Hay una escena típica que se suele repetir en las películas de comedia romántica: una mujer que acaba de terminar una relación, comiendo helado directamente del envase. Si a ese helado le agregas una copa de vino y lágrimas, la imagen no puede ser más cliché.
Los estudios en relación a las emociones y la alimentación han concluido que sí existe una conexión, sin embargo, los límites de ese vínculo no siempre quedan claros. La teoría planteada por los investigadores de un estudio publicado en el portal Science Direct, específicamente en Appetite, plantea que la personalidad tiene más influencia sobre la alimentación de lo que pensamos
Los investigadores del Swiss Federal Institute of Technology averiguaron, a través de cuestionarios, cuáles eran los hábitos alimenticios, el tipo de personalidad y los alimentos que suelen elegir cada una de las personas que respondieron para el estudio.
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Se tomó en cuenta las 5 dimensiones de la personalidad, definidas por la psicología como la estabilidad emocional, la responsabilidad, la amabilidad, la extroversión y la apertura a la experiencia, y a medida que estos factores iban variando, se analizaba si había una conexión con la elección de qué se come, cuándo y cuánto.
Carmen Keller, investigadora jefe del equipo, declaró que con los resultados, se pudo determinar que la falta de conciencia lleva a las personas a comer impulsivamente, y coincidentemente, las personas neuróticas —que en psicología se refiere a inestabilidad emocional— suelen comer alimentos más calóricos que los ayudan a lidiar con esas emociones incómodas.
A pesar de que nuestra sociedad celebra la extroversión, los investigadores aseguran que también puede ligar a malos hábitos alimenticios. La gente extrovertida abarca muchas situaciones sociales y eso implica comer en lugares en los que generalmente las porciones son más grandes o calóricas en comparación con la comida de casa.