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El mito de la comunicación y la verdad

Se nos ha enseñado constantemente a través de las películas, de libros y de la vida diaria que en una relación de pareja lo más valioso es poder siempre contarse todas las cosas.

Se nos ha enseñado constantemente a través de las películas, de libros y de la vida diaria que en una relación de pareja lo más valioso es poder siempre contarse todas las cosas.Parece ser ya parte de un común acuerdo social el que resulta indispensable el ser transparentes el uno para el otro, no guardar secretos y poder ser como un libro abierto. Constantemente, las industrias culturales nos dan ejemplos de cómo el faltar a este implícito cultural se ve castigado con el fracaso o la desgracia ya sea a corto o a largo plazo.

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Pues bien, esa es una idea peligrosa si se toma a la ligera.

No quiero decir con esto que uno tenga que mentir deliberadamente, en lo absoluto, pienso profundamente que un grado de honestidad es mínimo para el funcionamiento de cualquier relación que se componga de más de uno (después de todo, uno se miente a si mismo bastante, muchas veces sin querer o al menos sin darse cuenta). La vida me la ha demostrado en varias ocasiones, hay que ser sincero para que así una relación pueda construirse sobre una base sólida, además del desgaste que produce el esconder algo generalmente termina siendo tormentoso y difícil de sostener.

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A lo que apunto, a lo que van mis reparos al hablar de la ligereza con que se toma la idea de la comunicación apuntan a la forma en que se intenta expresar al otro una verdad que puede ser violenta, puede ser ficticia, o bien puede ser acertada. Puede sonar contradictorio, pero no es así.

Es decir, todos tenemos ciertas cosas que consideramos parte nuestra, que nos dan sustento y nos definen. Pensamientos, actos, sentimientos que nos invaden y que constituyen “nuestra” verdad. Mis reparos se juegan en la forma en que se presenta eso al otro.

La verdad tiene un componente personal. Nunca la historia es tal como la contamos, ni tal como nos la cuentan. Por lo mismo, hay que ser cuidadosos en que decimos y en la forma en que lo hacemos. Muchas veces la “verdad” puede ser más un atropello de la pareja que algo que descomprima el ambiente. Otras veces, decimos cosas no pensando en el otro sino que en nosotros mismos. ¿Cuántas veces el decir la “verdad” tiene que ver más con la culpa que nos provoca haber hecho algo que con un bien de la relación? O bien, ¿cuántas veces decir “nuestra” verdad daña al otro, y somos intransigentes en ese gesto de comunicar?

Por lo mismo, hombres y mujeres tenemos distintas formas de acercarnos y operar con esas verdades incómodas que existen en toda relación, con nuestro pasado por ejemplo. El punto es poder conocer al otro de forma tal que la verdad no sea un arma, y si una ayuda en pos del bien de la pareja.

Recordemos que el lenguaje se construye en el malentendido, y es imposible sortear eso. Por ende, dado que no podemos evitar el error, la incomprensión o el equívoco, debemos cuidar la forma en que ponemos sobre la mesa esos elementos potencialmente dañinos. Después de todo, probablemente a todos les haya pasado alguna vez el haber errado por sostener una verdad que, mirada con el paso del tiempo, no resultó ser tan así.

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