El amor es crecer, es construir, es encontrar un socio de vida que nos aporte diariamente. No son los estereotipos con los que crecimos que dictan que el amor es caótico, hace llorar, y sufrir.
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Por supuesto, enamorarse provoca la alteración en nuestra zona de confort, y cambia mucho nuestra forma de actuar. Queremos permanecer al lado de esa persona, procurar su bienestar, y esto puede exaltar algunas inseguridades.
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Después de tener tan fuertes sentimientos por alguien no volvemos a ser los mismos. No importa que la historia haya terminado en un corazón roto, o con un final mucho más placentero.
Todas estas personas forman nuestro carácter y son lecciones invaluables. De todas ellas, de esas risas, del amor puro que sentimos o hasta del dolor que parece nunca terminar se aprende algo, y no es causalidad que hayan aparecido en tu camino.
Encontrar el amor en alguien que te hace crecer espiritualmente es un regalo. Pero no solamente en el sentido amoroso, hay otros tipos de manifestaciones. La relación con tu familia, con tus amigos, y hasta con tus mascotas.
El volverte una persona vulnerable, abrir tu corazón y dar la oportunidad al otro de dañarte es una decisión muy valiente que no todos se atreven a hacer. Esto –por supuesto– provocará que crezcas interiormente si sabes trabajarlo.