A veces nos olvidamos del por qué estamos aquí, en esta fase humana. Más bien, estamos acostumbrados a seguir lo que dicta la sociedad, el sistema, la familia, el trabajo. Seguimos un patrón que nos desconecta de nosotros mismos, cegándonos con un bombardeo estímulos que nos dicen qué ser, qué vestir, qué comer, qué hacer. Y, de repente, llega un aviso divino en forma de separación y perdida de todos tus bienes.
PUBLICIDAD
Elizabeth Gilbert compartió esta experiencia en el libro Eat, Pray, Love: One Woman’s Search for Everything Across Italy, India and Indonesia, mismo que llegó a la pantalla grande en 2010. Julia Roberts da vida a Liz, una escritora que “despierta” —por decirlo de alguna forma— después de un terrible divorcio y una relación que le dejaba un vacío. Decide hacer un viaje para reencontrarse y fluir con la vida misma.
Durante un año visita tres lugares, cada uno representa una necesidad del personaje: Italia, donde aprende a comer o busca el placer. India, donde aprende a rezar o busca la devoción. Bali, donde aprende a amar o busca el balance en su vida.
Ahora nos enfocaremos, por supuesto, en el viaje a Italia, donde el placer de comer alcanza un nivel cuasi religioso. El director Ryan Murphy y la estilista de comida Susan Spungen (Julie & Julia) nos llevan de la mano en un recorrido de sabores por los callejones italianos: la pizza de Nápoles, los helados locales, las enormes comidas en compañía con los amigos. Platillos que casi puedes oler desde la pantalla.
Todo ese despliegue de platillos, entre pastas, vino y hierbas de olor, hay un momento precioso que define el verdadero placer del comer, mismo que se relaciona con una tradición italiana: il dolce far niente.
La duzura de hacer nada. Ese permiso que se dan los italianos para, simplemente, disfrutar el momento. Un espacio para disfrutar con los seres queridos, leyendo un buen libro o, adivinaron, disfrutaron de los sabores de un buen platillo. En la película no necesitaron un complejo platillo para darlo a entender; con disfrutar de ciertos elementos, sencillos y simples, se puede volver una fiesta de sabor.
Aprendamos a disfrutar de la cocina, de la buena comida. Olvida un poco la rutina, retira de tu mente la idea de comida rápida como opción. Haz de tus alimentos ese momento del dolce far niente. Reconecta tus sentidos y goza de esas combinaciones de sabor. Despierta y vive el verdadero placer de la comida.
PUBLICIDAD
Tiempo de elaboración | 15 minutos
Dificultad | Fácil
Personas | 1 persona
Ingredientes
- espárragos baby
- higo o durazno
- un par de rebanadas de salmón ahumado
- queso de cabra fresco
- 12 aceitunas verdes o negras
- 1 huevo
- pan
- vino italiano
Preparación
Sólo hierve agua y agrega el huevo; cocina durante 10 minutos. Retira el huevo y llévalo a un recipiente de agua helada. Quita la cáscara y cortalo en rebanadas, a la mitad, como gustes. Blanquea los espárragos en agua con un toque de sal, por dos minutos; pásalas inmediatamente por agua fría.
Prepara tu plato con todos los ingredientes: espárragos blanqueados, higo en rebanadas —puede ser durazno, lo que sea de temporada o lo que más te guste—, una porción de salmón ahumado (omite si eres vegetariano), queso de cabra, aceitunas, huevo, un pedazo de pan a la finas hierbas. Acompaña con una copa de buen vino tinto italiano.
Una vez listo el plato, disfruta de este tiempo para ti. Sin pensar en lo demás, deja envolverte por los sabores y las texturas, sea de manera individual o integrando los elementos. Fluye y da gracias por tener la oportunidad darte esta pausa. Buen provecho.
Fuente: Joanna Rusher, vía Pinterest