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Con el apagón qué cosas suceden/ o podrían suceder

Distintas lecturas de un corte de energía que afectó a 10 millones de personas en Chile

La forma en que se ponen en el tapete los temas en Chile es bastante espectacular. Por ejemplo el tema de la prevención de riesgos llegó de la mano del 8.8 (terremoto del 27/02), los derechos laborales y las garantías para un trabajo digno fueron debatidos a propósito de los 33 mineros. El profesionalismo, la implementación de recursos, el 10% de los recursos manados de la explotación del cobre para las Fuerzas Armadas, fueron parte de las consideraciones que se desprendieron con el trágico accidente en Juan Fernández.

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Pues ahora, luego del apagón ocurrido a eso de las 8:32 p.m. (horas local) del sábado 24 de septiembre, que dejó sin energía, entre dos y tres horas, a las regiones de Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana de Santiago y O’Higgins, así como a algunas zonas de Atacama y del Maule, perjudicando a 10 millones de personas, pone en el tapete el problema energético, radicado principalmente en la calidad del servicio del Sistema Interconectado Central (SIC).

El corte se produjo debido a una oscilación en dos líneas de 500 megavatios SIC, en un transformador de la subestación de Ancoa, en la localidad de Linares, unos 300 kilómetros al sur de Santiago, que abastece a la mayor parte del país. A esto se sumó una falla de los sistemas informáticos del Centro de Despacho Económico de Carga (CDEC) del SIC, que impidió el restablecimiento del servicio por vía remota, según explicó el ministro de Energía, Rodrigo Álvarez que anunció una multa que va en el rango de los 9 millones de dólares.

La duda que surge es cómo siendo tanta la inversión y lo caro de la electricidad para los usuarios pueden suceder este tipo de descoordinaciones, y por otro lado plantea la “fragilidad del sistema”, que da cabida a que proyectos energéticos tengan este asidero.

Es preocupante, por lo menos para mí que vengo observando esta tendencia a enlazar sucesos trágicos o impactantes justamente con hechos contingentes. Si bien después de los mineros no hubo una mejor ley del trabajo, nos mantuvo entretenidos, pues los temas siempre finalmente son desviados hacia el lado lúdico, polémico o en beneficio fáctico o capital, sin que exista un real avance en esa u otras materias.

Ahora con lo del apagón algunas personas ya están pensando en que la defensa de la Patagonia, puede ser una cuestión baladí frente a una “crisis energética” que sería  mitigada con la construcción de HidroAysén, que proyecta una línea de transmisión de 2.300 kilómetros con torres de 70 metros, equivalentes a edificios de unos 25 pisos, construidos cada 400 metros las que fragmentarían 6 parques nacionales, 11 reservas, 26 sitios prioritarios de conservación, 16 humedales,  32 áreas protegidas privadas. Es decir 2.300 kilómetros de deforestación para colocar unas 5.750 torres.

La construcción de la represa es sumamente grave, pero la ampliación del SIC  parece ser aún más dramática por su longitud e impacto a lo largo del territorio chileno. Esto es lo que hay que poner como contraparte. Por lo demás queda la duda, si aún teniendo la infraestructura necesaria de abastecimiento de energía, ésta sea distribuida con estándares de calidad eficientes a todo el país, evitando tan complicadas situaciones desprendidas de un corte generalizado que dejó a oscuras a casi toda la población.

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Espero sinceramente que este hecho sea sancionado, disipando cualquier suspicacia de quienes pudiéramos pensar que este es otro capítulo de la telenovela nacional, y sea puesto en el foco la necesidad de incorporar energías alternativas, como la solar o eólica, sin preferir la solución basada en el carbón, o el agua, y sin duda replantearse la efectividad del Sistema Interconectado Central poniendo alternativas como  las “Redes Regionales Autosuficientes”, aunque vayan en desmedro del monopolio energético.

Si hubiesen generadoras de menor escala, éstas podrían ingresar en el mercado con distintos tipos de energía. Una excelente solución. Mal que mal se supone que estamos dentro de un sistema de libre mercado, o eso nos hacen creer.

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