Colombia

Opinión: los influencers en Israel muestran lo vergonzosa que es la farándula en Colombia

A muchos famosos en el país se les olvida que sus plataformas no solo conllevan privilegio, sino también responsabilidad.

Kika Nieto, Nicolás de Zubiría y Johanna Fadul
Kika Nieto, Nicolás de Zubiría y Johanna Fadul (Tomadas de Instagram: @johannafadul @kikanieto @nicodezubiria)

Cuando supe de la noticia de los influencers en Israel, solamente se me vino a la cabeza aquel famoso discurso de Ricky Gervais en los Globos de Oro 2020: “Ustedes no pueden decirle a nadie cómo vivir. No saben nada del mundo real. Han estado menos tiempo en la escuela que Greta Thunberg. Así, que si ganan, cuando recojan su premio den gracias a su agente, a su Dios y váyanse a la mierda”.

Literalmente, el comediante inglés daba una cachetada, en su territorio, a todos aquellos famosos que de alguna manera comenzaban a ser ejemplo de estilo de vida o modelo de algo. Irónicamente, en esta columna, lo que se quiere pedir es responsabilidad ante figuras públicas que han facturado por años siendo modelos de “deber ser” a través de la espiritualidad y el estilo de vida, pero que a la hora de tener responsabilidad y conciencia social y/ o política se defienden con ignorancia y con incluso, cinismo.

Porque en pleno 2025, cuando los medios no son verticales y las redes sociales son una plaza pública donde todos tienen vocería, ¿por qué un montón de gente con privilegios cree que es intocable cuando legitima narrativas por las que han facturado de otras maneras? ¿Por qué es válido pensar que son modelo de algo o de alguien solamente para lo que no es incómodo, solamente para un relato impostado, hecho para las marcas y su narrativa casi siempre aburrida, señorial y artificial en Colombia, pero que son totalmente decepcionantes y deleznables en cuanto a las que siguen permeando la realidad de millones de colombianos de a pie?

Ahora bien, antes de que griten los amantes de los ricos y del privilegio (porque sí, penosamente hay gente que se arrastra por ellos como si les pagaran el arriendo o el mercado), y antes que me griten “resentida social” (en el país más desigual del continente de todos los de la OCDE es más que válido), quiero decir que sí admiro a los famosos, sobre todo las famosas, que se han labrado su camino en una industria difícil, que han pagado el precio de sus opiniones.


Sea por lo que creen, sea por alzar la voz, sea por ser ellos mismos, sea por tener pensamiento crítico. Los he entrevistado, he compartido ideas con ellos y he admirado que sobre todo, las mujeres, tengan que aguantar tanto en una industria que como todas las industrias creativas actuales, contrate solo por número de seguidores (lo oí de boca de una actriz en un evento) y no por talento. O por el privilegio de una belleza construida y una riqueza heredada.

Sí, por esa razón jamás veremos a una nueva Olivia Collman en la televisión colombiana, a pesar de tener actrices talentosísimas. Las actrices de carácter son más bien pocas, y las que no integran una hegemonía cada vez más cruel. A la que pocas se oponen porque saben el costo de esa decisión. A esas, las admiro.

Teniendo esto en cuenta, el resto es absolutamente vergonzoso, y acá de paso metería a los influencers ‘good vibes’ que no cambian en nada la vida de las mujeres colombianas de a pie: ellos, teniendo herramientas, más que muchas personas, para educarse y educar, han tenido acciones y posiciones vergonzosas en coyunturas sociales y políticas en Colombia y en el mundo.

Por supuesto, porque afectan sus privilegios. O porque no se sienten afectados.

Podría hablar de los posteos de Elizabeth Loaiza, vergonzosos, en el Paro Nacional de 2021, de cómo criminalizó a Lucas Villa, hasta el punto de deshumanizarlo. La misma que sí, se metió en territorio wayuú, sin permiso, y tuvo que pagar una millonaria multa. Podría hablar de los comediantes old school, sobre todo los de un programa tan decadente como Sábados Felices, pidiendo eliminar a la gente de izquierda, como si no hubiéramos vivido hace meses el traumático asesinato de un candidato presidencial y todos los días asesinatos de líderes sociales, o hace casi 40 años el exterminio de la Unión Patriótica gracias a los paramilitares. Sí, se trata de ti, Piter Albeiro.

