No se puede andar de desconfiada por la vida, pero es bueno parar las antenas para no dejarse llevar por el encanto de alguien que no conoces y que, en realidad, no sabes qué podría hacer con toda la información que le estás regalando.
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Lo ideal, es ser neutro: confiar hasta cierto punto, seguir la intuición y tampoco pensar que todos te quieren hacer mal. Eso sí, ojo con la “falsa intimidad”, porque eso podría ser una de las razones que explican por qué siempre terminas hablando de más y exponiendo tu intimidad. Y claro, asumiendo las consecuencias del actuar de personas mal intencionadas.

En el día a día, conversamos con muchas personas. Algunas son muy cercanas, otras conocidas y con el resto, quizás nunca vas a interactuar. Pero pasa algo curioso: cuando nos relacionamos con alguien que traspasa esa burbuja de espacio personal que todos mantenemos, hay veces que lo permitimos porque “así debe ser”.
Por ejemplo, cuando vas a la peluquería o al médico, a pesar de que esa persona es un total desconocido, te dejas llevar por su profesión para permitir cosas que seguramente no permitirías con una persona desconocida que camina al lado tuyo en la calle.
Como se explica en el portal Psychology Today, en ese tipo de situaciones se da la falsa intimidad. En el caso del médico, solemos hablar de nuestras cosas íntimas porque tienen que ver con la salud, pero no siempre es necesario contar cosas personales, aunque muchas veces terminemos haciéndolo.
Cuando la interacción implica contacto físico, bajamos la guardia y hablamos de nosotros. Puede ser un roce de hombros con la persona que está sentada al lado tuyo en un taxi o compartir mucho tiempo con alguien en la fila del banco.
Ya te conté de mí, ahora es tu turno
Otro punto que provoca que contemos cosas demasiado personales a desconocidos es “la norma de la reciprocidad”. ¿Te ha pasado que de pronto, alguien desconocido empieza a hablarte y te dice cosas íntimas, aunque tú no se lo hayas pedido?
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Cuando ocurre esto, a veces, por educación o para que la otra persona no se sienta mal, respondemos también haciendo alusión a cosas personales. En realidad, podrías decirle que no te interesa saber de su vida y que tampoco quieres contestar porque no lo conoces, pero nos sentimos mal diciendo eso y nuevamente, terminamos hablando de más.
Este análisis no está hecho para hacer un juicio positivo o negativo, sino que sirve para estar más atentos. Porque otra cosa que también puede hacer que hablemos de más, es la similitud. Cuando ves a alguien parecido a ti, que usa ropa similar a la tuya, que tiene los mismos gustos o que trabaja en lo mismo que tú, también te abres.
Como confías en ti, crees que esa persona no va a hacer nada malo, porque es como tú. ¡El problema es que las apariencias engañan! Lo mejor, es tener claro los límites y como decíamos antes, ser neutro.