Wellness

¿Las ecuatorianas odian que les llamen “señoras” o “gordas”?

Oír la palabra “señora” es parte de las fobias de las mujeres de esta generación. Dos expertas explican cómo se aprecia este término y cuáles son las reacciones.

Ya hemos sido víctimas de memes respecto a la «señofobia», un término que no está en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) pero nos atribuye el temor de escuchar que nos llamen «señora» en cualquier escenario. Me refiero específicamente a quienes ni siquiera nos hemos casado o tenemos hijos y sentimos que estamos viviendo en nuestra mejor etapa de la juventud.

Cuando estuve en Bogotá, Colombia, donde la palabra es parte de su jerga cultural, no me sentí incómoda. El «con gusto, señora», que escuché, denotaba una palabra de respeto pero mis amigas lo distinguían perfectamente cuando no era parte de su argot social tradicional y se sentían incómodas. Es entrar en un estado, algo así como tener cinco segundos de nostalgia al pensar que nos ven como si fuéramos de la tercera edad. Pero esto pasa comúnmente con todas las mujeres, en cualquier circunstancia.

¿Por qué nos aterra la palabra «señora»?

La socióloga Gabriela Galarza explica que para las mujeres, en la sociedad patriarcal en la que nos desenvolvemos, hay dos elementos que nos dan una investidura social privilegiada o que te hacen ver como un sujeto completo ante la mirada de los otros: el ser esposa y el ser madre. «Esta condición sería aquello que nos define como una mujer completa a nivel social pero esto te convierte también en el ser ‘señora’ que viene a resultar como una expresión de respeto.

Recomendados

¿Pero qué pasa si aún no te conviertes en una? Por un lado puedes seguir siendo señorita cuando la lozanía de la juventud socialmente te permite que te vean como tal.

Hoy en día vemos que los horizontes de rangos de edades en los que se obligaba a las mujeres a casarse han cambiado ya que en esta época hemos tomado mayor preferencia por terminar los estudios, por iniciar una vida profesional antes de ser esposa y por ende se ha retardado el momento de ser una “señora”.

Pero si bien ha pasado esto no se ha eliminado y se sigue esperando que sea un rol, una función asignada, que se cumpla en algún momento, producto del sistema patriarcal en el que vivimos. Y por esa razón es que cuando nos llaman así nos sentimos mal porque aún teniendo ya una edad adulta, no hemos tomado ninguna de estas opciones.

Con esto se evidencia que hay un tema de discriminación en el lenguaje, en el uso de la palabra soltera o señora y eso evidentemente está basado en una estructura ancestral como forma de organización ejercida por un varón jefe de cada familia», detalla Galarza.

¿Qué sucede cuando escuchamos que nos llaman así?

La psicóloga Andrea Chiliquinga considera que hay que contextualizar este término porque es algo que ocurre en nuestra época actual como no sucedía en el siglo pasado ya que la palabra se asociaba netamente a una condición y un buen estatus, algo que no era mal visto ni se consideraba malo llamar así a una chica joven.

«Antes ‘señora’ denotaba un nivel de madurez además del típico término usado cuando una mujer ya contrae un vínculo matrimonial y cambia su estado civil. Estos son conceptos sociales instaurados hace mucho tiempo.

Actualmente existen nuevas concepciones sociales y culturales porque son convenios que no son tácitos y el término se vincula a una condición de vejez y por ende las jóvenes no lo ven bien si están en su mejor etapa de la vida. Lo mismo sucede con el término «gorda» a propósito de la ola de mujeres fitness de la última década.

Hay que tomar en cuenta todos los preconceptos que socialmente son exigidos acorde a las tendencias de la belleza, tratamientos para verte más joven, sobre personas que ya están en sus 40 años y se someten a cirugías estéticas y demás situaciones para verse como las chicas de 20.

Con esta condición se respalda la afirmación de que al escuchar que nos llaman “señora” se siente como un insulto, como si nos sacan del grupo de la juventud y nos aprecian como gente más adulta, y es peor aún cuando quien la oye ni siquiera se ha casado y tampoco tiene hijos.

¿Por qué afecta?

Esta palabra tiene afectación psicológica y depende de cada persona. Por ejemplo, si es una mujer a la que le preocupa la opinión de su entorno respecto a su apariencia física, en que no se le vea una sola arruga o una cana, o que esté gorda, en fin, si la llaman así seguramente se le volcará su mundo interno y la consecuencia de ello es desestabilizarla. Este capítulo se evidencia en la preocupación de si se está viendo más adulta de lo que aparenta. La inconformidad de cómo nos vemos se hace presente y nos hace repensar que ya no somos unas quinceañeras o ya pasamos de los bellos 20. Nos cuesta asumir que ya estamos en otra etapa y no necesariamente en algo malo sino que ya lo satanizamos con la vejez

Cuando se trata de una mujer a la que no le ofende ni asocia el término “señora” con algo malo, no se mostrarán efectos preocupantes ni de inquietud», indica la psicóloga.

La lengua cambia cuando la sociedad cambia

Hasta hace unos veinte años, era muy frecuente que, cuando un hombre conocía a una mujer de veinte años o más, muy al comienzo de la conversación le preguntara: «¿Señora o señorita?», supuestamente para saber cómo se tenía que dirigir a ella. Pero eso le permitía saber si esa mujer estaba casada (señora) o soltera (señorita). La señora o señorita, en cambio, no tenía manera de preguntar lo mismo si no era directamente («¿Está usted casado?»), y eso no era, ni es, de buena educación cuando acabas de conocer a una persona. Esto era porque la palabra señorito desde hace muchísimo tiempo se usa sobre todo con un significado negativo de ‘joven con dinero y ocioso’.

Entonces había una manera muy fácil para los hombres de conocer el estado civil de la mujer en una primera conversación, aunque fuese una conversación de tres frases, pero para las mujeres no. Esto no es exclusivo de España o Latinoamérica, lo mismo ha ocurrido en Francia hasta hace poco.

El aspecto positivo, según un artículo del diario El PAIS es que en España este cambio ya no clasifica a las mujeres principalmente por su estado civil. Ya acabó la época en la que el objetivo fundamental y la razón de existir de las mujeres era el matrimonio. Hoy, todas las mujeres jóvenes son chicas o señoritas y es normal que a las no tan jóvenes las llaman señoras. Y lo de «soltera o casada» no se pregunta más.

Relacionado:

Tags

Lo Último


Te recomendamos