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Guapetón de “Eres mi Tesoro” habla de su pasión sin límites

El actor se define como un hombre que no se pone limitaciones. Este año debutó en las filas de Mega, y además sacó al cantante que lleva dentro. Reflexivo e informado, provinciano orgulloso y promotor de las terapias, puede ser medio ermitaño pero también el alma de la fiesta, cuando quiere, claro.

Por: Jessica Celis A.

Este 2015 ha sido especial para César. No sólo se integró al área dramática de Mega («Eres mi Tesoro»), sino también porque fue parte del elenco del musical «Los ’80», en el cual nuevamente pudo rendirse ante una de sus pasiones: la música. «No tengo la voz de Michael Jackson (risas) y tampoco pretendo iniciar una carrera como cantante, pero soy bastante afinadito y me siento cómodo haciéndolo», dice.

Llegar allí no fue casualidad. Desde el año pasado estudia piano, y cuando niño estuvo 8 años en una Escuela de Música. Él no se pone límites. «Jamás pienso que estoy viejo para aprender algo que me interesa. Creo que no dejaré de hacer nada de lo que se me pase por la cabeza. Creo en el talento y en el trabajar muy duro, si no me aburro (risas)».

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¿Por qué piano?
Creo que el sonido que da el piano tiene que ver con cierta melancolía, cierta nostalgia que es muy mía y me evoca ciertas cosas.

Te has declarado melómano. ¿Qué música escuchas?
De todo, menos reggaetón. Jamás dejaría que alguien mirara mi Iphone en todo caso (risas). Tengo desde Tchaikovsky hasta Camilo Sesto, pasando por bandas anglo.

¿En qué momento profesional te encuentra el desembarco a Mega luego de años en TVN, principalmente?
En uno muy importante, con un personajazo como es el de «Rodrigo Pezoa». Claramente Mega está con toda la fuerza para sacar adelante su área dramática, un buque que está a cargo de la Quena (María Eugenia Rencoret), alguien que sabe hacer teleseries, que sabe lo que enganchará con el público, que sabe hacer un casting y qué historia funcionará y cómo editarla. Ella es sin duda la Rey Midas de las áreas dramáticas. Eso es un don, un talento. En ese sentido me siento muy pero muy contento.

Otra vez haces de «malvadillo». ¿Por qué te dan esos papeles?
Creo que me consideran un buen actor. Generalmente los villanos son personajes complejos, con muchas capas y complicados de hacer. Me siento honrado que me den el malo (risas).
Si volviera a nacer, elegiría la provincia»

César Caillet se tituló de abogado en la Universidad de Temuco. Se sacó un 6.0 en su examen de grado, pero tenía claro que ese mismo día bajaba la cortina de las Leyes y abría la puerta para cumplir su sueño de ser actor. Santiago y la Escuela de Teatro de Fernando González serían sus nuevas paradas. «A las únicas personas que conocía acá eran amigos de mi madre y una chica que era de Temuco, y se había venido antes a estudiar Odontología. A ella le pedí que me alojara en su casa y me dijo que sí», recuerda.

¿Tus padres te ayudaron a pagar tu nueva carrera?
Me sentía un inconsciente por pedirles plata a mis papás, porque ya me habían pagado a mi y mi hermana una carrera. Quise ser actor desde que me acuerdo. Tenía una voz interior que me decía que eso era lo que tenía que hacer y siempre la he escuchado, nunca me he equivocado.

¿Pediste consejos?
No soy de pedir opiniones y siempre aconsejo que en la vida uno debe compartir ciertas cosas sólo con tu terapeuta o muy pocas personas, porque cuando escuchas opinar a la gente sobre otro, no opinan del otro; opinan y hablan de sí mismas. La gente habla desde sus proyecciones, miedos e inseguridades, entonces creo que pedir opiniones es uno de los grandes errores en los que se cae. Soy un gran observador. Marcelo Alonso (el actor) me dijo algo que es muy cierto: para ser un buen actor hay que ser un gran observador. Lo que me he dado cuenta es que la gente, cuando quiere hacer algo, busca la validación de su entorno, y eso es un error. Cuando tomé la decisión de estudiar Teatro muchos se me acercaron y me dijeron que qué estaba haciendo, si estaba loco o qué le estaba haciendo a mis papás. ¿Qué es eso? No soy de mis papás, soy mío. No les hice nada, sólo traté de hacer mi vida y ser feliz. En la medida que sea feliz recién puedo ser capaz de hacer feliz a mi entorno. Creo que hay tantos mundos como tantas conciencias existan.

De dónde nació su amor por la actuación no lo sabe. Su papá se tituló de Contador, pero al igual que César no ejerció su profesión y se dedicó a ser vendedor viajero. Su madre fue profesora normalista. «Eso explica que en mi casa hubiesen muchos libros siempre. Un día llegamos a casa con mi hermana y había una máquina de escribir Olivetti, que está todavía. Es uno de los regalos más lindos que mis papás nos dieron. Por ahí iban los esfuerzos económicos de mi familia. No eran para llevarnos de viaje a Disney, pero si alguien quería estudiar idiomas o leer, nos pagaban las clases o compraban los libros. Ese tipo de cosas».

