, y según sus características físico-químicas, quedarán acumulados en el organismo, serán metabolizados y/o excretados. Al final del proceso, todo lo que el organismo no sea capaz de metabolizar habrá quedado almacenado en algún lugar del cuerpo humano.

Los compuestos que puedan ser excretados podrán encontrarse en orina, saliva, leche materna, heces… mientras que si el cuerpo no es capaz de eliminarlos, los acumulará en la grasa o los huesos. De esta manera, el cuerpo humano es un registro de los contaminantes persistentes a los que las poblaciones han estado expuestas.

Uno de los casos que más preocupa a la comunidad científica son los COP (Contaminantes Orgánicos Persistentes). A pesar de que los compuestos agrupados en la categoría de COP son muy diferentes, y de desigual riesgo para el ser humano, todos tienen en común su toxicidad, aguantar años en el medio antes de degradarse a formas menos peligrosas, ser capaces de desplazarse grandes distancias (a través del aire y el agua) y acumularse en el tejido adiposo. Por su persistencia pueden encontrase en cualquier lugar del mundo (literalmente).

Por su bioacumulación ascienden en la cadena alimentaria, de manera que cuando nos comemos un animal que acumuló DDT, que se comió otro animal que acumuló DDT, que se comió otro animal que acumuló DDT, que se comió aquella plantita que tenía DDT, la progresión es fácil de entender: los niveles aumentan conforme avanzamos en la cadena alimentaria. Además, por su liposolubilidad con frecuencia estos compuestos se trasladan a las siguientes generaciones durante el embarazo y la lactancia. De esta manera los seres humanos (al igual que otros mamíferos) se encuentran expuestos en la etapa en la que son más vulnerables: durante el desarrollo embrionario y la infancia.

A pesar de todo esto, que encontremos estos contaminantes en el cuerpo humano no implica que tengan un efecto nocivo. Para llegar a la conclusión de que un compuesto es perjudicial hay que realizar una serie de estudios epidemiológicos que relacionen estas concentraciones con efectos sobre la salud o enfermedades en la población. La biomonitorización humana es el primer paso, lo que caracteriza cómo y cuánto estamos expuestos. Con estos datos se desarrollan los planes de acción que conducen a eliminar las fuentes de exposición y disminuir el daño a la población.

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