Hace dos semanas me cambié a una nueva casa. Ni tan nueva, tiene 100 años y varias familias e historias se han desarrollado ahí. Mi cabeza y espíritu estaban llenos de expectativas, miles de sueños, reuniones, experiencias, personas, música, proyectos, desafíos, entre muchas otras ideas me daban vueltas en la cabeza como un torbellino.
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Desde los 13 años siempre había soñado con vivir sola, independiente, con mis propias reglas. Recuerdo que era muy chica cuando me imaginaba con la edad que tengo hoy (26 años) llegando a mi casa muy cansada del trabajo, sacándome los tacos y cayendo rendida al sillón, pero completamente satisfecha por mi fantástico día. Hoy no uso tacos, pero sí estoy feliz con lo que vivo cada día. Siento que después de una larga historia, a pesar de mi juventud, logré cumplir el primer sueño importante de mi vida, mi independencia.
Hace dos semanas -un jueves- firmé el contrato de arriendo. Cuando lo tuve en mis manos, me sentí un poco más realizada. No pude esperar y al otro día me fui a quedar a dormir. Recordarán las terribles bajas temperaturas que vivimos, la onda polar le decían. Para resumir, llevo 14 días con la tos de mi vida, congestión y malestares. Es que ese día de puro ansiosa me quedé en la casa nueva tapada solo con una frazada y -4 ºC. Sé que fue una mala idea, pero no podía esperar más a vivir en ella.
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Dos días después nos cambiamos, con mi hermana. Hace varias semanas que tenía todo embalado, en realidad era yo la que estaba embalada. Tomé todas mis cosas y me mandé a cambiar. Desde ya agradezco a todos los que me ayudaron, pero era el momento de volar lejos y bien alto.
Es extraño, pero siento que lo que estoy haciendo hoy es superar un típico sueño. Ese cuando quieres correr, pero tus piernas pesan mil kilos cada una. De a poco logré tomarlas una a una con ambas manos y hacerlas moverse, caminar y ahora correr. Hasta hoy no he vuelto ha tener este sueño que era bastante recurrente.
Continuará…