Podría hablar de la ignorancia de Taliana Vargas sobre el aborto y su nuevo marco legal en Colombia, cuando ella tiene hijos deseados que puede mantener en un país lleno de madres solteras, familias víctimas del conflicto armado, y niños abandonados. Podría hablar del racismo y el continuo discurso de odio de gente como Marbelle o Yina Calderón.

Y ni hablar de los que van a votar por Abelardo de la Espriella (no, no soy petrista: creo que el presidente y sus delirios acabaron con un proyecto que ha dejado cadáveres a su paso, todo para que él lo destruyera con sus desvaríos).

Así, hasta la saciedad, porque para la mayoría de la farándula colombiana la humanidad y la empatía solo venden si están empaquetadas si se usan para facturar, para imágenes de postín, para generar lástima por views y mostrarse como seres “tan humanos como sus fans”, y para que marcas generalmente femeninas usen ese discurso ante una enorme falta de creatividad.

Algo así como Homelander, el súperhéroe malo de The Boys, interpretado brillantemente por Anthony Starr, quien dice literalmente “hago lo que se me da la puta gana”, pero bajo un paquete de espiritualidad, Dios, corrección e ignorancia, así como victimismo si la gente, con justa razón, reclama ante su posición.

Sí, querido influencer: tú tienes responsabilidad política

Ahora, ante esta polémica he oído recientemente que los artistas no tienen responsabilidad política. Eso es totalmente falso: desde hace miles de años han sido el reflejo de los tiempos, críticos del poder, la voz que ha hablado a favor o en contra de monarcas, políticos y ha denunciado situaciones políticas.

Lo hizo Dante Alighieri contra el rey Felipe IV el Hermoso y varios dirigentes en el Medioevo, en ‘La Divina Comedia’. Lo hizo Goya contando los horrores de la invasión napoleónica a comienzos del siglo XIX, lo hizo Chaplin burlándose de Hitler en ‘El Gran Dictador’. Lo hizo ‘Parásitos’ para hablar de la compleja y clasista sociedad que representa Corea del Sur, con tintes universales.

Y ahí también metería a los influencers que facturan por estilo de vida, porque sí, lo personal es político: puede que muestres tu GRWM y eso haga que las marcas te lleven a eventos y viajes, en un país donde quienes te consumen tienen que sufrir por carga doméstica, carga familiar, falta de oportunidades laborales, y no, no son pobres “porque quieren”, cuando hay estructuras y políticas que no harán precisamente que coman esa carísima cena, al lado tuyo, en tu mesa.

Entonces sí hay una responsabilidad política: siempre ha estado. Desde la manera en que se presenta el cuerpo, la imagen, la moda, lo que se consume, así sea “inofensivo”. Pero no lo es cuando hay silencio, o cuando hay solo comodidad. O en este vergonzoso caso, una justificación desde las “buenas vibras” o desde versículos bíblicos que recuerdan a los españoles conquistadores justificando sus peores acciones en nombre de Dios ante pueblos enteros que ellos mismos destruyeron.

Por supuesto, muchos de ellos, en esa retorcida lógica del capitalismo a veces se ponen “serios”. “La moda es política”, y todo eso, dicen, para que marcas sin un ápice de imaginación y con gente igual de privilegiada a ellos los vea como ejemplos de profundidad.

Eso en la mayoría de farándula colombiana no existe. Y sinceramente no entiendo por qué a algunas de estas personas se les debe seguir reverenciando como si fueran dioses cuando solamente, como les pasa a muchas personas en otras industrias - y aún más pesado y con más méritos- han logrado sobrevivir por diversos factores en una industria voraz. Y no siempre tienen que ver con talento.

Personalmente, y se lo he dicho a más de un PR, las famosas en Colombia para mí, en su mayoría, no son ejemplo de nada. No cambian la vida de nadie, no aportan más que frivolidad y privilegio en un país donde sus seguidoras se joden lo que no está escrito. Lo que acaba de pasar con Johanna Fadul y esa fascista ignorante e impresentable de Kika Nieto, entre otros influencers, me lo confirma.

De esta manera, invito a reevaluar a quiénes se sigue y quiénes merecen facturar: desde Julián Pinilla hasta Camilo Cifuentes, o Camila Orrego, han mostrado que sí se puede construir país y se puede llevar a los más olvidados de esta tierra a cumplir sus sueños gracias a ellos.

Ellos son los que merecen todo el protagonismo. Y ellos son los que merecen que se les admire por todo lo que hacen en un país cada vez más consciente de sus famosos tan desconectados de la realidad de una manera vergonzosa.

*Las opiniones de la columnista no representan las del portal

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