¿Cómo es la relación con tu familia ahora?
Sé que mi pega no la puedo ejercer en ningún otro lugar que no sea Santiago, me gusta esta ciudad y he construido hermosos lazos afectivos con varias personas, pero si volviera a nacer volvería a elegir la provincia. Me encanta. Para mi es un privilegio haber estado veranos enteros sin luz eléctrica, sin tele, haciendo funcionar mi cabeza, jugando ajedrez o a las cartas, tirándome de lianas, escalando, jugando con los animales. Otra cosa que agradezco es que en provincia crecí cuando aún se vivía de manera mezclada, los barrios eran con gente de distintos estratos socioeconómicos, no sectorizado como acá: los de Providencia y los de La Vega. Allá eso no existía, ahora sí, y desde el punto de vista humano fue muy bonito, y en lo actoral me ayudó un montón el tener esa experiencia. También agradezco el haber recibido educación gratuita y de calidad. Estudié en el Liceo Camilo Henríquez de Temuco, donde fui compañero de curso del hijo de un señor que era médico y de otro que su mamá era empleada doméstica, por ejemplo. Eso te da transversalidad y te permite conocer desde muy chico que hay distintas realidades. Creo que la familia es muy importante en el sur. Hablo con mi familia si no todos los días, día por medio. Son mi tronco, el pilar que tengo.

¿Nunca chocaste con el mundo santiaguino?
No, creo que una de mis grandes virtudes es que puedo ser muy empático. Nunca me tomo nada en la personal y leo muy rápido a la gente. De chico he sido así, pero puede ser un don o una maldición. Y nunca me he equivocado.

Vas a terapia y te has declarado a favor de ella. ¿Por qué te terapeas?
Creo que es súper importante hacerse terapia, no hablo sólo de una convencional. De hecho hice una toma de ayahuasca y es una de las cosas más importantes que me ha pasado en mi vida. Creo que independiente de la edad que tengas, te conviertes en adulto cuando eres capaz de hacerte cargo de ti mismo, y creo que en general esas herramientas te las da una terapia. La gente se siente muy cómoda responsabilizando a otros de las cosas que le pasan. De lo que te molesta del otro, siempre hay algo tuyo. Yo trato de buscar en el otro qué es lo que me molesta y por qué me causa ruido. En este minuto de la vida, aparte de la pasión por lo actoral, lo que más interesa en mi vida es el tema de las relaciones personales. Ahí está todo.

¿Siempre eres tan reflexivo? ¿Introvertido?
Sí y no. Cuando estoy en grupos de gente puedo ser también el alma de la fiesta y a todos les gusta mi humor un poco torcido y los hago reír (risas), pero son muy importantes también mis espacios de soledad (vive solo con su perro Martín). Creo que en ellos es donde encuentro mi equilibrio. Si estoy mucho rato con gente como que me atoro un poco (risas). Un gran panorama es quedarme solo una noche de viernes en mi casa leyendo o viendo alguna serie. Disfruto mucho de las cosas que hago en solitario. Muchas veces me fuerzo a salir cuando siento que estoy muy ermitaño.

¿Qué series sigues?
«House of Cards», «Downtown Abbey», «The Killing», «American Horror Story»…

Livianitas…
(Risas) Claro…

Luego de esta conversación era difícil imaginarte siguiendo «Friends».
(Risas) No, nunca la he visto.

LA ACTUALIDAD SEGÚN CAILLET

Te gusta hablar de actualidad. Entonces, dejando de lado el tema terremoto, ¿está todo tan malo en Chile, como se comenta?
Me pasa lo mismo que con los comentarios que me decían que no estudiara teatro. No dejo que nadie me meta miedo. Las cosas que quiero son deseos legítimos, no le voy a hacer daño a nadie con eso. No vivo desconectado de la realidad. Sé que Bachelet ha bajado en las encuestas, estoy al tanto del caso Caval y Dávalos, pero no soy alguien que consume prensa ni noticiarios. Creo que hay un manejo político detrás de todo, porque si somos más temerosos, somos más controlables. Recién compré auto hace dos años porque siempre fui más hippie y preferí viajar, por lo tanto he caminado mucho y nunca me ha pasado nada. Jamás he tenido la sensación de que me van a asaltar. A lo que voy es que esta realidad que se ha tratado de instalar en los medios de comunicación de que Santiago está terrible puede ser que ocurra, pero está totalmente exacerbado.

De la agenda política, ¿qué te mueve?
Creo que lo más me preocupa es la distribución actual de la riqueza y la educación, pero no desde el discurso político, sino desde ponernos una mano en el corazón y preguntarnos, ¿nos interesa que la gente realmente se eduque? ¿O sentimos que la gente educada se nos puede sublevar y es un peligro para el modelo que e quiere instalar? Una persona sin educación tiene un techo, y es así.

¿Educación gratuita?
Igualdad de oportunidades en la educación primaria. No sacas nada con tener educación superior gratuita si un cabro a lo mejor tiene las mejores intenciones pero estudió en un colegio público en una comuna periférica. Eso es lo primero que hay que arreglar. Tengo sobrinos y veo que las posibilidades que ellos tienen están muy lejos de otros niños. Creo que el Estado debe asegurarle a toda persona de la comuna más periférica de Chile que tendrá una estupenda educación. Es un tema que no se arreglará en 4 años, es algo a largo plazo. No quiero caer en la caricatura del actor de izquierda.

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